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Un Borde


¿Qué hace un hombre cuando el mundo entero se desmorona? ¿Cuando todo aquello que consideró cierto se convierte en borroso? ¿Cuando siente que el suelo comienza a caer, el cuerpo flota sin control, el techo se desploma y las paredes se acercan amenazando aplastarlo? ¿Cuando el corazón es un ente ajeno que lo invade y lo sacude desde adentro del pecho? ¿Cuando el zumbido en los oídos alcanza tal presión que el cráneo entero comienza a vibrar? En esas circunstancias, un hombre se corta las uñas. Se dirige al baño, abre la canilla y espera hasta que el agua se entibie. Se arremanga prolijamente la camisa celeste hasta los codos. Toma un cepillo y lo frota en jabón blanco de aroma suave. Se cepilla las uñas delicadamente, poniendo atención en recorrer cada una de ellas de izquierda a derecha al menos tres veces antes de pasar a la siguiente. Deja las manos en remojo durante dos minutos para que se enjuague hasta la última partícula de jabón y se las seca con una toalla azul con arabescos grises. Enjuaga el cepillo procurando no salpicarse los dedos y lo guarda en un cajón. El dolor de cabeza no ha desaparecido. El centro del cerebro es un nudo de fuego. Pensar con claridad le resulta imposible. La higiene parece ser un buen plan de escape para evitar que la realidad lo hunda. Evasión, distracción, salvación. No mirar a lo lejos (eso provocaría mareos), concentrarse en objetos cercanos y concretos. Concentrarse en las cosas y no en las ideas. Tratar de no pensar. Las líneas blancas que indican el punto donde las uñas se separan de la carne del dedo se aprecian con total claridad. Toma el alicate del cajón superior y camina dos pasos hasta el inodoro, levanta la tapa. Odia que los residuos caigan al piso. Empieza por el meñique derecho y, con lentitud y precisión, corta siguiendo la forma particular de cada dedo. Antes de pasar a la otra mano observa (cerca, siempre de cerca) que el trabajo esté prolijo. Retoca aquí y allá y cambia el alicate de mano. En la habitación contigua su celular está clavado contra la pantalla del televisor. Si alguien le preguntara, el hombre no podría recordar que lo arrojó ni afirmar que no lo hizo. La puerta del recinto está trabada por dentro. La llave está en la cerradura, girada una vuelta y quebrada. Sin embargo, algunos ruidos se filtran desde el exterior. Son acusaciones cruzadas. Voces nerviosas de personas que se esfuerzan para no gritar. Intentan mantener la compostura y para ello se valen de una bien ejercitada hipocresía. Si el sentido de esas palabras llegara hasta el hombre que se corta las uñas, él se desintegraría. Un borde. El límite de la razón. Lo que un hombre puede soportar antes de caer en el abismo. Antes de la soledad y la depresión. La fina línea que lo separa del olvido. Un hombre se distrae y aparta la mirada de las manos. Ve su figura en el espejo, las comisuras de los labios caídos, las hondas arrugas en la frente, el pelo revuelto como el de un loco. Un temblor se apodera de su cuerpo, las manos se sacuden, el alicate cae al inodoro. Los restos de uñas flotan. Un hombre se hunde en sí mismo.

 

Autor del texto y la imagen: Juan Keller

Músico, escritor, ingeniero electrónico, nihilista. Miembro fundador de la banda Las Flores del Mal con la cual grabó los discos Plasma (2002), Orgánico (2011) y Bi (2014). Otros proyectos musicales: Nihilism Forever, Fleshvision y una serie de EPs solistas titulados Híbridos. Administra el sitio www.sondarecords.com. Autor de una novela inédita: Dogma y ficciones breves que pueden leerse en su sitio web. Sus cuentos han sido publicados en los diarios Los Andes, El Otro y en la antología de ciencia ficción Paisajes Perturbadores.

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