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El camión de la basura llega a las diez de la mañana. Siempre a las diez de la mañana. Qué puntualidad. Pepe quiere hacer el amor de madrugada, rapidito, bien rapidito, para sentirse que va calentando los motores, para pensar que así le podrá aguantar las estupideces a la gente que pide reparaciones y milagros de sus avejentados apartamentos. Ellos sí que son la basura. La jefa encargada de su edificio le reclamará mil veces la lentitud con que ejecuta su trabajo y los compañeros de faenas se harán los locos para trabajar menos. Sólo este acto apresurado y primitivo lo prepara para la rabia de la vida, para el desenfreno de la rutina. Si no fuera por esto no podría sobrevivir. Suavecito y caliente como me lo pide para salvaguardar la sanidad mental y no perder el equilibrio de la existencia.

A veces sí que parece un loco. Yo dándome apresuradamente, corriendo en el éxtasis de la piel como quien va a perder el último suspiro, el último aliento de vivir. Llegamos por fin y me mira con esos ojos de gato muerto, de felino agradecido con unas pequeñas y sueltas migajas de amor o de lo que él cree que es amor. Quedo rendida como todas las mañanas, logrando sólo recobrar el aire para buscar en la temprana oscuridad unas chanclas desvencijadas que me lleven a la cocina. Arrastro el sueño por los pisos perdida en la alucinación que acabo de vivir y no me acuerdo si aquello fue una pesadilla o la mera labor diaria de abrirme, entregarme para apagar el desasosiego temprano de este hombre fantoche que tengo a mi lado. Qué asco, qué asco. Pero no me olvido, el camión de la basura llega a la diez de la mañana. Yo nunca me olvido. El camión de la basura llega a las diez de la mañana.

Entre tactos y olores por fin logro llegar a la cocina donde cuelo el negrísimo café. El café que parece tinta. El oscuro y humeante líquido me inicia al orden del universo. Me regala un poco del paraíso. Ahora sí que estoy despierta, ahora sé porque existo. A la distancia lo veo llegar con una segunda intención. Sale mojado de la ducha oliendo a pino y a macho con su eterna erección a medias. Se acerca, pero no quiero, se restriega contra mi cuerpo y me aprieta los senos con fuerza, con una fuerza brutal, pidiéndome un anticipo de la noche, porque sólo yo le doy la vida, sólo yo lo sostengo en la cuerda floja de la vida. Solamente yo lo mantengo sano.

Nene, ahora no. Papi, ahora no. Papito, cosa chula, ahora no. Pipo que no. Macho ahora no. Cosa linda, ahora no. Aquí tienes tu café, fuertecito como te gusta. Mira que rico. Mira que suave. Pero él me quiere seguir queriendo o continuar lo que él piensa es querer. Ahora por desgracia no es sueño ni pesadilla. Estoy muy despierta, más que despierta con los pies bien plantados sobre el piso frío de esta cocina minúscula. Recuerdo cuánto drama hago, cuánta mentira sostengo, para salir de este embrutecido momento, para zafarme del cumplimiento. Él parece adivinar mi rechazo encariñado y con un abrupto empujón me tira hacia el lado como descartándome, como diciéndome, soy yo quien no te quiere, ni te creas tan importante poca cosa de mujer, poca cosa de invento humano. Por fin me siento liberada, suelta y vuelvo a recordar que el camión de la basura llega a las diez de la mañana. Esta hora me brinda tanta magia que no puedo contener mi felicidad.

Ahora se viste de mala gana entre insultos y amenazas porque él es el macho del mundo y así no son las cosas. Qué se cree ésta. Yo la mantengo. Le doy de comer. Le doy casa y comida. Era una muerta de hambre en Pinar del Río. Una crápula. Una cualquiera. Sí eso eras, una crápula. Acaso se cree que yo no sé que, por un crayón de labios, por unas pantis medias cedía a una acostada al primer turista que se le presentara en la calle. Libertina de mierda. Llegó a La Habana con una mano al frente y otra atrás. Al primer gringo cabrón le abría las piernas.

Puta, mil veces puta. Hija de mil y una puta. Por eso no me caso con ella, ni me casaré, ni loco. Crápula. Cien mil veces crápula de mierda. Qué se cree ésta. Mañana mismo la echo a la calle. Que se enteren todos. Las mujeres se me sombran. Están a cinco por un centavo. Qué se está creyendo ésta, que la tiene de oro. Los insultos me los sé de memoria. Sólo varían el tono y la inflexión de la voz. Pero no importa porque ya lo veo salir por la puerta. El odio con toda su humanidad despreciable sale por la puerta. No importa el desprecio porque el camión de la basura llega a la diez de la mañana y me apresuro para recibir los verdaderos placeres de la vida, el regocijo inexplicable que le da significado a mi existencia.

Ahora sí me puedo preparar para las labores del día. Comienzo con un riguroso inventario de lo que hace falta en la casa. Unos sartenes, tazas, un horno de microondas. Una lámpara, una mesita, una alfombra. Unas toallas, una cortina de baño. Unas fundas, una frazada, un edredón. A ver, para mi persona. Un perfume, ay sí un perfume, un esmalte, unas bragas. Para Pepe, unos calcetines, unos zapatos.

Para el hijo de Pepe, una camiseta, de las que traen logogrifos imposibles de descifrar. Para el jardín, unos tiestos, pensándolo bien, mejor unas canastas para que el barrio completo se entere de lo feliz que vivo. El vecino también me dijo que si encontraba algo bonito que se lo trajera. Para Cuba tengo que enviar desodorante, rasuradoras, pasta dental, jabón, aspirinas, cremas, champú, un tinte, una colonia y un cepillo. Por ahora. Ya veré para más tarde, en Cuba siempre hace falta de todo. Pero yo como la canción linda esa que ponen en la radio, pasito a pasito voy poniendo mi granito.

Irse de shopping es una cosa maravillosa, así mismo irse de shopping y no de compras, porque la palabrita shopping me hace sentir que he llegado, que por fin he aterrizado en el planeta de los billetes. Estoy en Miami, en Miami mi amor. A veces ni yo misma lo puedo creer. Y me siento fuera de este mundo. La felicidad del anticipo me da el permiso para ponerme bonita, arreglarme, ser femenina. Ay, Dios mío, estoy en Miami. Vivo con este desgraciado de mierda, pero por lo menos estoy en Miami.

Primero, me pongo un rímel ligero, nada de escándalos, cosa que no se crean que soy cosa barata. Si te creen barata, ya no te quieren y estás perdida. Porque yo soy muy fina, sí señor, muy fina. Un crayón de labios suave y sutil como vi en las revistas. Un poco de colorete, no me hace falta mucho, porque estoy saludable, gordita dirían algunas envidiosas. Unos pantalones cortitos, color crema bien ceñidos y una blusa blanquita más o menos apretadita para que sepan que soy blanca, mejor dicho, para que no se olviden que soy blanca, blanquísima. Porque también aquí en Miami subes de categoría si eres blanca.

Por fin me pongo unas gotitas del perfume exclusivo que me regaló Pepe del bazar y estoy lista como una modelo en pasarela parisiense. Me estudio ante el espejo y caballero qué tremenda mujer, con razón la gente me mira tanto, todas estas carnes voluptuosas no van al desperdicio. Me despido del gato, de los pajaritos y de las plantas. Un besito por aquí y otro besito por allá, estos sí que me quieren. Dejo la casa linda y limpia como siempre, de puerca nadie me puede acusar. Ya lista y hermosa, afuera me espera el palo, la escalerita, la escoba y el carrito para irme de shopping.

Todo en la vida es un proceso. No hay por qué apresurarse porque lo tuyo siempre será tuyo. Lo primero es examinar el contenedor más lleno, porque así el shopping será más fácil, más placentero. Ayer me fijé que los argentinos ricos que se mudaban botaron un montón de cosas nuevas. Primera parada, el recipiente del edificio B, como bonito, bueno y barato. Allí, la sorpresa del día, la lámpara y la mesita. Paso al C contoneando mi hermoso cuerpo y me encuentro con los sartenes y unas tazas un poco viejas, pero a caballo regalado no se le mira colmillo. Me voy trotando como yegua de paso fino al A porque las diez se me están echando encima. Está medio vacío, pero uso mi escalerita y el palo largo para mayor extensión y santo milagro de las alturas, el edredón y las toallas.

En el E y el F, unas muestras gratis que dieron por la vecindad de jabones, pastas dentífricas, enjuagues y desodorantes. Los vecinos parecen no haber querido los regalos de promoción de las compañías y había suficiente para surtir una caja grande de envíos para Pinar del Río. Por fin, termino con el D y allí en el fondo del latón después de excavar como una loca y ensuciarme como una puerquita, encuentro mi gran tesoro, una botella de Beautiful de Estee Lauder a medio usar. Si te digo que irse de shopping es una maravilla. En el anuncio de la televisión la muchacha que usa Beautiful se ve bella, regia, misteriosa, un encanto. Más feliz no se podía ver. Ya me imagino cuando me lo ponga, la transformación, la metamorfosis, yo beautiful, yo primorosa como una novia en sus nupcias de junio primaveral. Así como la novia que se ve en la televisión. A lo mejor hasta Pepe quiere casarse conmigo. El frasco es una preciosidad.

No entiendo porque Pepe dice que soy fea, gorda, apestosa y ordinaria. En Cuba, en la escuela de medicina, los internos me pedían que me desnudara para estudiarme de cerca. Que caminara por aquí, que me fuera por allá. Que subiera este brazo, que levantara aquella pierna. Y yo, haciéndome la tonta para que me vieran bien, para que se dieran el gustazo de sus vidas. Me entraba una astenia que para qué te cuento. Hasta papi parecía yo gustarle. De muy de niña me decía que le dejara ver la cosa bonita, que quería tocarla, jugar con ella. La nena es tan bonita. La nena es tan preciosa. Qué tiene aquí la nena entre las piernas para su papi. Qué cosa bella tiene la nena. Y la nena no entendía porque aquel era su padre, su papi del corazón. Pero luego me enteré de que mi papi quería otra cosa. Que el papi era un pervertido.

Pero la nena tiene ahora su Beautiful y nadie se lo quita. Mi bello pomo de perfume. Pepe se levantará todas las mañanas palpándome, buscándome para desahogar y descargar su rabia de macho vituperado. Como siempre no mirará mi rostro, no besará mis labios, no habrá una caricia. Porque soy fea. Porque soy gorda. Asquerosa y apestosa. Sólo un profundo y constante golpe en mis adentros, un remolino, un río desbocado en fuego castigará mi cuerpo. Un odio que no se entiende. Y yo seré sumisa, me abriré porque no quiero problemas, porque no quiero recordar a Cuba, porque no quiero recordar a papi. Pero allí, a la distancia, sobre el tocador, podré ver mi hermoso pomo de perfume y me recordará que sí, que soy beautiful, siempre beautiful. Eternamente beautiful.

 

Beautiful es un relato que aparece en el libro Nena, nena de mi corazón, publicado por Editorial Xlibris 2006 en Philadelphia USA..

Autor: Benito Pastoriza Iyodo

Nació en Puerto Rico y reside en los Estados Unidos. Sus poemarios publicados son: Gotas verdes para la ciudad, Lo coloro de lo incoloro, Cartas a la sombra de tu piel, Elegías de septiembre y Prostíbulo de la palabra. Ha publicado dos libros de relatos y una novela: Cuestión de hombres, Nena, nena de mi corazón y El agua del paraíso. Benito Pastoriza Iyodo fue cofundador de revistas especializadas en la difusión de la nueva literatura escrita por los latinos en español en los Estados Unidos: Tinta, Visible y Literal. Su obra ha sido publicada en antologías y revistas literarias en México, España, Cuba, Puerto Rico, Argentina, Chile, Uruguay, Australia y Estados Unidos, obteniendo diversos premios entre ellos: Premio Julio Cortázar, Instituto de Cultura Puertorriqueña, Latin Heritage Award y Premio Ciudad de Sevilla. Su obra ha sido traducida al inglés y al portugués.

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