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Huele el corcho, siente la infinidad de aromas, cierra los ojos y solo siéntelo, deja que el olfato inunde los demás sentidos al punto que la imaginación estalle.

La exquisitez está para apreciarse y créeme, no todos tienen esa… como llamarlo… esa habilidad para deleitarla en su totalidad. Esta noche, nuestra noche, apreciaremos juntos esa exquisitez.

En compañía de Tartini y el diablo con su sonata, no podría ser más especial, digo, es una noche sin luna, estamos a la luz de las velas y ese violín suena pasional, como si danzara por toda la habitación hasta posesionarse de nuestras neuronas, es tan encantador y a la vez agotador, pero esa sensación de júbilo hace que nos transporte a esa escena donde el diablo le susurra recelosamente las notas.

A veces pienso que el diablo nos susurra a todos sus más fervientes deseos y que solo unos pocos prestamos ansiosa atención y muy prestos sin chistar le hacemos caso, tal vez para retar a nuestra divina humanidad. Porque, aunque no lo creas mi estimada, nuestra humanidad es tan divina como el coro angélico.

No creas que me he embriagado con el primer sorbo de vino. Solo estoy divagando. Puede que este monólogo suene aburrido, pero no tiene sentido negar nuestros básicos instintos, como tampoco lo tiene el negar que existen ciertas fuerzas que de alguna u otra forma inciden en nuestro comportamiento.

La maldad, mi joven invitada es simplemente el más bajo deseo libre y es el demonio que llevamos en nuestro interior que le quita las odiosas cadenas.

La sonata de Tartini es el demonio interno hablando; mi querida, la maldad también puede alcanzar las más bellas notas… ¡la exquisitez! ¡la exquisitez, mujer!, como tu exquisito olor, como tu exquisita presentación.

No todo lo horrible es feo, siniestro y fétido… no… lo más perverso también puede ser hermoso y verse más imponente que el mismo empíreo, presentarse bajo la forma de un precioso ángel. ¿Recuerdas lo que me dijiste la primera vez que me viste a los ojos?, dijiste: “eres el mismo Lucifer, con las fachas de un arcángel y el fondo tan perverso…”

Entonces, ahora puedes darme la razón que lo exquisito no siempre se relaciona con lo hermoso, lo bueno y la luz que emana del paraíso perdido.

La exquisitez… eso es lo mío, tengo buen ojo para ello y mi paladar me lo confirma, siempre me lo confirma y mis invitados terminan por comprobar que el ojo del depredador tiene buen tino, porque, así como no todos le hacen caso al susurro demoníaco, no todos tiene esa habilidad de reconocer lo exquisito.

Espero que no te esté aburriendo, pero ya sabes, una buena conversación ameniza la cena y esta cena es especial, porque desde hace mucho tiempo estaba esperando por ti, a que estuvieras aquí, conmigo en la misma mesa.

Lo supe desde que te vi en el museo ese día, tus formas, tu piel, tu olor… supe que tenías que ser para mí, solo para mí… mi más ferviente deseo era probarte toda y tenerte dentro muy dentro de mí.

Y ahora estás aquí, escuchando atentamente lo que digo, estás acompañándome esta noche en el lugar donde todo finalmente debe ser consumado… irónico, ¿verdad?

Te hice totalmente mía, consumí tu alma, tu mente y ahora consumiré tu cuerpo, y mientras pruebo cada parte de ti, rememoraré cada momento juntos desde que te traje aquí, recordaré con excitación cada grito, cada maldición, cada mueca de dolor y asco.

Mientras tu carne baja por mi garganta, recordaré esa mirada de espanto cuando empecé a destazarte viva, mientras lo veías todo a través del espejo, mientras suplicabas que te diera un tiro en la cabeza porque ya no soportabas el dolor.

Recordaré cada instante de tu preparación, del olor de tus vísceras al primer hervor, de como dejé caer delicadamente tu carne en la bandeja que adorna la mesa y del rosal que sembré encima de los restos que sepulté en el jardín.

Te dije que esta cena era especial, te dije que serías la sensación… como entrada principal para comprobarle al mundo una vez más que los depredadores tenemos el instinto para captar de una mirada de soslayo a la presa más exquisita, a la presa que representa todo lo frágil, lo sacro, lo puro…

Mi demonio me susurra que la exquisitez lo es todo para probar a fondo la maldad de mi propio infierno.

 

Autora: Angelique Reid

Bogotana, criminalista de profesión y escritora por pasión. Me gusta escribir líneas delirantes, desbordantes que tratan de explorar los oscuros rincones de la mente psicopática, pues creo que desde allí pueden nacer historias que chocan con la realidad y exponen al lector a que muchas veces la ficción es muy real.

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