En siete centímetros escribo un orgasmo (Adelanto para degustación)
Ella y la otra ella
Esa mañana sin preámbulo alguno me desperté montada por mi lasciva compañera. Apenas abrí mis ojos sin llegar al buenos días lamí mis labios y apretándolos le sonreí. Ella pasó su mano por mi espalda desnuda, se subió sobre mí que me encontraba boca y pecho abajo. Acarició mi cola y comenzó a frotarse decididamente contra ella. Me encontraba inmóvil, podía sentir mi largo cabello acariciando mi cintura y sus vellos frenéticos en mis nalgas. En su subir y bajar ferviente con una de mis manos libres, acaricié su culo y de un golpe seco, excité su galope, ella con su intenso gemido confirmó la acertividad de mi acción. Tomé como pude su glúteo con mis dedos como pinzas, agarrado al borde de su aro divino, seguí el ritmo de sus fricciones e intenté llegar un poco más adentro pero ella quería el control, así que tomó mí muñeca y extendió mi brazo por encima de mi cabeza, sosteniéndome con firmeza, bastó con dos o tres fricciones más para sentir su exquisita flor desbordando, su leche ardorosa sobre mis nalgas siguió fielmente las curvas y pliegues hasta encontrar el cauce de mi humedad. Se recostó sobre mí y pude sentir su corazón desesperado, acabó mojando todo mi cuerpo con su sudor y gimió sin aliento en mis oídos. Apenas pudo soltar unos apacibles sonidos que se mezclaban entre dolor, placer y agotamiento. Dolor por saber que es una muerte rápida, milimétrica en la vastedad del tiempo, que viven ardientes estos cuerpos. Y por saber en algún lugar de sí, que ese placer, es el suspiro/aliento de su alma.
Los sonidos de su cuerpo me calentaron todavía más que todo aquel arrebato. Ella se acostó a mi lado mirando el techo y yo endemoniada por tanta lujuria ahora me subí sobre ella apoyando mi vulva empapada contra la suya, ella acariciaba mis tetas contra las suyas al mismo tiempo que pellizcaba nuestros pezones unos sobre otros, mis nervios estaban en punta no quería dejar de sentirla toda, cuerpo a cuerpo en ese desprolijo revuelco entre las sábanas.
Nos miramos a los ojos, ardían de tanto deseo. Levanté mis caderas liberando su movimiento y eligió alcanzar mis tetas con su boca, me volvía chorreante licor entre sus lamidas y suaves succiones. La artesana de mis placeres, dispuso como una ofrenda su mano, al costado del cuerpo y sin dudarlo, la aprese entre mis piernas y mis labios… podía sentir la punta de su dedo hundirse en mi almíbar mientras me corría dulcemente. La frotación se volvió fuerte y dura como la punta de mi iceberg clítoriano y como una posesa mi pecho se levantó arqueado hacia atrás y grité, grité desesperada, en ese limbo, entre profundamente feliz y doliente por intuir la proximidad de un final, mientras el placer me inundaba de risa y llanto.
Ella me miraba con encanto y yo mantenía presos sus dedos contra mí, me hice a un lado, me acosté con los pies apoyados y las piernas abiertas, ella inmediatamente volvió a tomar el mando y se hundió con su lengua en la cascada espumosa de mis deseos, relamió sus labios y deglutió como quién firma un pacto de sangre me miró fijamente penetrándome con sus largos índice y medio, esos dos maravillosos dedos que llenaban mi cavidad. Sabiamente, manejó el ritmo justo para mi pulso transportándome a un éxtasis sublime. Podía sentirla en mi bajo vientre. Ahora adentro y toda en mí. Mis ojos brillaban y mis labios ardían, ella chupaba mis dedos con su boca y yo los suyos con mi vulva, mi vagina y hasta la pared más alta de mi útero, estremecía de placer otro estallido volcánico nos propuso un stop entre lácteas savia y saliva.
Esto que estás leyendo es un adelanto de la Plaquette En siete centímetros escribo un orgasmo publicada recientemente por Ediciones Frenéticxs Danzantes.
Autora Eris Victoria
Me llamo Eris soy isleña Entrerriana nací en la rivera del Río Salto del paraíso y crecí en el río Paraná. Actualmente vivo en el Delta de Tigre provincia de Buenos Aires. Soy artista y productora escénica, activista lesbiana, Astróloga, lectora y escritora de oficio.