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Así Como el Océano


Nos encontramos navegando en el espacio virtual de la nueva aplicación de citas, que machea gente con cosas en común.

Tenemos una conversación agradable, amable, educada. Me cuenta que fue piloto de ultramar de joven y que ahora da clases de electromecánica en una escuela técnica. Le cuento que hice un curso de timonel de chica y que estudié para maestra jardinera, pero dejé porque no me gusta el encierro de las aulas.

Hablamos de la belleza del mar cuando navegás de noche bajo el cielo estrellado. Hablamos del reflejo de la luna en el agua. En portugués se le dice luar, pero parece que nadie de habla española se detuvo a ponerle nombre a semejante maravilla.

Me dice de conocernos, salir a tomar algo y capaz empezar algo lindo si se da. Le digo que hoy puedo.

-¿Hoy? ¿Vos decís hoy? Sí, no hay drama- Me responde.

Elijo el lugar de la cita. La Glorieta de Belgrano, a la hora de la clase de tango que está llena de gente y donde me siento segura. Porque es sabido que cuando los varones van a una cita a ciegas, su mayor temor es que seamos feas o demasiado gordas, el nuestro, en cambio, es que nos maten. Al verlo, mi intuición me dice que no va a matarme y su mirada que no le parezco gorda ni fea. Confiar en mi intuición es algo que aprendí a hacer hace poco.

Es de esos hombres a los que la vejez les borra todo rastro de maldad y de pasado, con unas arruguitas ínfimas alrededor de los ojos que parece que sonrieran con toda la cara. Bellísimo, muchísimo más que en las fotos en las que se ve más joven, pero también más insulso. Tiene un perfume muy rico y viste muy pulcro.

-Estoy muy cansada, trabajé mucho hoy. La verdad que trabajo no me falta, lo que me falta es plata- Le digo intentando ser graciosa.

Se ríe, pero creo que no entiende la ironía.

-Claro- contesta envalentonado- Trabajo nunca falta, pasa que los vagos no quieren trabajar, ví unos en la tele el otro día, reclamando planes trabajar, pero yo digo que lo que quieren esos son planes descansar.

Basta esa frase, un simple chiste que deja muy en claro donde está parado, para que me den ganas de salir corriendo, o que se vaya y quedarme bailando en la Glorieta. Pero no sé cómo es el protocolo para cancelar una cita recién empezada. Esta es la primera vez que conozco a alguien por una aplicación.

-Un día me podés enseñar a bailar- Me dice.

-No, no me gusta enseñar- Le contesto y es verdad que no me gusta enseñar, pero es más que nada la idea de bailar con él lo que me disgusta-Tengo hambre ¿Vamos a comer algo al barrio chino?

Me toma de la mano para caminar, pero se la retiro. Me ofrece el brazo, pero no lo acepto.

Lo que no me gusta de las primeras citas es que nunca sé qué cartas mostrar, qué parte de mi vida contar, pero en esta la tengo clarísima. Con todo el encanto del que soy capaz elijo hablarle de mis cinco años de trabajo en Políticas Socioeducativas. Sobre todo de los planes, le nombro todos los planes, de cómo los pibes no descansaban, de cómo aprovechaban sus netbooks y los viajes educativos. Cualquiera diría que le cagué la noche, pero no, mi intuición me vuelve a decir que a pesar de todo, le resulto encantadora y que quiere volver a verme aún a riesgo de fumarse una perorata del primer peronismo hasta la “década ganada”, pasando por el estatuto del peón.

-Un día podríamos salir a navegar…-Arriesga mientras pedimos la cuenta.

-No sé, mis días de timonel ya pasaron, ahora soy más de la tierra firme.

-El mar también se puede disfrutar desde la orilla.

Dejo que pague mi chop suey, porque no tengo un mango, a pesar de que me sobra trabajo.

Ofrece llevarme en auto " sin compromiso" y declino la invitación, más que para no comprometerme, para no arriesgarme. Mi protocolo de seguridad indica no subirme a autos ni a barcos de alguien que acabo de conocer. Insiste en alcanzarme aunque sea hasta la parada de colectivo, pero le digo que no, que caminemos hasta donde tiene estacionado el auto y ahí nos despedimos.

Ya en el colectivo, intento dilucidar qué es lo que me hace sentir tan incómoda y por qué sigo angustiada, como si hubiera desperdiciado toda una vida con él en sólo dos horas. Salvo el chiste del principio, no dio más señales de ser un facho ni se desubicó ¿Por qué este rechazo tan fuerte por alguien que de no haber abierto la boca me resultaría atractivo?

Mi intuición me sigue diciendo que no va a lastimarme, no, a mí no, pero ahora intenta decirme algo más, que escuche a quienes sí les hizo daño. No puedo, sus voces me suenan lejanas, ahogadas y maniatadas desde el fondo del mar bajo un cielo estrellado.

 

Autora: Teodora Nogués

Facebook: Teo Te Cuenta Cuentos

Autor de la imagen: Eduardo Sobico

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