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Sentido común


El siguiente cuento intentó ser un homenaje a Alfred Hitchcock.

Lisa entra con estupor, valentía y con falta de sentido común, al departamento. Lo de “falta de sentido común” es algo de mi ocurrencia, pero yo no soy el indicado para hablar del sentido común ajeno. Mi profesión no es para gente con sentido común ortodoxo, en esta profesión, el que piensa, no hace: soy la clase de fotógrafo que sobrevive en la selva comiendo ramas o frutas cuyo nombre, nos es desconocido a todos los de occidente.

Ella ya avanzó hacia la habitación, ya revisó las cosas. Estamos trabajando en conjunto para demostrar que el dueño de aquel departamento asesinó a su mujer; de algo tienen que vivir los diarios y el tipo de fotógrafos a los que pertenezco.

No sé que encontró, por lo que puedo suponer desde aquí es un anillo (¿La alianza de matrimonio? ¿Por qué no la está usando? Creo que mi sentido común está comenzando a funcionar). No, no puede ser. Se supone que lo tendríamos afuera al menos una hora. ¿Por qué volvió? Creo que esto fue una pésima idea. Ella está a dos habitaciones de distancia. ¿Volverá a hacer lo que hizo para entrar? Sí, evidentemente hay una solución circular a esto: repetir lo mismo de antes. Ya salió por la ventana, detectó el aire acondicionado y posó sus zapatillas deportivas en la superficie. Qué suerte que no estamos en los ’50, no me parecería verosímil ver a alguien hacer lo que hizo ella pero con tacones y vestido. Probablemente, esta escena haya sido hecha.

Ella ya llegó al pasillo, probablemente podamos tomarnos algo después de esto, como hacen los personajes cinematográficos en los finales cliché, aquellos que les gustan a los que llenan su biblioteca de libros de esoterismo y autoayuda.

No, por favor no. No me habría molestado la escena cliché, ese que termina con los dos protagonistas besándose después de que una bomba explota detrás de ellos. ¿Justo ahora tenía que alcanzarla? ¿En la puerta?

***

Llamé a la policía. Llegan en cinco minutos, tiempo suficiente para que él la mate. Mis ojos se llenan de lágrimas al ver que ella muere por quedarse sin aire luego de varios minutos de que aquel misógino la ahorcase. Ahora llegan ellos, los de azul. Y mi foto es esta, una mujer caída en el suelo y un malhechor gritando en un arrebato de su propia enfermedad. La segunda foto muestra a tres policías inmovilizando al asesino, dado que entienden que sucedió. La historia termina con un asesino demostrado asesino por su segundo crimen, cuando en realidad queríamos demostrar el primero. Si llevamos esto a la historia, no es la primera vez que pasa. Lo único que cambia es que hoy las fotos son a color y el morbo nos lo dan las redes sociales, no la vecindad.

 

Autor: Brandon Barrios

Nació el 13 de Julio de 1998. Desde pequeño, desarrolló un gusto por las humanidades, tanto es así que actualmente estudia filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Ha sido nominado y ganador en algunos concursos literarios menores, como por ejemplo, el concurso literario del Colegio del Arce en el 2013 y en el 2016. Espera publicar algún día una colección de cuentos, de la cual podemos decir que el título es el mayor de sus problemas.

Imagen de Juanjo Fernández

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