Punteo para un cuerpo

El ojo
El derrotero palpitante y cartográfico
que hacen los vasos sanguíneos
rodeando el ojo
cuya pupila tiembla
frente a la luz del siglo,
y alrededor, abajo, arriba,
la muerte mínima de nuestras sombras.
La piel
Toda la piel marcada
con el fuego tranquilo
de una falta,
con el sulfuro del ahogo del
silencio. Debajo de la piel, los años:
nuestra injuriada piel curtida,
y abajo laten los años y las horas
de los años.
Las manos
Un par de manos fuertes para desgranar
la tierra, para buscar, en el silencio
húmedo y fresco y
vital
del suelo, la piedra que faltaba
en los frasquitos con polvo de los estantes.
Para frenar caídas, estas manos.
Para frotar los ojos rojos, estas manos.
Para desgarrar el suelo.
Y si ajamos, como ayer, si abrimos,
con estas manos, surcos en
la tierra, será para mirar después,
atónitos, esos pocitos inexplicables,
como se mira un pájaro volando solo
o un pez agonizando bajo el sol,
saltando y agitándose en el muelle insólito.
El tacto
Paso la mano por la mesa de madera y algo
se desata en consecuencia:
la noción de una textura,
la irregular cara visible de un sistema frente a mí,
sumado por supuesto a un leve
desequilibrio térmico entre mi carne y la madera.
No deja de asombrarme que,
en rigor, si no me miento,
me es imposible explicar este objeto
discontinuo, limitado y móvil, llamado mesa.
Y si no entiendo qué pija es una mesa,
menos puedo decir de este otro
objeto discontinuo, limitado y
móvil,
llamado cuerpo.
Autor: Nicolás Ricci (Buenos Aires, 1988)
es autor de poesía, narrativa y ensayo. Labura desde hace unos años dando clases de forma independiente. Ha participado en varias publicaciones literarias online, entre ellas las revistas Symploké, Kundra y el blog Palabras Amarillas. Ha dirigido algunas otras. En 2017 obtuvo el premio Leónidas Lamborghini en el primer concurso literario de la Localidad de Hurlingham.
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