Tengo una hoja arrugada en la mano (adelanto para degustación)
Colecciono lápices sabor a cada uno de los momentos
que nos picaron al mismo tiempo,
la invasión de Rusia a Ucrania
anunciada por la radio del microbús,
la inflación cuando
no se nos alcanzó para una torta cubana,
el infierno cristalizándose
en el centro de la ciudad
sin que nadie se dé cuenta,
cada vez que pasaba el chavo del pan
gritando con voz de señor
para que saliéramos corriendo
a fumar y por una dona calientita,
los viajes en autobús que me acostumbraron
a vagar entre instantes cada vez más difusos
pero repletos de una especie de
ternura
dibujada con los contornos
de alguien más,
entonces se llamó a sí misma
multitud
y a mí me dio la gana
escuchar a Joni Mitchell cantar
mientras yo aullaba de quién sabe qué
pero dolía en la garganta y
los párpados.
Dibújame un adiós aunque no estés aquí,
porfa, te doy a cambio una pintura de las corcholatas
que destapamos
durante algunos retrocesos a nuestra etapa bestial;
pídeme huracanes y te regalaré
un soplo de humo,
esto es así,
damos lo que podemos
que es todo
aunque esté mal construido
y malbaratado
en las tiendas clandestinas
que abundan alrededor de internet
porque nadie quiere comprarlo
en el tianguis,
pero quizá alguien lo necesite
para saber que no es la única persona en el mundo que
agita las piernas cuando una guitarra llora,
porque lloran,
y nuestras piernas también,
y nuestro cabello
y nuestra necesidad de ponerle un color a todo,
y llora el mundo y a veces también tiembla
como una cortina abandonada.
Tú sentada en la cama y temblando
debajo de un cobertor de tigre mientras yo
reducía el volumen de la música,
así te recuerdo,
así me recuerdo,
después de eso ya no supe
qué o quiénes éramos.
Este texto forma parte de la plaquette Le cuento al suelo que a veces me acuerdo de ti
publicada por Ediciones Frenéticxs Danzantes
Se puede encontrar en el Catálogo y se puede leer libremente en la Biblioteca.
Autor: Zauriel
Instagram: @tlacuachale
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