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Réquiem de un no muerto y Metamorfosis


Réquiem de un no muerto

Me desperté un rato después. Y odié cada letra de ese verbo aborrecible en mi carne, yo no quería despertar. Las pastillas estaban vencidas, se dio a notar en el temblor de mis manos, la sangre seca en mi nariz y la boca aún llena de espuma. Fue asqueroso y horrible. Migraña palpitante cuándo me arrastre al baño a vomitar. Pero lo peor estaba bullendo en mi cabeza, creo. Yo había finalizado, punto final. Había abrazado la oscuridad y ahogado en pastillas. Pero seguía respirando como un estúpido. Mi mente se había dado por muerta pero mi cuerpo no le había seguido el paso. Grité en silencio para no despertar a las bestias y pensé en llenarme las manos de sangre. La cuestión es que eso no es una opción. Los cortes sangran y se infectan. Los cortes se ven. Los cortes te devolvían a los viernes somnolientos detrás del escritorio de un pelotudo que se recibió para joderme la vida. Pero yo solo murmuraba las palabras que quería abrirme en la piel mientras buscaba un cuter de mierda. Me conforme con la sucia guillet que mantenía escondida detrás del armario, óxido y sangre vieja acumulada en desesperación. Mientras se me resbalaba de los dedos mi pecho se inflamó en recuerdos y entré en razón. Recordé mis épocas de zombie, no muy largas porque aprendí a esconder las pastillas bajo la lengua con gran velocidad. Pero igual las memorias siempre serán sofocantes, ¿Mi peor momento? No cuenta porque no era yo. Apenas comía, la cabeza tan drogada que no podía hablar. Movimientos lentos y embutidos. Pesadillas. Las pastillas son horribles. Solo por eso me deje de abrir nuevos agujeros y decidí hacer cosas bonitas con el sabor metálico en los dedos. Y ahora estoy atrapado, desesperado y agotado; quizá levemente intoxicado. Pero por sobre todo cansado; de esperar ayuda que no llega. De gente que ve mis destroces y les chupa un huevo. De gente que promete ayudar pero sólo me boludea. No te pido que te hundas, ni que mires a través del agua turbia en la que me ahogo. Ni que me saques del agua, solo quiero que tomes mi mano. Necesito afecto, contacto. Un beso en el cachete que no sea por presión, una mano en el hombro. Un abrazó es lo único que pido. Pero no existen tales cosas para mí. Remedios tan simples para algunos. Pero yo no me los merezco. Porque la sangre se secó sobre mi nariz y la espuma aún estaba en mi boca, los dedos aún me temblaban al despertar. Porque desperté; Parece que ni siquiera merezco la muerte.

Metamorfosis

Cuando cae la noche, y la oscuridad se asienta. Mi enfermedad se vuelve más intensa. Tomando cada parte de mi cuerpo, como si fuera un veneno mortal. Matándome poco a poco, con esos arrebatos de locura que me obligan a tomar mi cabeza y sacudirla en intentos de acallar las voces. Con esos gritos desesperados al sonar del crepúsculo y esas heridas de media noche, más dulces que el amor pero más peligrosas que la muerte. Justo en ese momento, con la pesada bruma y la oscuridad creando formas inexistentes hasta tragarme y ahogarme. Justo en ese momento, Soy el verdadero yo.

 

Autor: Ezequiel del Rio

Imagen de Goya

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