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La destrucción de la línea


El aguijonazo lo tomó por sorpresa. Inmediatamente la versión del agua ondulando frente suyo mutó, obnubilando y desenfocando su percepción y memoria. El ardor se incrementaba con notable velocidad, trepando desde la base/planta del pie, extendiéndose hacia límites y más allá de los límites del cuerpo devorando/ revolucionando en chisporroteos su perspectiva, transformando todo cuanto lo circundaba/simultáneamente a los contornos, adscribiendo desde la más absurda periferia, el perfil de la picadura de un chucho/.

Esta lúcida y acertada idea, se le apareció cual destello de un mundo encantado/magnífico que se evapora, junto a la certidumbre de una razón intrínseca y caprichosa en su movimiento, a quien pretenda atenazarlo/.Cada vez le costaba más esfuerzo sostener la imagen percibida por sus ojos. Intentaba distraer el terror que lo invadía pensando/. Es el destino que le espera a quien sondee las aguas de un río falto de claridad, a quien entienda la opacidad como una garantía cognoscitiva que valida su intuición, a quien termine por separar la imagen del fondo, por la imagen de lo que se presume sumergido en/por ella.

Como pensar lo aterrorizaba, prefirió dejar las estrategias disuasivas, y escrutar las maravillas que asomaban de las grietas con que le había bendecido el río Paraná.

La herida en su tobillo era obra, según su compañero que no dejaba de gritar para sacarlo del trance, de una criatura rajiforme/eufemismo tragicómico, donde la buena hierba y la conciencia de una realidad cruda y desagradable, con la que nunca había convivido diez días consecutivos, se deformaban junto a la alegoría de un campo santo alienígena- considerando la carencia de familiaridad con que se le presentaban las visiones-, detalle que no coincidía con sus expectativas, ni mucho menos con lo esperable. Con cada latido se acercaba a una neutralización, apacible/enternecedoras y revitalizantes eran las lágrimas de su amigo, quien desesperado buscaba la clave para desbloquear el sometimiento que el ocaso había sellado en su paseo dominical. La tragedia había elegido para hoy, juegos con armas, y afiladas/correctivas la formas de los métodos, si cabe a un sentido real la negativa que avive la suscripción a una falsa negación humana. De suerte, le brindaría un color más esperanzador en vistas de/al menos dejar este mundo que conocía, donde adjudicar su agonía a la voluntad del azar era una particularidad de lo más obtusa. La plática con que su hermano intentaba volverlo en sí, se había convertido en un balbuceo de incoherencias. Notaba esto, así como que algo se había alterado. Ya no distinguía palabras coherentes, de incoherentes, ni conocidas, de ajenas. Presintió que los árboles, el cielo y el canto de los pájaros, llegaban a sus sentidos como nunca antes, bañados en los colores y las diafonías que habitaban y les eran propias, no en las conveniencias de una interpretación humana. Emergía desde la grieta de su pie una especie de miel anaranjada, despertando nuevas e insospechadas certezas a sus ojos febriles observando...ya no temía.

¿Que separaba todo esto de un sueño?

Podía ver la desorientación en los ojos de quien quería ayudarlo. Mas, como podría ayudarme, pensaba, si era él quien parecía a punto de estallar de los nervios. Soy el objeto poseído por el poseedor/quien insinúe ocupar mi sitio, será correspondido en forma y tiempo por la competencia de las fuerzas, sin lugar a condensaciones etnocéntricas.

De continente a la intensión del contenido supraterreno, sobresalía la naturalidad con que dejaba de habitar un reino, para desplazarse a otro. Herido, y con el alma trastornada, no entendía que ocurría consigo, intuyendo que quien lo cargaba nada podría hacer contra el poder de la naturaleza. Cargado en brazos oía a su amigo, quien se explayaba respecto a cómo sería curado gracias al avance de los procesos culturales, y las verdades sobre la que descansaba la ciencia, en quien depositaba su fe absoluta. ¿A dónde me llevará este lunático?-pensaba por su parte poseído.

Antes de deslizarse sobre la respuesta que le esperaba, buscó a su amigo, pero no encontró el rostro, los cabellos, ni la contextura que le acompañaba hasta hace, no estaba seguro cuánto… segundos. Se detuvieron súbitamente ambos. Este altercado suscitó una inclinación involuntaria de la cabeza hacia la izquierda, a lo que respondió simultáneamente él mismo reflejado hacia su anterior derecha, esta observación le produjo una sonrisa, que vio a la vez en el otro. Con los minutos iba cobrando nitidez su visual, y, era él mismo quien había pasado a cargarse. ¿Será posible?/

Poseído nunca más temió ni dudo de lo que ofrecían sus perturbados sentidos, alterados por las profundidades de las fuerzas naturales. Miró de soslayo, la/yo/sos sus cuatro ojos ya coordinados desde una coherente subjetividad multidimensional. Lo último que sintió, fue el agua en contacto con sus pies, el empeine, la grieta abriéndose hasta lo inconmensurable, el espinazo a través de la mano en pose que se adentraba lentamente, las uñas al líquido, los dedos a la parábola, la muñeca y el cuello atomizando su solidez, hasta que la oscuridad lo devoró todo.

 

Autor del texto y la imagen: Emilio Medina

Instagram: @fortunatto.atto

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