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Lo que me contó Zulma es que Romina está gorda. Tiene las caderas grandes, el culo grande, las tetas gomosas, sus brazos están anchos y su piel seca, seca, seca. No sólo eso, la otra noche se encontró con mi hija y con la loquita rubia de los Pereira. Claro, ellas fueron compañeras de secundario y del magisterio. Todavía se juntan cada tanto para salir a los bailes. Todavía están todas solteras ¡Será de Dios! No son tan jóvenes, pero hoy es hoy, nadie cree en el matrimonio. Y mi hija es una mujer de carrera, independiente y no tiene tiempo para pensar en críos, aparte sus alumnos la cansan mucho. ¡Pobrecita!, viene agotada. ¿Qué te estaba contando? Ya recuerdo, de Romina. Romina había tomado unas copas y le contó a Zulma que perdió un hijo este año. Y que estaba muy deprimida. Por eso debe ser que empezó a comer y a engordar. Así no va a conseguir novio, aunque mi hija me dijo que Romina tiene uno. Supongo que debe ser el padre de ese suceso terrible. Yo un poco la entiendo. Cuando a mi hermana la obligaron a quitarse...bueno, es algo que mi familia calló. Yo me enteré en su despedida de soltera. Maite lloraba y lloraba cuando me confesó que había estado embarazada en los primeros días de su último año de bachiller y que, como el noviecito se rehusó a hacerse cargo y casarse, mi padre le consiguió un médico discreto y se deshicieron del asunto. Con los ojos celestes casi transparentes y todo su maquillaje corrido me dijo: "Se deshicieron de la vergüenza". Ya en ese momento también confesó que no quería nada a Raúl, su marido. Se casaba porque él le había prometido que la sacaría de casa y que viajarían. Años después quisieron tener un hijo, y lo tuvieron; dice mi madre que esa fue una venganza. Mi sobrino, para que sepas se llama Martín, que creo era el nombre de ese noviecito.

Qué decirte de ese supuesto Martín. Yo tengo muchos años menos que Maite y no sabía qué sucedía en casa. Lo que te voy a contar no es más que una idea que yo armé de cosas de acá y cosas de allá. Cosas que alguna vez escaparon de la boca de Maite y otras de mamá. Otras de Andrés que siempre está callado pero que, como tiene casi la misma edad de Maite sabía. Y según entiendo ese Martín era amigo de Andrés, también. ¿Sabés que Andrés, no? Mi hermano. El que viajó a Italia y se quedó allá. Bueno, te decía, Martín era un chico que no iba al colegio. Sus padres tenían un taller de cosas decorativas para la casa en Barracas. Y él se la pasaba trabajando ahí y en otros lugares. Pero iba a bailar a la misma zona que Maite y ahí se conocieron. Porque del barrio no se iban a conocer, nosotros siempre fuimos de Villa Luro. Mis padres eran muy estrictos con Maite. La llevaban y traían cada vez que le daban permiso de salir. Esa noche, me parece que le pidieron a Andrés que la acompañe a ella y a sus amigas, y será que él lo invitó a Martín. No sé, digo, porque mi hermana ni salía. A mí tan cortita no me tuvieron, pero tampoco era de querer salir. Me gustaba coser y leer, quedarme en la casa.

Una vez Maite me mostró un diario donde hacían una nota a un conjunto de jazz. Me dijo que un amigo suyo estaba haciéndose famoso y me señaló la nota. Creo yo que era de Martín de quien hablaba. Ella cuando dijo eso, beso a Martincito bebé en la frente. Recuerdo que era un verano cuando se mudaron a Villa del Parque, a esa casota que hoy no existe. Y también hago mi hipótesis de que Martín era músico porque hubo unos meses en que mamá y Maite discutían porque ella quería estudiar piano profesionalmente y mi madre, obviamente, se negaba a que fuera una bohemia. Esa clase de ideas a Maite solo se le podrían haber metido por culpa de Martín. A veces me gusta pensar que cuando ella salió a Palermo a festejar el último día de la primavera como estudiante, estaba feliz porque había estado entre flores y canciones que Martín le componía especialmente. ¡Si te digo que yo la vi llegar a la tardecita con unas flores hermosas y nada dijo! Explicó que el abuelo de una de sus amigas les regaló un ramo igual a cada una, pero cuando estaba en la habitación tarareaba una canción desconocida y bailaba contenta. Es el único recuerdo de Maite feliz que tengo. Después vienen sus llantos; y luego,vos ya sabés.

 

Autora: Mariela Coronel Silva

Hice mi secundaria en el Mariano Acosta, en el barrio de Balvanera, el mismo que cursó su magistratura Julio Cortázar, mi autor favorito en mis inicios. Fui a un taller de escritura a mis 17 años. Estudié Letras y no la terminé. Tengo 35 años. (No se me ocurre qué escribir de mí como biografía)

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