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El canto de Simón


Hablemos de simón, el chiquillo delgaducho y con las piernas chuecas que solloza apoyado sobre un cerezo. O mejor, hablemos de mí, al fin y al cabo somos la misma persiana.

Persona, lo siento, es que cuando recién cumplía los 8 una profesora me dijo disléxico.

Al fin y al cabo, los disléxicos también somos persianas.

Él y yo nos sentimos frustrados, porque todos dicen que yo no soy real y que él es sólo un tornado de fuego, pero eso no es cierto, ayer descubrí que yo soy real, y que soy exactamente él, pero más dulce. Un poco como el bocadillo o el arequipe. Él en cambio, es tan dulce como un revolcón de esos que te hacen torcer la jeta.

Quiero derretirlos a todos, que se vuelvan parafina.

Desde el kinder mis compañeros me aislaban como a un leproso, hasta que me dio lepra. Se me cayeron los párpados de tanto sentirme.

Se me cayó la lengua de mariposa y en su lugar creció una gran espada espadosa y afilada que corta todo antes de que me vuelva la lepra. Y cuando no hay nada más que cortar, igual me da lepra. Y se me caen las orejas, porque no quiero consejos.

Y es que vamos en un barquito medio ebrio, buscando las costas de las que nunca zarpamos. Igual nos veo en el centro del inmenso manto azul de gelatina lunática, es que hoy no me tomé la risperidona.

Simoncito me suele apuñalar en las costillas cuando quiero hacer algo que brota desde lo más profundo de mi corazón. Y yo sólo me ahogo en sangre alucinada y no me animo a salir más de mi cueva.

Alucinado estoy en un cuarto oscuro y me veo reflejado en el vacío y vacío mi vacío se queda, con una sonrisita en el rostro.

Y solo escuchamos punk y pogueamos en las nubes de amargo vestir.

Como un carnero que arremete contra un muro de cemento una y otra y otra y otra vez, hasta que se hecha una siesta de tanto poguear neuronitas.

Y las neuronitas nos poguean cuando quiero estar tranquilo. Y pellizcan los cangrejos en los calzones y los erizos en las medias y las hienas que acechan sueltan sus carcajadas cuando des-espero mi espera de algo más apacible.

Todo es falso, todo es una ilusión etérea

Se deshace entre mis manos como sedimento.

Lo único real es Simón

O yo, pero cualquiera está bien.

(No está bien. Yo soy el real, pero estoy en mi pequeña bastilla con máscara de hierro).

Simón es un emocional, porque vive con cada célula y cada germen el sentir absolutamente necesario.

Tan solo salgo cuando me miro al espejo mercurial del silencio. Y eso, porque él sólo habla y habla y canta y poguea y ríe y no se queda quieto. Pero algún día yo saldré a la diafanía y aquél pequeño duende malévolo no pogueará ni hablará ni cantará.

Él tiene miedo de estar solo, porque ignora que yo nunca dejo de estar con él. Y sabiendo que el cuerpo es el mío aprovecha cualquier oportunidad para destruirnos. Nos rompemos los dos en una contienda de puros dientes y lágrimas.

Y es que a veces mis sentidos se enceguecen por la continua contienda, pura lágrimas y dientes en mis vivires de sueños. Y no me quiero bajar de mi amarga y punkerita nube, porque el piso quema, prefiero quedarme aquí cómodo.

Yo soy muy sensible y perceptivo. !Fehaciente!

En cambio, él es una fuente de bilis infernal, rabia incomprensible y puro dientes y lágrimas.

Yo encuentro en el arte un camino revelador, un refugio sin tiempo ante las llamas de lo indescriptible.

El arte es nuestra risperidona y mi cura a la lepra, a mí me da la luz para iluminar mi confín de hierro, y me da un cincel para poco a poco agrandar el pequeño espacio de luz que hay en el techo.

Y como dice Goethe, en fin. Y en risa mi largo sueño.

 

Autor: Simón Soler Maya

Mi nombre es Simón Soler, tengo 16 años. Soy de Colombia y vivo en la capital. Quiero ser un profesional de la literatura. Aún no he publicado nada, sin embargo tengo la valentía de asomarme por el abismo para salir volando o caer estrepitosamente porque eso es lo que quiero y lo que soy. He encontrado en la literatura un apoyo para sanar aquellas llagas que se cocinan saladas en el alma. Es crucial transmutar todo ese desasosiego, incertidumbre, afán y desespero que son parte del día a día en este mundo.

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