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Luego del insomnio llegó el amanecer. La rutinaria mañana comienza a discurrir normalmente. Los primeros fulgores del día y con ellos los primeros síntomas de consciencia. Un despertar consciente que inmediatamente después de las primeras actividades matutinas va en búsqueda de esa necesidad ontológica, de esa satisfacción plena, de esa demanda y exigencia del ser que propicia al señor Argentino una apacible y segura comodidad: La Noticia.

Discípulo y víctima de generaciones y generaciones de sujetos demandantes de La Noticia que han sido pensados, sujetados e interpretados por largos años, Argentino se siente contenido, seguro, resguardado en el amparo solemne y verídico de Ella. No le guarda ningún rencor, no la contradice; Ella lo completa, lo guía, lo nutre; le ofrece una mirada ubicua sobre los hechos, sobre lo que fue, lo que es y lo que será con total y eficaz certidumbre. Ella no comete errores. Ella opera para salvaguardar a la sociedad, para defender a ciudadanos ejemplares y prototípicos, para mantener el preciado orden profano y divino, en fin, para alejar todo sentido de irreverencia y de anomalía que subvierta el estado natural de las cosas.

Argentino hará todo lo posible para que La Noticia conjugue los verbos que él quiera escuchar, los imaginará, los proyectará, los deseará; y La Noticia se dejará seducir por ese anhelo medular de Argentino. En una especie de relación simbiótica, ambos ejercen una perfecta conjugación de intereses. Si esta unión armoniosa parasitaria fracasara, ¿qué sería de la identidad de Argentino?¿Cómo la reconstruiría? ¿Haría una recapitulación exhaustiva de La Noticia ahora que se ha puesto en duda el vínculo biológico con Ella?

La ruptura llegó. Pese a que todo pronóstico escéptico era inexorable. Sin embargo, la disociación no llegó por voluntad del señor Argentino ni mucho menos; fue la misma Noticia que desde sus entrañas creó un universo completamente inédito y causó terribles malestares y tormentos en la subjetividad de nuestro noble ciudadano Argentino. Ella comenzó a articular palabras que, para sorpresa ingrata de Argentino, contenían explicaciones, aportaban razonamientos, argumentaban causas, criticaban hechos —antes que nada— desnaturalizaban.

Día tras día, Argentino buscó exhaustivamente esas palabras que lo suscitaban de placer. Su empresa fue estéril. Sentía que se desvanecía. Su aspecto era deplorable. No encontraba lógica alguna. “No quiero el por qué de las cosas, quiero que me devuelvan mi comodidad” se repetía exasperado todas las mañanas. Maldecía con furia a este nuevo accionar de La Noticia.

Ella ya no le decía que un grupo de decentes ciudadanos por obrar en defensa propia, habían reducido a un criminal, lo ajusticiaron en plena vía pública, y lamentablemente por un exceso de fuerzas, el sujeto reducido murió desangrándose en pleno acto. Al fin de cuentas, fue un acto de justicia ciudadana por la falta de leyes rigurosas o políticas de seguridad más severas. Ella no le imponía explícita e implícitamente más y más seguridad, más mano dura, más control coercitivo de las fuerzas. Ella no sentenciaba que esa era la solución. Por el contrario, ofrecía argumentaciones acerca de la funcionalidad social y económica que cada individuo ejerce en la sociedad; que esa funcionalidad no es una construcción arbitraria ni mucho menos ingenua, sino metódicamente planificada para mantener a cada sujeto en el lugar que le corresponde, consolidando, de esta manera, un sistema repleto de contradicciones e inequidades. Explicaba que la igualdad de oportunidades es un discurso fallido que justifica la desigualdad. Proponía que la exclusión social genera violencia y que esa violencia se manifiesta en hechos delictivos, por lo tanto, La Noticia planteaba actuar sobre las causas de esa cadena de violencia en la que están inmersos los sujetos marginados. Actuar de manera preventiva, actuar con educación, con integración social. Sostenía un juicio crítico sobre la importancia del contexto en el cual el sujeto crece, lo determinante que puede ser para alguien crecer en tal o cual contexto socioeconómico. En fin, sustentaba que en general los mismos delitos se repetían una y otra vez y eran cometidos por sujetos de una misma franja etaria, de una misma condición social y de un mismo marco contextual marginado y despreciado por la elite política y económica, y por sobre todas las cosas (esto casi descompone al señor Argentino) por la misma clase media.

Argentino anhelaba aquellos tiempos en que La Noticia se jactaba de su complacencia y de su acatamiento sin discusión o crítica alguna. Ahora ya no era lo mismo. En vez de mostrarle los índices de inflación, la baja o suba del dólar, cuánto es el salario mínimo, cuánto cuesta la canasta básica familiar, cuánto acordó tal o cuál gremio en las paritarias, cuánto subirán los impuestos este año, La Noticia, por primera vez, le mostraba al señor Argentino otros caminos. Caminos que lo ayudaron a vislumbrar que la inflación es un impuesto oculto en la sociedad, que es el incremento continuo de la oferta monetaria para cubrir los cargos de los intereses, y de esta manera, mantener el sistema funcionando. Intereses que nunca van a poder pagarse totalmente porque exceden a la totalidad del dinero creado. Así, se incrementan los precios, los impuestos y el costo de vida para seguir pagando la deuda.

Sí, aunque fuera difícil de creer, La Noticia le estaba explicando al señor Argentino que todo el dinero es creado de la nada y que esa creación conlleva inherentemente una deuda imposible de ser pagada. Es más, hasta le dio argumentos para sospechar que ni la deuda ni el dinero son recursos necesarios para vivir, sino una creación artificial humana que ya no es válida en este mundo actual.

Las conclusiones de Argentino iban cada vez más en contra de su bienestar mental y físico. Se rehusaba a creer que este sistema inerte mantenía y creaba trabajos para mantener un consumo cíclico de empleado-empleador-consumidor totalmente irrelevante a las reales necesidades humanas. Se negaba a pensar que antes la esclavitud física exigía que las personas sean alojadas y alimentadas por terceros, y que en la actualidad, la esclavitud económica requiere que nos alimentemos y nos alojemos nosotros mismos. Se oponía a la noción de que el cambio, la abundancia, la sostenibilidad y la eficiencia son enemigos de la estructura del lucro. No contemplaba la idea de que haya una retención deliberada de eficiencia social, ya que a la industria no le conviene en este sistema defectuoso fabricar un producto sostenible y eficiente, porque si lo hiciera, ¿cómo vendería la próxima versión para obtener más ganancia? Era inconcebible para el señor Argentino pensar que estar de acuerdo con este sistema socioeconómico es estar de acuerdo con que es más significativo priorizar la ganancia, la ley del mercado, la lógica capitalista, que priorizar la vida humana. Rechazaba que la pobreza, el desempleo, la desigualdad social, las guerras, las torturas y la mayoría de los males que aquejan al mundo sean los componentes funcionales y arraigados de esta estructura despótica en la cual vivimos.

No sabemos si existió una reconciliación entre el señor Argentino y esta nueva cara de La Noticia. Es verdad que un cambio tan radical de Ella produjo en Argentino infinitas incomodidades y angustias. Sin embargo, a pesar de todo su enérgico repudio hacia Ella, podemos oírlo murmurar sigiloso, ante los umbrales de su cuarto y en vísperas del sueño, que produce una inmensa tristeza pensar que ahora que La Noticia habla, la humanidad no la escucha.

 

Autor: Ezequiel Buyatti

Ezequiel Buyatti escribe y coordina junto a Luna S. y Juan Ignacio Fernández López el sitio literario Punza, baterista en Antonio se hartó y estudiante de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).

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