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Catalogador de galaxias


Fue su decisión. Nadie lo obligó a lo que a él le daba el mayor de los placeres y que para otros, tal vez fuera una tortura.

Con su cuerpo de sílice especialmente preparado para la tarea, ahora trasmite desde los bordes del cúmulo estelar septentrional de la estrella Arcturucs.

Ciento cincuenta años lleva en su labor. Sabe que las reservas de su flujo de vida, gracias a la tecnología de los Antarianos, rozan los quinientos mil años. Por otro lado, según él nos contó, sacó la cuenta de que si catalogaba unas quinientas por cada día de Andrómeda y llenaba su ficha con todos los datos para luego reenviarla a las cincuenta y tres estrellas interesadas en su trabajo, tal vez pudiera catalogar cincuenta millones de colosales galaxias.

Su estación espacial no es muy grande, pero sí lo suficiente como para no aburrirse. Es de estilo laberinto, en las que uno, aun conociéndolas, puede desaparecer en sus entrañas por largo tiempo, hasta encontrar de nuevo el camino.

La estación es de forma cilíndrica, de no más de doscientos metros de largo y treinta de diámetro. Suficiente para tener una centena de recovecos y habitaciones que, con tecnología holográfica, como los que existen en cualquier selva de las estrellas interesadas en el proyecto, te hacen sentir en un pequeño mundo lunar, lleno de vegetación.

Si uno se encontrara ahora mismo en su lugar, como nosotros mismos podríamos, vería mucha oscuridad desde las ventanas de su cabina preferida. También cuenta con otras cuatro, en total, cinco, todas diferentes. Pero aunque, en apariencia son incomparables unas de otras con muebles de culturas muy diferentes, también son funcionales a la tarea que él lleva a cabo. Para que ustedes se den una idea de las confluencias culturales entre las cinco cabinas, daremos el siguiente ejemplo: en una, se ve una manija para beber líquido, en otra de las cabinas de trabajo, el mismo artilugio es una esfera traslucida, que brilla al tocarla.

Pero ¿Por qué tanta complejidad y lujo? , podría preguntarse alguien.

Digamos que los interesados son suficientes, y saben lo que los largos períodos pueden llegar a provocar en la conciencia… En otros términos, para que quien, en su libre albedrío, ha elegido esta tarea no se vuelva loco y, con ello, se pierda la misión.

Otro podrá preguntar: ¿Por qué una persona sola en una estación espacial haciendo este trabajo?

Porque las culturas que introdujeron a esta persona siguieron este flujo de vida desde años antes de su nacimiento y saben que es la indicada.

Otro integrante de este público eterno y atemporal podrá preguntar también: Pero ¿Por qué estar solo?

En realidad todos estamos solos en el Universo. Los demás pueden estar cerca del cuerpo pero separados por años luz de nuestra conciencia. En definitiva, para que esta persona se concentre más en su tarea y, porque, la soledad es parte del experimento.

09. X .120. 6574 Fin de trasmisión…

 

Autor: Lucas Alonso

Lucas Miguel Alonso Amorin nació en la ciudad de Buenos Aires en el mes de Julio de 1974. Mientras cursaba la carrera de Arquitectura Naval en la Universidad de Quilmes encontró su verdadera vocación y dio comienzo a la novela: La Máquina de la Vida, la cual editó de manera independiente en Buenos Aires en el año 2008. Luego siguieron varios libros: Una Construcción Simétrica, 2011 por Milena Caserola y El Asunto, entre otros.

En 2012, por el libro “Una Construcción Simétrica”, fue invitado al programa Noche tras Noche de Tom Lupo por Radio Nacional.

Otros libros: “Laberinto”, 2012. “Historias de la Máquina de la Vida” 2012. “La Vida con Un Duende” 2015. “Flores del Planeta Amarillo”, 2015. El autor es parte de la Feria del Libro Independiente FLIA. A veces está de columnista en radio La Tribu 88.7 FM y también tiene un programa de radio: “El Metro de Terciopelo’’, por Radio Unydos FM 99.3.

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