Todos los niños, ningún cuchillo
1
Palabras sueltas
conectadas entre sí por el tintinear de cristalería barata y grasa bobina refinada.
El ungüento perfecto me digo,
para ese traje de látex que no me entra desde hace tiempo.
Estaré viejo. Rebusco y rebuzno exhausto frente al espejo.
Los parpados se me caen, pero el hipnotismo no llega
o llega tarde.
He frecuentado a cientos de exiliados,
aunque ninguno pasable.
En mis sueños solamente, me cazan al vuelo
y yo muerdo la almohada, gustoso
como besando a un niño vencido en el ocaso del día.
2
La chusma desde los balcones, casi suicida.
Mi voz parece retumbar en todos los vientres estrangulados
durante la sobremesa.
La única vez que me escuchan y la cago
tengo que tragar saliva–la garganta me juega una mala pasada-un pase de factura
y una tosecita, como diciendo,
ya fue.
De no ser por el guascazo era un tango hermoso, una pinturita.
Me llega ligero, desde algún lugar del palco
y conecta de lleno en mi oreja izquierda.
Balanceándome de un lado a otro, hago como que no existo
y salgo lo más rápido que puedo del recinto
pero existo, existo como un punto rojo titilante
en la vergüenza leprosa que me devuelven los rostros de los compañeros.
Mi mundo. Yo.
El arquero abatido y su entrepierna demasiado abierta
depositario de los suspiros fétidos
que se deslizan velozmente, como la seda,
sobre la arena del coliseo.
3
¡¡¡La figura representativa no se discute!!!
Vocifero con la vena hinchada del cuello.
De reojo, veo como van evacuando el lugar.
Primero un grupito y después,
la hemorragia es incontenible.
Rebusco entre yeites viejos
gesti-culo entre mares de sudor y vahos de mondongo.
Entre los que permanecen,
un excombatiente (como les gusta que los llamen)
me hace señas agarrándose el bulto.
4
Con el culo filoso de tanta politiquería, destaco con énfasis,
el potencial irreprochable del grano de cacao
y el pragmatismo popular de la esencia de vainilla.
Cuantas caricias he decodificado
durante los alegatos que se esgrimen en mi contra.
Desde tiempos remotos, aguantando los latigazos
y besando los pies, ligeramente entalcados del amo.
Nada de esto ocurriría
si tan solo sintieran por un instante,
las rugosas lenguas que desenfundan los oficinistas
allá en el microcentro
en la oscuridad más tierna y húmeda
que nos invita a fundirnos en el deleite, escalera abajo.
5
Quien muta se vuelve mortero.
Quien se duerme no es cartera, sino más bien,
un competidor más en la fila del sueño de la casa propia.
Evoluciono dolorosamente en la trinchera
cual sabañón amalgamándose al soquete
apuntalando el presente.
Se me secaron las lágrimas de tanto tragar
y ahora, es la saliva burbujeante
la que resbala sobre el manto perlado de sal
que recubre la carne palpitante.
De mi muerte política ya no hablo
Arengo desde el fondo,
con un chirlo en la cola y un guiño
a los novatos.
6
El vidrio se empaña rápido
y como los chicos, dibujo nerviosamente,
una V corta y una P bien montada.
Un juego y el futuro- digo (la sierra va y viene)
Me la juego, me mando de lleno
Siento los codazos en las costillas
¡¡¡Ya va!!! ¡¡¡Ya va!!! ¡¡¡Ya va!!!
No puedo, me cago encima
Las uñas perfectas. De un mármol precioso (Se escuchan unos pasos a lo lejos)
Tiro Tiros tironeo y ceden
Me patino en mis jugos, pero zafo
No estoy soñando, todos volamos
En el fervor, el olor es fuerte y me reprochan
Callamos y con miradas cruzadas, pensamos
en todo lo que se dijo
en todo lo que se dirá.
Autor: Ezequiel Moreyra