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El mayor especialista sobre Francisco Ramírez


En 1990, leí por primera vez a Francisco Ramírez. Recuerdo muy bien la fecha porque ni bien pasé la primera hoja de su novela, me resultó antiestético. Su economía del lenguaje y la falta de términos llamativos me desagradó muchísimo. No sé cómo llegué a su literatura. Pero puedo decir—con tristeza, pesadumbre y un dolor infinito en el corazón—que no era lo que yo esperaba. Años más tarde, después de escuchar cuidadosamente a los críticos literarios, decidí darle una nueva oportunidad a su obra. No fue tarea fácil. Sin embargo, esta vez, vi que había algo allí que resultaba medianamente interesante. Desde ese día, me autodenominé su mayor especialista.

Hace unas semanas, se presentó su última novela. Según sus seguidores, esta transformará por completo la literatura peruana contemporánea. Nunca había visto una entrevista ni presentación suya, así que fui para conocerlo y también para decirle que conocía toda su obra literaria. Pero creo que, por motivos de descoordinación, el autor no había asistido, o algo así me pareció oír mientras buscaba un asiento. Por esa razón, los encargados pusieron a un completo desconocido en la mesa. Este señor empezó dando datos biográficos del autor totalmente equivocados. No pasó mucho tiempo hasta que me vi en la obligación ética y moral de levantar la mano para explicarle que estaba diciendo un disparate sin sentido. Los demás asistentes se rieron, y la charla prosiguió. Nadie me hizo caso. El señor dijo que en la novela podía verse una clara influencia con una serie de autores que yo no había escuchado nunca. Una vez más, levanté la mano para explicarle que estaba equivocado. Esta vez, el público ya no se río. Pensé que por fin habían comprendido que yo era una mente prodigiosa, y que, si había asistido, era para hacerles un favor e instruirlos. Pronto vi cómo algunos me miraban con rabia, y otros, incluso, murmuraban entre ellos. El señor sonrió levemente, y continuó con su exposición. Comentó cuál había sido el propósito de la novela y cuáles habían sido las dificultades. Esta vez no me aguanté, y me levanté de un salto de mi asiento. Le grité furioso que sus declaraciones eran incorrectas, que su ignorancia se extendía hasta el infinito, que no tenía ni puta idea de lo que estaba hablando, y que era muy probable que fuese la primera vez que leía un libro en su vida. Dos encargados del evento se me acercaron y me exigieron que me retirase del auditorio. Estaba rabioso. El público inculto me abucheó en todo momento. ¡Me estaban faltando el respeto! En la puerta, uno de los jóvenes que me sacó a empellones me dijo que el señor que estaba en la mesa era Francisco Ramírez y que yo era un completo imbécil. No daba crédito a lo que escuchaba. ¿Qué iba a saber ese muchacho quién era Francisco Ramírez?

 

Autora: Priscila Arbulú Zumaeta

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