La vida de a tres. Amor libre y deconstrucción
Es abril y aún hace calor al sur de Brasil. El despertador del celular suena a las 7:15 de la mañana. Sonámbulo, lo apago. 7:25 llega un mensaje de Whatts App: Amor –Buen día mi vida ¿Te encargás de cambiar al gordito porfa?- Con mi fiaca habitual a madrugar le contesto que si y me levanto de la cama. Luego del baño voy a despertar a Ciro, nuestro bebé de 2 años y medio que ya empezó la cresche (jardín maternal). A diferencia de lo que me hacían a mí, lo despierto hablándole a media voz, con dulzura, suave y lento. El resultado es el mismo, enojo y despertar con mal humor -¿Dónde está mamá? Mamá quiero, salí vos- Me dice señalándome con el dedito. Entre mimos y besos consigo hacerle upa y levantarlo, llevarlo al baño, que haga pis, que se lave los dientes y cambiarlo.
Vamos hacia la planta baja para preparar la mochila, prendemos la luz de la sala y ahí está Meli, tapada sólo con la sábana y sus tetas al descubierto, al lado, Nico, la ropa desparramada por el piso junto a preservativos usados y envoltorios abiertos, Ciro va corriendo a la cama para abrazarla –Buen día ¿Dormiste con Nico mamá?-Dice ya despabilado y con una inocencia maravillosa, después se tira encima de él para robarle y comerse su ojo. Entre tanto, yo preparo café y jugo de naranja para los cuatro, los miro levantarse, a ella poniéndose la tanga y una remera, lo observo a él, veo su pito muerto y sus dientes blancos, se pone un calzón, un short y me viene a abrazar –Bom giorno- le digo sonriendo, tratando de naturalizar la situación que lleva intermitentemente menos de 7 meses.
Según Emma Goldman el amor libre tiene que ser una fuerza, un conjunto de acciones, mediante las cuales, las personas involucradas fueran capaces de liberarse mutuamente, jamás debe ser una actitud contemplativa, solo reflexiva y racionalista. También hay quienes hablan de amor libre como un nuevo caldo de cultivo que dispara contra la columna vertebral del capitalismo: la propiedad privada.
En lo personal tengo que admitir que estas ideas me llegaron a partir de mi posición privilegiada dentro del patriarcado junto a los valores burgueses inculcados en el seno de la vida familiar. Cuando tenía 16 años de edad me enamoré de quien sería mi primera novia, Marina. Juntos tuvimos nuestras primeras experiencias afectivas, amorosas y sexuales. Una relación genuina y sincera con un pequeño detalle: con la misma franqueza y seguridad con que le decía que la amaba profundamente también le negaba que había estado con otra persona cada vez que le llegaba un rumor o un comentario sobre mi vida nocturna. La escena se repitió muchas veces, tuvimos idas y vueltas durante varios años hasta que una vez me vio de la mano con otra mujer. Por primera vez en la vida me sentí una porquería. Ella siempre tuvo una ética y una solidez estoica, aún hoy, pero esa vez me dio tal sermón, tal discurso que me dejó tan pequeño, tan idiota, tan avergonzado que cambió mi concepción sobre el amor para siempre.
Con Nico jugábamos al fútbol los lunes, cuando le comenté que mi compañera lo había fichado se asustó –Pará, pará, explicame bien lo que quieren hacer -Me preguntó nervioso, mientras hablábamos por lo bajo entre medio de tantos amigos. –No sé -le dije picarescamente relajado - Venite a casa a tomar unos mates y vemos- Entre líneas pude leer su miedo, más adelante confeso, a que yo fuera puto, porque esa es la palabra que usamos los hétero cis frente a la homosexualidad.
Unos días después vino a comer un asado, Meli me había comentado esa tarde que prefería estar a solas con él (ya que en principio nuestro plan era hacer un trío), así que después de comer se fueron yendo los invitados y yo me llevé a nuestro bebé para dormirlo y dejarlos a solas. El resto de esa noche es imaginable.
Lastimar tanto a Marina fue un golpe bajo para mi, y empezaron los grandes interrogantes ¿Soy una mierda? ¿No puede gustarme más de una persona? ¿Y amar a más de una? ¿Es un pecado que me gusten tanto las mujeres? Corría el año 2006 y tenía apenas 20 años, poco y nada se hablaba, o poco me llegaba sobre poliamor, amor libre y responsabilidad afectiva. Pero si hay algo que entendí en esa época era que no quería tener nunca más una relación normal y al mismo tiempo me convencí de que yo no era un mal tipo. Al principio, con todos los clichés de lo que hoy se diría Un Raúl comencé a presentarme ante cualquier primera cita como alguien que no cree en la monogamia. Sin haber leído ni experimentado nada, lo único que tenía claro era eso y que al igual que había hecho yo durante varios años, la mayoría de mis amigos le decían a los ojos a sus novias que las amaban pero en la primera oportunidad de mandarse alguna sin que se enteren, se las mandaban. Y yo no quería seguir reproduciendo esa hipocresía. Luego de algunas historias ocasionales pero explícitamente abiertas me volví a enamorar, mi primera experiencia open mind.
Nico empezó a venir a casa de vez en cuando, al principio después de cenar para no cruzarse conmigo, ya que le daba vergüenza. En general se iba antes del amanecer. Un día se quedó dormido y no hubo otra opción que desayunar todxs juntxs, después empezó a venir a cenar e irse a dormir con Meli a otro cuarto, un tiempito después a tomar mates por la tarde y de a poco empezamos a descontracturar la situación entre todxs, hablando, preguntando cómo nos sentíamos, él, ella, yo y Ciro. Dejamos de ocultarle la situación a nuestro hijo, también le empezamos a explicar de qué se trataba todo esto, proceso doble para él ya que cuando Nico apareció en nuestra casa aún no hablaba tanto. A los 6 meses de aquel asado se vino a vivir con nosotros.
A Flor la conocí en la universidad, yo ya tenía 23 años, desde un comienzo la clave del amor fue la sinceridad ante todo. La fantasía de hacer un trío con otra mujer era compartida. No tardamos en animarnos a ir a un boliche swinger muy famoso por aquellos años. Íbamos con un objetivo claro, conseguir una chica e invitarla a nuestro departamento. Entramos a una habitación que era literalmente una película porno, parejas cogiendo por todos los rincones. Empezamos también con timidez a sacarnos la ropa y besarnos, en seguida apareció una rubia a comerle la boca ¡Todo una fantasía cumplida! Estábamos los tres en pleno jugueteo, hasta que apareció el marido de la rubia que no dudó un segundo en chuparle las tetas a Flor que accedió tan asiduamente que yo quedé en estado de shock mirando la situación. Nunca había sido testigo del goce de una compañera por parte de un tercero, y claramente no eran celos lo que me estaba emergiendo del cuerpo, sino una contradicción inédita. .
Fue un click para mi, era en principio la búsqueda de la libertad que tanto anhelaba y buscaba desde hacía algunos años, pero al mismo tiempo no podía vivirlo con tanta naturalidad como lo hacía ella ¿Habrían empezado a jugar el machismo y la moral judeocristiana? Lo más importante era en realidad que a cada experiencia que íbamos viviendo se fortalecía nuestra relación, ya que todo era charlado y pre acordado. Aunque todas las experiencias con tercerxs eran juntxs.
Meli y Nico me tuvieron a mí, desde un comienzo como el gurú del amor libre, decían que yo tomaba todo como si fuera normal. Pero la realidad es que yo pasé por muchísimos estados, desde morbo, calentura y celos hasta angustia y tristeza.
La experiencia es una de las bases primordiales para romper determinados dogmas o paradigmas, pero si a esto no le sumamos las experiencias de otrxs a través del intercambio de saberes, lecturas y/o vivencias siempre va a quedar incompleta.
La pregunta más frecuente que surge cuando hablamos de amor libre es ¿Cómo se hace con los celos? Podemos leer, investigar y escuchar mucho sobre el tema pero no hay respuestas ni técnicas precisas para romper con ese sentimiento (?). En mi caso particular, como dije más arriba, todo surgió a partir de la necesidad de relacionarme con varias personas sin lastimar a nadie, esta visión machirula, palabra que no existía a mis 20 años, no contemplaba la idea de que mis compañeras tengan otrxs vínculos. El acceso a la academia, involucrarme con el tema desde otra posición, la lectura diversa, la teoría anarquista, la honestidad moral (valor burgués) y por supuesto jugarme a experimentar, a veces, con miedos y contradicciones, me hicieron entender que se trataba de un proceso en el que había que poner el cuerpo y de plantearse una posición netamente política.
A Meli la conocí en 2013, ambos teníamos 26 años, desde el primer día hablamos de lo importante de ser genuinxs y sincerxs. Meli nunca había tenido siquiera una experiencia pero nuestra relación se fue desenvolviendo y nos fuimos enamorando. Pasó medio año cuando nos empezamos a preguntar sobre qué tipo de vínculo íbamos a llevar adelante. Durante esos meses ningunx estuvo con otra persona. Y de repente reapareció Flor después de mucho tiempo en que no nos habíamos visto.
La situación era muy compleja. Aparte de lo sexual, por primera vez me interpelaba lo afectivo de forma múltiple. Me encontraba muchas veces enviando mensajes de texto diciéndole casi lo mismo a las dos, que las amaba con locura, que tenía ganas de verlas, etc. Durante cuatro meses estuve con ambas siempre por separado y sólo una vez nos juntamos los tres para poder hablarlo.
Flor y Meli lo sufrieron muchísimo, todo el tiempo debían organizarse en cuestión de lo que yo elegía y con quién. El conflicto era full time, llantos, abrazos y largas charlas por doquier. Con Flor tenía cierta complicidad para manejar algunas situaciones, a veces me apoyaba en ella, con quien había tenido las primeras aventuras, para cuidarla a Meli que de repente se enamoró de un tipo que la introdujo en un mundo totalmente desconocido, donde por momentos el éxtasis de lo prohibido, la complicidad, el morbo y la fantasía son muy gratificantes pero cuando los sentimientos empiezan a dar puntadas desde las entrañas es muy doloroso.
Podríamos decir que todo es político y en realidad no estaríamos diciendo nada ¿Qué significa entender al amor libre como una cuestión política? En principio habría que contraponerlo con el statu quo, o sea, la familia monógama como base estructural de la sociedad. Desde mi punto de vista, un fracaso. Creo que existe un porcentaje muy alto de infidelidad, incluso de padres que no saben que sus hijos no son biológicamente suyos. Por otro lado todos los aspectos que pone en cuestión la vida a partir del matrimonio: la libertad, el deseo, la sinceridad, la contradicción, la genuinidad, el cambio de parecer, el cambio de sentir. El amor se transforma en una relación mercantil más, incluso se firma un contrato, donde no se juegan todas las cartas sobre la mesa porque sería un sincericidio. Es como tener un restaurant y contarles a los comensales que en la cocina hay cucarachas. Jamás. En la relación romántica se evita el conflicto, todo se maquilla, se enmascara. Hasta que en un momento explota, ya sea una infidelidad, el primer pedo delante de la pareja o peor aún, cuando comienza el proceso de divorcio y cada unx muestra quien realmente es.
En una relación de amor libre, entendida literalmente, no se idealiza al amor, no se lo romantiza, por ende no se esconden los problemas bajo la alfombra, el juego es a cartas abiertas y eso se problematiza. En resumen, el conflicto es diario. Por eso es político, porque se trata de perseguir una utopía inalcanzable, que, como diría Galeano, se corre a cada paso que damos. Y esa utopía es inalcanzable porque para que las relaciones libres puedan desarrollarse en su plenitud se necesita primero de un cambio cultural, social y económico muy profundo.
Las charlas con Meli son como una obra, ladrillito por ladrillito, contarnos cada cosa, como nos influye, que nos sucede y como seguir son una constante. Y eso se materializa en un cambio interno que cala hondo en lxs dos. Si de algo nos podemos enorgullecer es de la relación que supimos construir hasta hoy.
Más de una vez me encontré con la cara llena de lágrimas mientras hacíamos el amor después de haber superado alguna situación fuerte, de caer en la cuenta que puedo contar incondicionalmente con la persona que tengo al lado, con quien tengo proyectos, un hijo, una convivencia, pero que también puede calentarse o sentir algo por otro tipo. Y poder asimilar eso, poder hacerlo carne y teoría es para mi una de las cosas más lindas que me pasó en la vida.
Me animaría a decir que el amor libre es una modalidad contrahegemónica de relacionarse, por eso genera tanto ruido cada vez que sale una nota en algún medio masivo, los comentarios a dichos artículos suelen ser aberrantes, con descalificativos y categorías que encajan sólo para la monogamia como cornudx, boludx, promiscux, irresponsable, descomprometidx. Cuando justamente lo que se propone es lo contrario, tener un compromiso más fuerte con lo que se siente y no esconderlo, ser responsables frente a cualquier contradicción o suceso inesperado que pueda surgir, como enamorarse de otra persona, que se rompa un condón o no tener ganas de compartir una tarde porque se está confundidx sin que eso nos lleve a una discusión.
El amor libre no suprime la monogmia. No suprime nada en realidad, y abre un abanico infinito de posibilidades pero el sostén de esa diversidad es la responsabilidad afectiva. Como no hay reglas ni normas pre establecidas, son los protagonistas quienes deben crearlas, pactarlas y delimitarlas.
Llegó junio, se fue medio año. El frío cae junto al atardecer de Buenos Aires. Mientras descorcho un malbec que gané por una apuesta, Meli se acerca con dos copas en la mano. Sirvo ambas hasta la mitad y brindamos mirándonos a los ojos – por la próxima aventura- le digo mientras tintinea el choque de los vidrios y me pierdo en el fuego de su mirada.
Autor: Nahuel Correa
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