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El grito rompió el silencio de la noche, espantada, la mujer se levantó de la cama de un salto y corrió a la habitación contigua. Al entrar escuchó los sollozos.

¡Mami, mami!, tengo miedo… -se aferró al regazo materno.

¿De qué?

De cuando esté viejita y muera, ¿iré al cielo? ¿Estarás conmigo?

¿Por qué piensas en esas cosas? –su tono calmado mientras acariciaba la cabecita de su hija.

¿Por qué no? ¿No me pondré viejita?

Algún día.

¿Estarás conmigo?

No lo sé.

¿Morirás después de mí?

No hablemos de eso

¿Por qué?

No es un tema bonito

¿La muerte es un tema feo?

Yo también tengo miedo –una respuesta evasiva.

¿De qué?

De cosas

¿De qué?

Eh…

¿También temes morir?

No, eso no.

¿De qué?

A dormir ya –la orden fue obedecida a regañadientes.

¿De qué? –insistió la vocecita una última vez antes de cerrar los ojos.

No quiero hablar de eso…

¿A qué le tienes miedo? –la pregunta en su cabeza era un eco incesante.

Suspiró mientras acostaba a su hija, tras darle un beso en la frente se levantó de la cama y fue a la puerta. Detenida en el umbral volvió su mirada. Vislumbró la superficie lisa de la colcha de ranúnculos dorados que tejió durante el embarazo, desde entonces habían pasado cinco años. La respuesta estremeció su cuerpo. Su peso demoledor aún tenía el poder de hacer trastabillar su mente. Los medicamentos sobre la mesita de noche se burlaban de ella, le decían “era inevitable”. Esa noche, al igual que las anteriores, no durmió.

 

Autora: Esperanza Ardila B.

Antropóloga. Aficionada a la literatura. Autora de artículos académicos y del cuento “Estremecida”

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