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Nada quedaba: la libertad entregada; el amor perdido desde su raíz, inexistente como concepto. Puede que sólo existiera el afecto, del que creía merecedores a unos pocos, algunos placeres efímeros y un día soñado en el que con el café del desayuno, milagrosamente, este escenario macabro se tornara en deformado espejo que recogiera un mundo ideal, previsible, tedioso, injusto ante tanta hipocresía medida, calculada en cada pequeña porción de sí misma con fines tan oscuros como definidos. No; decididamente, no había escapatoria.

 

Autor: Joaquín Casis Domínguez

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