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Primigenio


Tuvieron que lastimar a mi madre

para que yo, primogénito anfibio,

chillando abandone el sueño liquido

hacia las bocanadas de cal flotante.

Ese año febrero recuperaba

a la nómade falange;

y los dragones escupían fuego alimentando

a la falsa esperanza palestina.


No tuve que llorar de hambre

más que por algún aislado capricho,

ni que en el cuerpo buscar

a los compases acelerados que mitigan

al frío.

Nunca anduve en cuatro patas,

más bien arrastraba el culo, quizás

por algún cangrejo vestigio,

ancestrales granos de arena atrapados

en los tamices de la memoria.


Mi padre detrás de un escritorio

consumía en su imaginación

a los lápices y a los tarros de pintura;

mi madre entregada dueña

de algún tiempo inexplicable,

con los buenos modales y la sensibilidad

de los conejos.0


En el primer invierno

de la década última del milenio

llegaron los tambores en forma de niño

redoblando al cielo, abollando a las ollas.

Quepím, quepám.


Frente a un monte

de fresnos y acacias,

y brujas, mulitas, dinosaurios, lloronas,

Quetzales, caballos alados, zorrinos,

pirilampos gigantes.


Papá había logrado amarrar sus corbatas

y con ellas colgar hasta la asfixia

a los miserables patrones rurales

(aún hoy nos escupen desde la copa de los árboles).

Se había entregado a las acuarelas que llovían

sobre sierras cada vez más carcomidas.

Mamá era la omnipresencia

aún en los domingos de sol.

Atravesando a mi década primera,

el amor incandescente

de una bruja se hacía tierra.

Había caído del cielo de una luna invisible,

-eso dicen las cachirlas-.


Mi ceguera, algo involuntaria

Atrapado de privilegios

y esclavo desorientado

de un Dios imposible,

pero poderoso y maquiavélico.

Salí de mi pueblo.

con 16 circuitos gregorianos encima

apenas.

Con el primer amor desangrando

hasta los rincones avasculares.

Y me desgrané en el mundo,

con todas sus contradicciones.

De playas de arenas doradas

y bolsas amontonadas en las esquinas

De hidromasajes orgasmos

y hambre sobre espaldas inocentes

De una daga de amor efímera

y el olvido.


Empecé a morirme y renacer

Morirme y renacer

Desgajarme como una naranja

descamarse mis ofidias estructuras.

Me volví voraz

adicto a lo nuevo, con el vértigo

de soledad casi constante.


Mientras; parecía estar la balsa flotando

aunque siempre rodeada de tiburones

sedientos de sangre barata.

Una tirolesa me traía flotando intermitente

hacia el interior de los edificios

bellos, cuidadosamente hipócritas.


Volvieron los terremotos

y toda la superficie inició

un nuevo colapso asintomático.

Se ofrecían globos multicolores

para no caer sobre la lava,

pero eran de humo los hilos de la mayoría.

No los míos, que eran de hilo grueso

y solo unos poquísimos

de seda inquebrantable

(la seda reía a carcajadas).

El hilo grueso justificaba a la seda

y cortaba con palabras al humo.

Yo veía al humo ser humo,

perdiendo el eje maldecía al hilo

que a mí mismo me sostenía.


Mamá asumía finalmente al desamor,

renacía crisálida luminosa

repleta de rizos plateados.

Papá se aferraba a los bastidores

y a las lechuzas del campo.


Tiempo.


Calma.


Calma.


Agua.


África.


Afortunadamente

vi pasar a un águila

de tantos colores

que ya no sirven mis ojos flacos.

Algo de esa arena que estaba

quieta y sabia,

recuerda haberla visto, antes de anfibio

antes de pez, antes de yuyo.


Tengo un deseo


hasta ser brisa que a otres niñes divierta,

y a las oropéndolas oriente:

ir buscando un poco más de luz,

una verdadera razón para justificar

que para abandonar yo, el sueño liquido

tuvieron que lastimar a mi madre.


 


Autorx: Bruno Fitte


Mi nombre es Bruno Fitte, nací en enero de 1988 en la localidad de Sierras Bayas, Argentina. Estudié Licenciatura en biología en la Universidad Nacional de La Plata, donde posteriormente también realicé un doctorado en Ciencias Naturales. A su vez, me formé en poesía y literatura en la Academia Oralitura (España), y con la maestra Roberta Iannamico (Argentina). Publiqué mi primer libro de textos poéticos en el año 2021, titulado “Juglares en el apeirógono”, bajo la tutoría de Roberta Iannamico, y con la participación de Daniel Fitte en las ilustraciones (editado por Malisia, La Plata, Argentina). A su vez, publiqué poemas en diferentes revistas. Actualmente me encuentro escribiendo mi primer libro de cuentos cortos, y colaboro como revisor de la revista Consilience (Inglaterra), en donde se publica poesía relacionada a temáticas científicas.


Instagram: @bruno.fitte


Ilustración de Leonardo Lamberta

Se puede ver parte de su obra en

Yorumlar


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