Un sinfín de pájaros muertos
Caminábamos por el parque cuando, como de la nada, casi que a quemarropa, me preguntaste:
―¿Notaste que cada vez se ven más pájaros muertos?
Esperaba que hablaras, es cierto, para solucionar aunque más no fuera una mínima parte de los malentendidos que nos rodeaban. Pensar en comprenderlos era una mera ilusión, siempre lo supe. Por eso, porque esperaba otra cosa, tu pregunta me descolocó.
―¿Por qué será? ―agregaste después.
Claramente no tenía una respuesta. Me quedé mirando el vacío que señalaba la punta de tu dedo, un poco más allá de donde en efecto se veía un pequeño gorrión muerto, entre el pasto mal cuidado y los yuyos, siendo impiadosamente atacado por las hormigas. Ignoraba, también, ese detalle, el que las hormigas comieran carne, plumas, piojos de ave, lo que fuera que tuviera el pobre pájaro caído. El pecho del gorrión era un infierno de movimiento negro de tantas hormigas que caminaban sobre él. Por eso miré un poco más allá, no demasiado porque no había mucho para mirar, en silencio, hundiéndome poco a poco en el mutismo compartido.
―No es el primero que veo ―dijiste al sentarte en una banca cercana al gorrión caído―. Es las últimas semanas he visto al menos uno día por medio. Incluso algunas veces hasta dos, y a muy poca distancia. No sé qué los estará matando.
Parecías tan interesada en el tema que te dejé hablar solo para escucharte un poco más.
―Tal vez alguien los esté envenenando. Alguien muy malo e ignorante. Pero ambas cosas suelen ir juntas. Se es malo por ignorancia o se es ignorante por maldad. Además, es una ignorancia terrible, porque nos daña a todos. Los pájaros son necesarios.
La emoción en tus palabras me inundaba, me llenaba, me abrumaba. Por eso mi silencio, uno que esperaba que entendieras, como lo había esperado siempre.
―Podría ser algo en el aire ―Mirabas hacia arriba mientras lo decías, hacia los árboles y lo que pudiera haber entre ellos―. En algún lugar leí que se usaban pequeños pajaritos en las minas para saber si había gases peligrosos en el interior de los túneles. Los pajaritos se morían primero por el tamaño de sus pequeños pulmones. Tal vez por eso están muriéndose y nosotros, con nuestros enormes pulmones, todavía no nos damos cuenta.
La velocidad con la que las hormigas se encargaban del gorrión me dejaba sin aliento, casi como lo hacían tus palabras, tus ideas. Desconocía que pudieras saber ese tipo de cosas. Ese desconocimiento me aterraba.
―Algo los está matando ―continuaste―. No tengo dudas de que de una forma u otra es culpa nuestra. Siempre somos culpables. Siempre somos quienes volvemos todo peor de lo que era.
―Siempre ―murmuré, me escuchaste y te volviste, y me miraste.
―Es una situación semejante no queda más que una posibilidad. La misma que sabíamos que acabaría ocurriendo ―Me miraste en silencio buscando asegurarte de que te comprendía y sí, lo hacía, te comprendía―. Ambos sabemos cuál.
―Lo sabemos ―respondí a la pregunta no formulada.
Te levantaste, extendiste el puño cerrado a modo de saludo, lo choqué levemente, sin ganas, sin emoción. Giraste y te marchaste por el camino de pedregullo hacia la salida del parque. Sabía que alguien más te estaría esperando y por eso, aunque lento como siempre, todo había sido demasiado rápido.
Horas más tardes, cuando las farolas se encendieron, me levanté. Antes de marcharme en la dirección opuesta a la que tú tomaras, me acerqué a lo que iba quedando del cadáver del gorrión y lo pateé lo más fuerte que pude interrumpiendo el festín sin final de las hormigas.
Autor: José A. García (1983, Buenos Aires, Argentina)
Escritor, guionista de historietas, blogger, fotógrafo ocasional, profesor de historia. Participa en diferentes publicaciones independientes de Argentina, Costa Rica, Cuba, Ecuador, España, México, Venezuela, con cuentos, artículos e historietas realizadas con diferentes dibujantes. En 2023 se publicará el libro de cuentos Ramales Olivados con Trapezoide Ediciones (Argentina). Cree fervientemente que el conocimiento se demuestra haciendo y no acumulando diplomas, premios y menciones como condecoraciones o títulos de nobleza.
Página web personal: http://www.proyectoazucar.com.ar
Perfil de Instagram: @proyectoazucar
Foto de Diego Osses
Aficionado a la fotografía analógica, utiliza este medio de expresión como un espacio para desarrollar su creatividad a través de ejercicios con diferentes rollos, lentes y temáticas que van desde el retrato hasta lo más onírico y fantástico; aún en busca de un estilo que lo defina.
Actualmente reside en el territorio de Temuko en donde ha montado dos exposiciones, también como ejercicios que forman parte de su crecimiento en el mundo de la fotografía.
Otros datos de menor importancia que completan su perfil: Nació bajo el signo cardinal de cáncer el 87', aunque no cree en la adivinación estudia el tarot marsellés hace diez años, prefiere la cerveza negra. Tiene dos gatos.
Sus trabajos pueden verse en Instagram @dobleosses
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