No soy una hormiga
Estaba siendo la empleada del mes por cuarta vez consecutiva. Después de los aplausos de mis compañeros fui al tocador y bostezando me arreglé el cabello. No me acuerdo cuando empezaron a salir aquellas canas. Era lunes y ya me sentía agotada. Cuando abrí la puerta de regreso a mi buró caí de cabeza en aquel cuadro. Una pintura que nunca entendí muy bien. El anuncio de nuestra empresa constructora, una hormiga con un casco y un plano. Para mi sorpresa no camino directo hacia mi silla. Tomo el pasaje de los cables superiores de la red y desde allí veo el mundo bien diferente. Alan juega a las cartas entre informes. Isabel y Laura se envían mensajes de cualquier cantidad de tonterías. Mi reflejo de hace unos minutos está sentado terminando todos los papeles a gran velocidad. Se nota a la legua que he perdido mi sonrisa, la dejé años atrás en la gaveta.
Me pesaba la cabeza cómo el animal diferente que era. Demasiadas preocupaciones pueden hacer que me caiga del techo. Teclear era imposible con aquellas patas y pensé en tener el día libre. Nunca salgo de vacaciones y aquel café de la esquina no me veía desde hacía mucho tiempo. Mis antenas instintivamente ubicaban toda la azúcar cercana y no tenía cómo parar mis músculos. Allí estaban todos los granos cayendo de la cuchara de mi marido. Tuve el horror de oír como en bocina de concierto la invitación a cenar. Entran en mi mente las justificaciones de las tardanzas diarias. Más hiriente es la orden de la comida para llevar. Aquellas manos de princesa no estaban hechas para cocinar. Se me bajaron los calderos de la complacencia cual elevador con los sujetadores rotos.
Una hormiga puede andar bien rápido si se lo propone y llegar a casa a llorar un rato. En el salón un hijo metido en el juego casi me sopla con un grito de ¨game over¨. Una nena tirando libros por doquier y levantando el polvo. El montículo de tierra del jardín me llama y esperaba encontrar consuelo en él. Todas corrían como locas para llevarle la comida a la reina. La existencia aquí es bien corta. Millones de obreras que son solo un suspiro entregándole toda le energía al tiempo, el monarca más despiadado.
El cabezazo del agotamiento fue a parar contra la mesa. Tomé volando la pegatina amarilla, casi inentendible balbuceé con tinta ¨Me voy de descanso unos días porque no soy una hormiga¨. Le asesté un tiro al celular y mi pie derecho aceleró hacia la playa. Quizás en el tiempo estipulado me declaren ausente o loca desquiciada, porque aún no pienso volver.
Autora: Lisbet Rodríguez García
Escribo desde muy niña y disfruto cuando alguien lo lee. Es una de las cosas más importantes de mi vida, me desconecta del mundo real.
Imagen de Catherine Stephani Echeverría Azocar
Nacida en la ciudad de Temuco, Chile en 1998. Artista, creadora de obras pictóricas y audiovisuales.
Estudio la carrera de Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Católica de Temuco, Chile.
Actualmente reside en la misma ciudad y ha desempeñado diversos talleres de educación artística y exposiciones colectivas en diversas zonas de la Araucanía, Chile. El cuerpo, la mirada, la violencia y el sentir. Son los temas de desarrollo de sus obras como foco de reflexión y debate en torno a los mismos.
Instagram: catherine.ea_art
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