Las cuatro estaciones
La casa en medio de la arboleda
—Infancia—
Un día oirás su voz.
Irrumpirá
porque irrumpir es su lenguaje.
Abrirá la puerta de aldaba
se derramará por los jardines
por las mudas habitaciones
por el patio
se elevará hasta la cresta del ramaje.
Permítele
que tome tu mano
que te conduzca hacia su abrazo.
En su regazo
te arropará un tibio centelleo:
navegar a ras del pasto
acechar gigantes de oscuridad en las madrugadas
zarpar desde la cama.
Intactas,
lo prometo,
volverán a ti
las historias que tejiste
con los bordes de sus detalles
y
las obras de arte
talladas por el ensueño
entre sus altas grietas.
Saldrá entonces a tu encuentro,
te lo advierto,
la estela de las horas.
Echarás de menos sus silencios
te reconocerás en aquellos que olvidaste haber amado tanto
y encontrarás entre los escombros de su eco
algunas cosas que extraviaste
las largas, largas mañanas
la candidez feroz de las promesas
una abuela, un abuelo, tus primeros libros, un perro
la omnipresencia del consuelo.
Pero así como una ola revienta
y se deshace
para regresar a las entrañas del océano
con esa misma infranqueable voluntad que es su mandato
la voz soltará tu mano
cerrará la puerta de aldaba
y en la noche del tiempo
hundirá sus alas.
Éramos una multitud, los solitarios
—Juventud—
Piedra
sobre
piedra
sobre
piedra
edificábamos nuestros presagios
con el mismo material
de un mismo sentimiento
con la misma estructura
de un mismo hombre.
Chuleado
—Adultez—
La satisfacción de caminar descalzo
sobre los cristales rotos que dejaron
alguna vez en mi alma
las carencias y los miedos
Chuleado.
El carácter para despedir sin aspavientos
a las tempranas promesas
que le incumplieron a mi vida
Chuleado.
La comprensión de que a todo el mundo
de cuando en cuando
le urge ser escuchado
Chuleado.
La capacidad para creer en todo
y al mismo tiempo
no creer en nada
Chuleado.
El aprendizaje de que solo el futuro
sabrá lidiar con calma
con los problemas del pasado
y que por tanto las angustias
del presente
no son distintas a cicatrices
que arden
sanan
y se desvanecen
pero
así mismo
que
dicho aprendizaje
es inútil
en el instante
en que asoman nuevas dificultades
Todo eso chuleado.
Que carecer de compasión arruina el alma lentamente
Que se equivoca quien reduce a los demás a sus tragedias o a sus privilegios
Que lo menos sorprendente en alguien son los matices de su oscuridad
Que las existencias de amor dentro de cualquier espíritu son inagotables
y que por tanto podemos desperdiciarlo cuanto se nos venga en gana
Chuleado
chuleado
chuleado
y chuleado.
Odisea espacial
—Vejez—
Observo.
Agacho desde aquí
la mirada
hacia el devastado jardín
de la impermanencia.
Torbellinos anaranjados
arropan la noche
del edén en ruinas
un fantasma que lo engulle todo.
El análogo Samsara
de cintas magnetofónicas
en que nací.
Frecuencias y corrientes electrónicas
ríos primordiales que tallaron mis relieves.
Las pantallas-espejo
los amores-revolución
las biblias-monstruo de la era líquida.
El odio devorando al amor
un lobo sobre un cordero
y tras su cena insaciable
el odio devorado
por la irremediable urgencia de amar
de nuevo.
También la Medusa del holograma final
sus tempestades de escasez
sus estocadas contra la médula de la eternidad.
Todo
absolutamente todo
se desvanece
bajo el peso elástico del tiempo.
En la espuma de la nada
gira ella
tan azul
tan pequeña.
Su danza espacial
tan obediente
tan callada.
Nadie aúlla ahora en sus entrañas
nadie caza
nada agita sus alas
nada sueña y nada despierta.
Dioses sin peregrinos
constelaciones sin poetas
un futuro sin historia.
Observo.
Levanto desde aquí
la mirada
hacia el abismo.
¿Qué más queda?
Errar en el desierto universal.
Beber la savia perpetua del cosmos.
Autor: Gabriel Nieto
Nació en la ciudad de Popayán, Colombia, en marzo de 1977. Alucinado por los relatos que encontró en los libros que habitaban la biblioteca de su abuelo, empezó desde niño a escribir historias que vendía por valor de diez pesos a conocidos y familiares. Se graduó en el año 2000 como comunicador social y periodista de la Universidad Autónoma de Occidente, en Cali. Después se trasladó a Bogotá, donde trabajó durante una década como editor en la Mesa América de la Agencia Efe. Actualmente se desempeña como periodista independiente y dedica la mayor parte de su tiempo libre a la escritura.
Imagen de Leonardo Lamberta
Se puede ver su trabajo en @leolamberta y acá
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