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Pucha que tengo ganas de tomarme un “güen” trago, un litro de blanquito, heladito – dijo el “care’ muñeco”-

- No me diga na’ cumpa, a mí me pasa lo mismo y tengo la garganta seca, ¿qué po’emos hacer pa’ matar esta se’? – contestó y preguntó el “care’ sapo” - mientras terminaba de limpiarse y de arreglarse los pantalones detrás de unos matorrales.

De pronto se escucharon voces. Dos mujeres subían el cerro y conversaban animadamente sobre las ventas del día.

- Yo vendí todo – dijo la Olga –

- Bueno, a mí me quedaron dos panes, nada más – contestó la Rosa –

Los hombres se miraron, y uno de ellos dijo en voz baja: “puta que tenimos suerte gancho”, y se agazaparon detrás de unas matas, esperando.

Cuando las mujeres estaban lo bastante cerca se abalanzaron sobre ellas cuchillo en mano, y en un santiamén las derribaron. Quedaron tendidas en el suelo, a unos pocos metros de distancia una de la otra.

- ¡Puta la china güena que me tocó a mí! – dijo el care’ sapo, mientras manoseaba a la Olga, que aterrada forcejeaba para librarse del ataque – Pero las dos piernas del care’ sapo la tenían inmovilizada, lo que aprovechó para sacarle a tirones sus calzones, a la vez que se desabrochó el marrueco y penetró violentamente a la mujer que trataba de moverse desesperadamente.

¡Mire cumpa la yegua güena, vea el trote que le saco! – gritaba el care’ sapo – y mientras violaba a la mujer hacia mofa con el calzón en alto, agitándolo como en un rodeo. En un momento dado, la Olga de tanto mover su cabeza, logró liberarse de la mano que oprimía su boca, pero el grito que pretendía salir de su garganta se ahogó en el intento y solo se escuchó un sonido gutural, desgarrador.

- ¡A mí me tocó harta carne, y está muy regüenaza! – le contestó el care´ muñeco y agregó: “Se dio solita, no tenía ni calzones” – al mismo tiempo que se incorporaba y liberaba el cuerpo de la Rosa. Ésta permanecía inmóvil y sin habla, con su vestido subido hasta más arriba del ombligo y sus senos al aire, con el sujetador destrozado.

Mientras bajaban rápidamente del cerro, contaban las monedas y los billetes que les robaron a las mujeres.

En el cerro, tirada en el suelo y con los ojos abiertos quedó sin vida la Olga. Su cuerpo tenía dos profundas heridas de arma blanca.

Cuando los “ratis” entraron al clandestino haciendo preguntas, el care’ muñeco y el care’ sapo supieron altiro que su suerte estaba sellada. El care’ muñeco murió en la cárcel, de tuberculosis, mientras que el care’ sapo murió de una certera puñalada en el corazón que le propinó un reo, compañero de celda.

Siempre se recriminaron el haber empeñado el anillo de la Olga en el clandestino, pero se disculpaban mutuamente del error y concluían que fue la “mala suerte”; que se les había terminado la plata, y que nunca pudieron apagar la sed.

 

El cuento “Los criminales” fue publicado el año 2015 en libro “Cuentos y relatos” de la editorial Amanuense Chile

Autor: Miguel González Troncoso

Miguel Enrique González Troncoso, Santiago, Chile, 1954 -, de profesión Orientador Familiar y Mediador, comenzó su actividad literaria como integrante del taller literario La Barraca, de La Florida, ha participado en distintos concursos y eventos literarios obteniendo importantes premios. Sus obras publicadas son: “Relatos y cuentos breves” 2013, “Helga de Berlín y otros relatos” 2014, “Cuentos y Relatos” 2015, “El Viaje” 2017 Sus cuentos y relatos han sido publicados en Suecia, en el Semanario de habla hispana “Liberación”.

Mail: megonzalez54@gmail.com

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