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Holomorfía


Ella tenía siempre la odiosa manía de querer inventar palabras nuevas. Recuerdo con especial aversión una de las últimas veces que dormimos abrazadas en mi cama, después de entregarnos a la pasión que, en algún momento, supo calar más hondo en nosotras que cualquier otra cosa. Ella era hermosa cuando dormía y a mí me gustaba esperar a que el sueño lo venciera para poder apreciarlo un poco más con mis dedos, con mis ojos. Esa noche se despertó súbitamente, sobresaltadísima. Me miró aterrado al principio, paulatinamente se calmó y apretando su pecho contra el mío, me dijo:

-Acabo de tener una pesadilla horrible. Estaba en mi casa, que en realidad no era mi casa, pero en la pesadilla sí era mi casa… – entonces se pausó un instante, con la mirada fija en la nada, y lanzó – Habría que inventar una palabra para eso, ¿no? Para hablar de cuando en un sueño las cosas no se ven como en la realidad, pero en la realidad del sueño sí son así.

-Vos siempre con lo mismo. ¿Cuándo vas a abandonar esa necesidad venenosa de buscar empaquetar todo con palabras?

Y así empezaba la pesadilla de nuestra vigilia. Yo había pasado demasiados años de mi vida encadenado como para soportar que alguien osara etiquetar todo a mi alrededor. Ya había aprendido a prender fuego todas las etiquetas. Era como cuando insistía en llamarnos hombres. En ese momento lo único que podía desear era aplastarla con el peso de todas las homografías del mundo. Yo no soportaba que quisiera encasillarnos. Él no soportaba que yo no pudiese elegir un único pronombre, que los necesitara todos. No era capaz de entender que lo que a él lo hacía divergir, a mí me acotaba irremediablemente. Con el paso del tiempo, nos convertimos en una función a variables complejas; la derivabilidad nos volvía infinitamente derivables, y así entrábamos y entrábamos en esa espiral violenta que nunca éramos capaces de concluir. Cómo detestaba adentrarme en eso.

Pero yo cargo sobre mí la maldición de ser escritor; siempre, buscándolo o no, termino sumergida en las palabras. Sin ceder por completo, sin resignar mis ideales, cada vez que pienso en él noto que, a pesar de todo lo que yo pudiera decirle, debió haber sido la mujer más libre que yo haya conocido jamás. Demasiado libre como para encerrarse incluso en la libertad. Las noches en que la pienso mucho, escribo rabiosamente, sin licencias, y al ver a las palabras apelotonarse con furia unas contra otras me golpea la realidad, el hecho de que debo extrañarlo más de lo que suelo estar dispuesto a reconocer. Porque en esos momentos me sorprendo a mí misma adentrándome en lo que siempre le recriminé; buscando una palabra que sepa explicar por sí sola qué mierda me está pasando.

 

Autor: Iván Polasek

El texto está incluido dentro de mi último libro, “Intersticial”, que salió a principios de diciembre. Editorial Tierra del Sur.

Nací en Buenos Aires. Estudio Licenciatura en Matemática y eso se trasluce en lo que escribo, en algunos textos más que en otros.

Facebook: Emilio Bravard

Imagen de J. Pollock

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