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Progresión


Uno

El enorme frasco de vidrio está lleno hasta la mitad de objetos oscuros que vibran tenuemente. Parecen garrapiñadas o piezas de maní con chocolate... movedizas. Al lado, la mesa está cubierta con papeles blancos. Las hojas forman un mantel. Su blancura no es inmaculada: aquí y allá hay manchas rojas, raspones y máculas oscuras. Un niño y una niña de unos ocho años se inclinan concentradamente sobre la mesa. Héctor y Justina juegan en silencio. La niña usa unos lentes enormes que le ha sacado a su abuela. El niño frunce la vista, usa una lupa. La niña tiene una tijera y una pinza oxidada en sus manos. El niño, además de la lupa, sostiene un cuchillo dentado.

A una seña del varón, la nena saca de un bolsillo del vestido una bolsa de nylon, la abre con cuidado y, usando la pinza, extrae un cascarudo. Lo pone sobre la mesa y su compañero lo inmoviliza pegando la cola del insecto al papel con cinta adhesiva transparente. Delicadamente, con precisión y experiencia, los niños le arrancan una a una las patas del escarabajo. Al finalizar arrojan el cuerpo tembloroso en el frasco de vidrio. Juntan las extremidades amputadas y las colocan en un montoncito en un rincón de la mesa junto a alas de moscas y abejas y patas de hormigas negras y cucarachas.

Dos

La clase de Biología de tercer año del secundario se desarrolla en el laboratorio. En cada mesa hay de cuatro a seis alumnos. Excepto en la de Héctor y Justina. Ellos no se relacionan con los demás, los demás no se relacionan con ellos. La profesora y un ayudante recorren la sala. La primera entrega a cada grupo de estudiantes un algodón empapado en cloroformo. El segundo una rana. La docente termina el reparto, se quita los guantes y se pone al frente de la clase. En el pizarrón verde, escrito con tiza blanca, se encuentra un instructivo de las tareas a realizar bajo un título subrayado: vivisección. Con autoridad corta con las bromas y el murmullo de la clase. Señala la importancia de la tarea y las consecuencias que sufrirán los desobedientes.

Algunos niños toman con asco a los animales, otros se niegan frunciendo el rostro, uno se muestra descompuesto y sale de la clase bajo la mirada de desprecio de la docente. Milagrosamente, ningún animal se ha escapado ni salta por el piso. Los algodones se acercan a las caras de los batracios y estos cesan sus movimientos. Excepto uno. Después son fijados a las tablas sobre los pupitres y la profesora va recorriendo los grupos abriendo en canal a las ranas con un bisturí. Se escuchan unos golpes al final de la sala, la docente pide silencio sin apartar la vista de su delicada tarea. Mientras se aproxima al último banco pide a los alumnos que identifiquen las partes del animal y se fijen en el lento latir de los corazones y en el funcionamiento tranquilo del sistema respiratorio.

Al llegar al octavo pupitre, el que ocupan Héctor y Justina, escucha un golpeteo rítmico intenso y cada vez más acelerado. La rana ha sido fijada a la mesa con cuatro clavos y ha sido abierta con una tijera. El cloroformo para anestesiarla no ha sido usado. El animal se sacude violentamente. Sus estertores hacen que sus órganos se desparramen en una masa informe de desesperación y dolor. Héctor y Justina miran atentamente. Están cubiertos de sangre.

Tres

El sótano es amplio, oscuro y sucio, pero sobre todo nauseabundo. Hace frío. Centenares de torturas han acontecido en el lugar. Allí, el ser humano había abandonado su condición de tal o la había alcanzado por completo. Una mujer y un hombre yacen en camillas sobre frazadas mugrientas. La mujer cursa un embarazo muy avanzado, tiene el vestido rasgado, está ensangrentada. Gime, respira con dificultad, sufre convulsiones. El hombre está muerto. Un prefecto, de pie al lado de las camillas, enrolla unos cables con cuidado fervoroso. Le gusta cuidar las herramientas de interrogación. No tolera que otros las toquen o que sean tratadas con displicencia.

El día ha sido provechoso. Antes había torturado por separado al hombre y a la mujer sin éxito. Pero poniéndolos uno al lado del otro la cosa había funcionado a la perfección. Pudo llenar una hoja de su libreta con nombres, direcciones y teléfonos de subversivos. Sus jefes le perdonarán el exceso de haber matado antes de recibir la orden correspondiente.

Una mujer entra a la sala, es la partera. Le toma el pulso a la mujer postrada. Es tiempo, dice. El prefecto sale y llama a otra mujer para que ayude en el nacimiento. Se sienta frente a un escritorio contra la pared, enciende la radio para escuchar el partido entre Italia y Brasil. Mañana será un gran día, piensa y se pone a leer El Gráfico. Molesto por los gritos crecientes de la embarazada sube el volumen de la radio. El parto es rápido: un varón. La partera corta el cordón umbilical. La madre levanta sus brazos temblorosos pidiendo al recién nacido. No le hacen caso. La ayudante lleva al bebé hasta una pileta y lo lava con agua helada. Gol de Brasil, el prefecto putea y apaga la radio. La ayudante envuelve al niño en un toallón y se lo lleva.

El prefecto baja el volumen de la radio y deja la revista. Se acerca a la prisionera, la observa con expresión fría. ¿Podrá volar hoy?, pregunta a la partera. Ella asiente, le inyecta un calmante y pone unos diarios viejos sobre una silla de ruedas. El prefecto la ayuda y traspasan la mujer a la silla. Golpea la puerta metálica con violencia.

Entran cuatro soldados y un civil con traje oscuro y peinado a la gomina. Los militares se llevan a la mujer desvanecida y envuelven al hombre muerto en la frazada. El prefecto les dice de mal modo que dejen la frazada, no la van a necesitar. Se llevan el cuerpo desnudo. El hombre de traje saca dos sobres del saco. Le entrega uno a Héctor y otro a Justina.

 

Autor del texto y la imagen: Juan Keller

Músico, escritor, ingeniero electrónico, nihilista. Miembro fundador de la banda Las Flores del Mal con la cual grabó los discos Plasma (2002), Orgánico (2011) y Bi (2014). Otros proyectos musicales: Nihilism Forever, Fleshvision y una serie de EPs solistas titulados Híbridos. Administra el sitio www.sondarecords.com. Autor de una novela inédita: Dogma y ficciones breves que pueden leerse en su sitio web. Sus cuentos han sido publicados en los diarios Los Andes, El Otro y en la antología de ciencia ficción Paisajes Perturbadores.

Imagen Juan Keller: Progresion.jpg, intervención sobre foto tomada en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA).

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