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Presente


Estaba cursando el último año, una materia de las cortas, de esas que con un poco de esmero se aprueban con sólo ir, con no faltar.


Llegué tarde, el aula estaba llena de gente y mesas, me acomodé en el lugar de siempre, bien al fondo.


Se abrió la puerta, lo primero que vi fue un montón de papeles que se movían con su entrada apresurada, ella los venía abrazando como a un bebé. Dejó las cosas sobre su mesa, una bufanda venía colgando también, se la quitó cuidadosamente y saludó, pidió perdón por la demora y se sentó en su silla mientras se sacaba su abrigo.


Instantáneamente la reconocí, me sonreí nerviosamente y traté de esconderme detrás de uno de mis compañeros, como si permanecer oculta podría eximirme de mis acciones pasadas, cerré los ojos y escuchando su voz me acordé de sus lágrimas aquel día en el parque, cuando agarrando sus manos le explicaba porque la distancia entre nosotras era la mejor opción para mí, recordé también su sonrisa y su furia.


Decidí dejar de ocultarme, mi primera reacción había sido sincera pero infantil.


Ella continuaba hablando del propósito de la materia, de la currícula y pormenores, hasta que sus ojos se posaron un segundo en los míos, los sacó rápidamente, yo entrecerré un poco mi mirada, volvió a mirarme y me reconoció. Se acordó entonces.


Volvió a sentarse y ya no pudimos vernos, me arrepentí de casi todo ese pasado con ella, recordé mi vida por esos días y lo tremebundo de relacionarme amorosamente sólo con el alcohol.

La clase terminó luego de un rato de recuerdos dolorosos e impúdicos. Mis compañeros fueron saliendo uno a uno, yo me acerqué a saludarla fingiendo seguridad, ella estaba sentada sobre su mesa, cruzaba sus brazos y sus piernas, como si de ese modo creara una barrera que protegiera su corazón.


-Las vueltas de la vida –le dije.


Descruzándose en un instante abrió grandes sus brazos y me brindó uno de los abrazos más hermosos que recibí en mi vida.


-No puedo creerlo –me dijo conmovida-. Cuando te vi casi me muero.


-Y… el poder de la muerte –le dije como le había dicho aquella vez primera que nos conocimos, haciendo alarde de mi kin maya.


Me miró fijamente, cómo pidiéndome que no jugara con ella, que entre fantasmas no.


¡Que locura! -sonrió incómoda.


- Después de tantos años de análisis decidí estudiar y acá estoy, casi al final, te recuerdo siempre – le dije mirándola, no podía creer cuan distinta y hermosa estaba.

Ofrecí compartir y aceptó sin dudar, nos fuimos juntas de la facultad. Cuando llegamos a su casa fue al baño y al salir me besó, la apreté fuerte contra mi cuerpo, pasé mi cara por su cuello, respiré hondo justo en sus ojos, olía a rosas. Pasé mi lengua por su oreja, recorriendo cada una de sus vueltas sin perderme un milímetro de piel; le saqué su aro con mis dientes y suspiró, la besé dulcemente, como pidiendo disculpas.


Puse mi cara entre sus piernas, ella arqueó su espalda hacia atrás y apretó mi pelo marcándome el ritmo; recordé como siempre había sabido dejarse llevar. Sentí su organismo completo latiendo en mi cara, lo más íntimo de su cuerpo besándome los labios, me enternecí.


Las cosas siguieron así durante más de un año.


La cursada en la universidad fue más fácil de lo que imaginaba, ni siquiera tuve que ir para aprobar.


 

Autora: Flor Rubio


daleloka@hotmail.com

Imagen de SwanQueen tomada de acá


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