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Mientras empeño un sueño, falta en el mundo tanta serenidad


En el insomnio te desvisto querida indignación.

Lástima que se nos perdieran aquellos viernes,

los que se alzaron tan despacio a este lado de las palabras.

Me acercaré al olvido con mis ojos de fiebre.

Si me hablan de ti, de las cincuenta formas

de colorear la casa con los tonos celestes:

te recomendaré en primera persona.

De haber sabido que tú, solo sabes de los rellenos de las plumas de las almohadas,

de cosas de Hillary activista, de tantas y de tantas, buenas o malas formas,

de todas y de todas esas conspiraciones que se cuelan

por las ventanas y las puertas principales de los palacios:

Moncloa. Elísio. Casa Blanca. Rosada. Rashtrapati Bhavan.

Bellevue. Ak Orda. Kremlin; por supuesto que te hubiese llamado.

Aquí traigo a la infancia su enemigo: las lecturas de un ángel temeroso,

simplemente de un ser abandonado ante la sombra de su estatua.

Pero esto ya lo había dicho, como las veces que se caen

los cielos sin que nadie lo impida, igual que los tropiezos de mi bastón anciano,

lo mismo, ¡claro está!, que todas las cadencias preguntando por mi envejecimiento

a todas las mujeres invitadas, a todos los supuestos encendidos.

Si te parece bien, mi vida, seguiré vivo. ¡Sí! Muy vivo.

Vivo para olvidar el mundo que nunca me dio nada.

Sí, ¡claro que sí! ¡Por supuesto!

Olvidemos el mundo y disfrutemos:

de los mapas que trenzan la infancia,

de tostadas calientes en el plato,

de nuestras vacaciones en este hospital público

en el que ahora nos tratan y nos cuidan.

Si te parece bien, mi amor,

mañana voy, sí voy como invitado

al bautizo de nuestra última nieta.

Me acercaré al despiste de las tierras

interiores de la incineración de sus empresas,

a los mares que siguen llegando hasta la orilla

con las velas en crisis del olvido,

hasta el acantilado abierto a mi condena y tu condena.

No sé si servirán de mucho

los recuerdos de tus doscientas noches

en la imaginación de un joven despiste y caradura,

o de dos, o de cien millones de países feministas liberales

que despiertan, si acaso, igual, que despertamos todos, al olor del café:

rojo casi bulímico, ópalo que zozobra en tu boca.

Mientras empeño un sueño, falta en el mundo tanta serenidad.

 

Autor: Maximiano Revilla Vega (España)

Nacido en Tabanera de Valdavia, Palencia, el 21 de Diciembre de 1962. Residiendo en Madrid

  • Impartiendo talleres de “Poesía para mañana”

  • Colaborando en revistas literarias de México y de España

  • Miembro del jurado de poesía “Ciudad de Alcalá 2018”

  • Seleccionado en “versos al paso” Madrid (España)

  • Libros publicados :

Consonancias de la voz (2005) Vitruvio

Pálpitos del tren que no vuelve (2016) Vitruvio

Bobilongos y churrilungas (2018) Vitruvio

Recetario de la locura (2019) Amazon

Mail: maxitabanero@hotmail.com

Imagen de Juan Pablo González

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