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Claudio me mandó un audio, por favor pasá por mi casa y asegurá la puerta, la llave está puesta del lado de adentro, salimos apurados, estamos yendo al hospital Pasteur, Cintia está con contracciones. Hacía unos meses que no veía a Claudio. No me daba la cara. Lo venía evitando con excusas laborales que él se tragaba de buena gana.


Me demoré en salir porque me bañé, necesitaba enfriar la cabeza. Pasé por su casa y puse llave. El manojo tenía un llavero metálico con forma de margarita que decía Love, ya lo conocía, lo vi varias sobre mi mesa de luz.


Empujé la puerta de vidrio con las dos manos, entré y me inundó el olor a gente y a guiso, a formol y gasas y virus.


Pregunté por la maternidad y me indicó el camino, detrás de un vidrio sucio, una señora de pelo amarillo esponjoso. Por el ala izquierda al fondo, me dijo acercando la cara a la abertura horizontal que quedaba entre en cristal y el mostrador, empañando el vidrio delante de su boca unos instantes. Caminé por el pasillo mirando los carteles y las flechas. La parte baja de las paredes, blancas con zócalos verde agua, estaba muy sucia, a pesar que el edificio, sabía, era reciente. A los costados, sentados y acostados, en los bancos de madera y en el piso, había mucha gente, gente que miraba a los que pasaban, chicos con mocos chorreando hasta la boca y mocos secos alrededor de la nariz. Chicos que lloran, gritan y se retuercen, y se les asoma el cuerpo abajo de la ropa que ya les quedó chica. Chicos que corren y me chocan pero siguen, como si yo no existiera. Madres que no les prestan atención. Madres con los ojos muertos, las raíces del pelo negras y los cuerpos deformados de tanto parir, que esperan ser atendidas por doctores con anteojos, cabello brillante y cuerpos sanos. Muchas madres con muchas crías. Ningún padre.


Maternidad, dice sobre el dintel de la puerta cerrada. Paula, la hermana de Cintia, está de pie, contra la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho. Nació muerto, me dice cuando me ve llegar, ya le avisé a mis viejos que no vengan. Ahí nomás le suena el teléfono y se pone a hablar con alguien en voz alta.

-Si, los agarró lejos, ella estaba muy adolorida, hora pico viste como es, un quilombo con los autos y no les quedó otra que caer en el hospital. Si, un bajón. Parece que estaba asfixiado con el cordón, hacía ya un par de días. Un bajón.


Sale Claudio y dice que Cintia está dormida, que recién mañana a la tarde puede dejar el hospital. Le dice a la hermana de Cintia, nos vemos mañana a la noche de tu viejo, y me dice a mi que vaya también, que van a comer un asado, que ya estaba planeado y no lo van a cancelar. Me hace prometer que voy a ir.


Vuelvo a casa, son las 2 de la tarde y no tengo hambre. Cierro las cortinas y me acuesto.


Nos besamos con fuerza, con desesperación. Me pide que vayamos a mí casa, al auto se le empañaron los vidrios así que limpio el parabrisas con la bufanda y arranco. Bajo primero, entro al departamento y dejo la puerta sin llave. Vigilo desde la ventana y 3 minutos después baja ella y entra rápido. Volvemos a comernos como animales mientras nos manoseamos y caminamos enredados hacía la pieza. Me desprendo la camisa y mientras ella se saca el pantalón, un puñado metálico se escapa de su bolsillo y cae al piso, la luz de un farol que entra por las rendijas hace brillar una margarita plateada que cuelga junto a las llaves. Coloca el manojo junto a la cama y termina de desnudarse en cuestión de segundos, yo la estoy esperando sobre el colchón boca arriba. Se sienta sobre mi y comienza a amacarse, otra vez, la tercera esta semana, se nos está yendo de las manos pienso y al instante deja de importarme esa reflexión, y me amaco con ella. Y cada vez más rápido y más agitado. Y siento que estoy cerca de acabar, pero algo me empuja desde adentro de ella, me empuja con fuerza y me saca y cuando miro es la cabeza del feto toda azulada, con mi pija enroscada en el cuello asfixiándolo... Suena la alarma, ese sonido espantoso que hacían los relojes chinos de los noventa PI PI PI PI, PI PI PI PI, por qué mierda no cambio ese tono?


Me levanto con la cabeza partida de dolor y me hago un café. Prendo la tele pero no miro. No puedo dejar de imaginar al feto con el cordón enroscado, con el cuerpo azul, dos días muerto adentro de ella. Sigo sin hambre.

Son las nueve de la noche del viernes y manejo hacia la casa de los padres de Cintia. Hace calor y en el barrio privado Campos Celestes tienen lagunas artificiales, combinación perfecta para el cultivo de mosquitos asesinos. Me cuesta encontrar la casa dentro de esa mini ciudad con semáforos enanos en cada esquina. Toco el timbre y me abre la puerta la madre de Cintia, una cincuentona muy bien puesta que augura un futuro promisorio para la figura de Cintia. Hola Nico cómo estás querido, pasá están al fondo, en el quincho. Un pasillo blanco impecable me lleva hasta la puertaventana de salida. Cruzo el patio oscuro de 40 metros por el camino de baldosas blancas, el agua de la pileta está en paz, como las hojas del sauce. El pasto siempre perfecto, un colchón, los aspersores automáticos se encienden a mi paso. A medida que me acerco escucho los murmullos y las risas. Son 10 o 12 personas. Claudio y Cintia entre ellos. Saludo a todos con una sonrisa que me esfuerzo por sostener. El padre de Cintia en la punta de la mesa me da la bienvenida y me dice que me siente y me sirva vino. Si no te gusta lo que hay en la mesa abrí el freezer y elegí. Después sigue hablando con un pelado de chomba blanca, sobre las bondades del Roundup. Me acerco a Cintia y la saludo con un beso, con cara de acongojado, cómo estás Cin? ella sonríe y me dice que está bien. Claudio me pasa el brazo por encima de los hombros y me atrae hacía él confidente, por fin apareces vos eh, siempre ocupado. Probaste cordero nonato alguna vez? Abro bien los ojos y finjo entusiasmo, la verdad que no che. Uh te morís lo rico que es! Una manteca, se desarma!


Me siento y saco el celular, abro el buscador y escribo nonato comida. Google me tira varias imágenes, un lechoncito asado todo colorado que cabe completo en un plato, unas brochetas de pollitos del tamaño de pelotas de golf, una mesa con 3 asiáticos y una fuente al medio con... Un perro, la puta que lo parió! Cierro rápido la ventana pero la imagen ya se me instaló en la cabeza y se va a quedar ahí un buen rato.


Cintia le muestra las uñas a su hermana y le dice que el esmalte no le dura nada, y Paula le recomienda una manicura que va a domicilio. Los demás charlan animados. Aparece la madre de Cintia con una fuente grande de ensalada rusa. Hagan lugar que el Marito va trayendo el vacaray. El Marito entra triunfal al quincho y apoya la tabla en el centro con el bicho bronceado estirado, pareciera crucificado. A medida que sirven las presas, los huesos se deslizan desprendiéndose de la carne humeante. Te salió medio apucherado Marito eh, dice Claudio en voz alta con tono jodón, y le tira a Marito con algo rojo y liviano que le pega suavemente en la cabeza y cae al piso rebotando. Me hamaco hacía atrás en la silla para tratar de ver en el suelo lo que lanzó Claudio. Es un escarpín. Un escarpín rojo, nuevo, muy chiquito. Me siento mareado. Se me revuelve el estómago, como en el hospital. Me levanto y salgo afuera mientras todos disfrutan el festín. Camino rápido hacia la casa, pero no llego al baño y vomito al lado de las baldosas blancas, salpicadas ahora de amarillo pardo. Me apoyo contra la tapia y siento escalofríos. Miro hacia atrás y el banquete sigue normal, creo que nadie notó mi ausencia, o no les importó. Ni siquiera a Cintia. Que pela frenética una pequeña costilla con los dientes.


Escupo un par de veces para quitarme el sabor ácido, respiro y vuelvo a la mesa. El pedazo de carne que me sirvieron sigue en mí plato y aún se mantiene tibio. Levanto la vista y Cintia me está observando. Sonríe, me guiña un ojo y vuelve a su conversación con Paula. Corto la presa, que se abre sin resistencia ante el solo contacto con el metal plateado, y mastico con desconfianza. Claudio no mentía, es un manjar.

 

Autor: Juan Manuel Banegas


Nacido en la ciudad de Villa María, Córdoba. Estudió Comunicación social en la Universidad Nacional de Villa María y realizó talleres de escritura creativa con Luciano Lamberti. Publica textos de Ficción y Crítica de cine en su blog. Recibió Mención Especial en el concurso Córdoba En 100 Palabras, realizado en el año 2021 y publicado en dicha antología por la agencia Córdoba Cultura, por el texto Dormido, Vivo y Hechizante.


Instagram: @juanmachiflu

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