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Me subo a la cinta sin ganas. Me esperan cuarenta minutos aburridísimos, me olvidé el MP4 y para colmo dejé cargando el celular en el vestuario. No tenía ganas de venir al gym. Me levanté de mal humor. Anoche Nacho llegó tarde y bastante borracho. Yo estaba tan caliente que hasta podría haber tenido sexo con él, a pesar de que hace meses que no nos tocamos.

Pongo la velocidad en treinta y voy subiendo de a poco hasta llegar a cincuenta y cinco. Tres minutos de caminata y luego subo a setenta y cinco. Empiezo a correr.

Extraño mi música. Tomo un poco de agua y luego dejo la botella en el sostén de la cinta. Tengo la toalla envolviéndome el cuello. Me puse una vincha para evitar que la transpiración caiga sobre mis ojos y me até el pelo con el pinche que me regaló Sofía para el día del amigo ¿Cómo me quedará? Aquí no hay espejos, tampoco hay tele. Comencé a venir a este gimnasio porque me lo recomendó Nacho. Está en el primer piso de un complejo deportivo que se dedica principalmente al tenis. Las cintas están ubicadas contra un ventanal que da a las canchas. Usualmente, si hay buen tiempo, puedo entretenerme mirando algún partido y, si tengo suerte, Richard está dando una clase. Está bueno, pero no da. Todos me miran. Sé que soy linda, más que eso, tengo un lomo espectacular que cultivo tres veces por semana en el gimnasio y hago dieta. Cuando entro al gym noto que todos buscan una excusa y hasta cambian sus rutinas para estar cerca de mí y relojearme la cola. Es lo mejor que tengo, redondita, parada, tentadora.

Cuatro minutos, mejor no pensar para que el tiempo pase más rápido, no pensar, no pensar...

Hoy me toca cincuenta gramos de carne no la saqué del freezer voy a tener que acordarme de hacerlo apenas regrese no me gusta descongelarla en el microondas por qué no me habré quedado en la cama hasta recién lloviznaba y por lo tanto las canchas están vacías no solo no vino Richard sino que ni siquiera están los veteranos de los miércoles juegan horrible pero por lo menos me entretendría viendo cómo le erran a la pelota recién van seis minutos me falta un montón y cada vez que miro el tiempo pasaron solamente veinte segundos tengo que hacer algo para colmo estoy de espaldas al salón y ni siquiera puedo divertirme viendo a los tipos mirándome el culo me puse el equipo rosa me queda como un guante y a propósito me calcé una tanga mínima se nota y a los hombres les hace volar los ratones el que debe estar haciéndose una fiesta es el profe es un baboso insoportable cree que no me doy cuenta que viene a darme indicaciones únicamente para aprovechar a meterme mano pero no le doy calce tiene un lomo bárbaro pero es un troglodita Cris me dijo que es bi que le da a todo lo que se mueve pero conmigo se va a quedar con las ganas siete minutos cuarenta el tiempo no pasa más no tengo nada que mirar salvo la enredadera del paredón del fondo es una hiedra una plaga que avanza incontenible cubriéndolo todo y ahora en primavera luce un verde espectacular.

Pausa.

Tengo que concentrarme, si sigo dejando volar la mente voy a morir de aburrimiento ¿Qué es lo que me dijo Nacho que hacía cuando estaba en la cinta? ¡Ah, sí! Ya recuerdo. Se concentra en un punto. Eso es lo que voy a hacer, pero ¿Qué punto? Una hoja. Esa que sobresale.

Vuelvo a correr y clavo la vista, tratando de concentrarme en mis movimientos, de disfrutar. Es agradable ya que al mover las piernas mi malla ajustada me roza ahí abajo. Para colmo empecé a traspirar. Mejor, porque estoy tan caliente que temo que mi entrepierna esté empapada. Es mejor que crean que es transpiración, pero tengo que dejar de pensar y concentrarme en la hoja… la hoja… lo estoy logrando lo único que veo es el verde de la hoja y alrededor todo es difuso… entro en la vegetación.

Estoy corriendo a buen ritmo, es como si alguien viniera detrás de mí, pero no me apuro, conservo el paso, si me arrebato me voy a cansar y mi perseguidor me alcanzaría. Llevo corriendo un tiempo, no sé cuánto y no me importa. Lo único que me interesa es devorar quilómetros aunque no me mueva de la cinta. Tengo sed, pero no quiero agarrar la botella de agua, me desconcentraría. Corro por la senda de un monte abigarrado. De pronto se abre un claro y veo un manantial de agua fresca en el que desagota un río en forma de una hermosa cascada. Desearía ponerme debajo del agua, refrescarme y al mismo tiempo saciar mi sed. Quiero llegar hasta allí, pero veo un enorme tigre agazapado. Está cazando y sabe que es el mejor lugar para acechar a la presa. Los animales se acercan a tomar agua y es entonces cuando bajan la guardia y el depredador ataca. Lo vi en un documental. Giro nuevamente hacia el monte, no quiero que me devore el tigre, pero tampoco puedo parar. Sigo corriendo, comienzo a sentir el cansancio. No sé cuánto tiempo más puedo aguantar. Voy a deshidratarme, pero no puedo ir hacia el manantial y tampoco puedo dejar de correr, aunque noto que mis piernas no dan más, debería haber comido una banana, algo que me de energía, pero no lo hice. Tampoco desayuné; hoy me tocaba sólo un jugo. No tengo fuerzas, trastabillo y siento que mi perseguidor me alcanza y todo se pone negro.

Despierto recostada en un banco del vestuario. El profe está mirándome preocupado, mientras me da aire con una toalla.

—¿Estás bien?

—¿Qué pasó?

Estuviste corriendo más de dos horas. Te deshidrataste. ¿Por qué no tomaste agua?

—No sé…

El profe me alcanza la botellita. La vacío apurada.

—Despacio —Me dice—. Tomá de a sorbos. Me asustaste. Decí que justo pasé por ahí sino te hubieses dado flor de golpe.

—Sí, claro —, pensé. Siempre está cerca de mí por casualidad. Seguramente aprovechó para meterme mano.

—Ya estoy bien.

-¿Segura?

—Si… Voy a darme una ducha.

Me incorporo demasiado deprisa y vuelvo a trastabillar. El profe me toma del brazo.

—Despacio…

Quedamos muy juntos. Está transpirando, pero todavía conserva un dejo de colonia que algo dispara en mi cerebro. ¡Dios mío! No sólo sigo caliente, sino que mi excitación aumentó gracias a lo que imaginé en la cinta.

—¿Querés que te acompañe a tu casa?

—No —le respondo.

Me hace el amor en la ducha. Me agarro de la pared mientras me toma por detrás, como a una perra, el agua cae a chorros sobre ambos. Nunca me lo habían hecho de esa forma. Me gusta. Me gusta tanto que me olvido que no se puso un forro y me acaba adentro. Soy una boluda. Estoy ovulando. Seguro que me dejó embarazada. Adiós silueta.

Terminamos y se pone tierno, pero le corto el mambo.

—Dejame sola —le digo.

No protesta. Se va. Me quedo bajo la ducha. Me imagino que por fin estoy debajo de la cascada, disfrutando del agua fresca y cristalina.

Por la noche preparo la cena y me pongo algo sexy. Tengo que llevarme a Nacho a la cama. Él va a ser el padre, eso no se discute. Por suerte llega temprano, para variar.

—¿Qué tal tu día? —Me pregunta.

—Nada. Fui al gym.

—¿Qué hiciste?

—Cinta.

—¿La pasaste bien?

—Un embole. No tenía música y no había nadie jugando.

—Sí, es aburrido, ¿no?

—Sí, hasta que recordé lo que me dijiste y me concentré en un punto.

—¿Qué punto? —Se pone en guardia.

—En una hoja.

—¿Llegaste a la cascada?

 

Autor: Oscar E. Tabernise

Publicó la novela negra: “El Muertito” Editorial Revolver (2016) y libros con obras teatrales y guiones. Su cuento “El Techo del Mundo” tuvo una mención en “ENCUENTROS DE DOS MUNDOS” Feney-Voltaire, Francia.

Escribió el largometraje “Aguas Selvajens” basado en “El Muertito”, coproducción Argentina-Brasil. En teatro: “El Clú”, estrenada en el Teatro Municipal General San Martín de Buenos Aires “Tócala de Nuevo, Cacho” montada en: Argentina, España, Francia, México y Canadá. “Bailando Con el Muerto” Primer premio III Certamen Internacional de Teatro Breve de Requena, Valencia; entre otras. En televisión “Poliladron, una historia de amor” Martín fierro mejor guión 1995. “Costumbres Argentinas”, Martín Fierro mejor telecomedia 2003. “Poné a Franchela” premio Argentores en 2004 y otros.

Mail: otabernise@yahoo.com.ar

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