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Los estirados cipreses, que delimitan el parque y parecen no temerle al frío ni a las alturas, se me presentan erguidos, robustos, insalvables, eternos, como las normas no escritas de la sociedad por la que me dejé llevar y en la que confié el timón de mi vida, ofreciéndole mis esfuerzos, mis actos, mis logros, mis días y mis noches.

Confiada y sumisa acepté las formalidades y los convencionalismos, y crecí feliz de mi obediencia, recogiendo laureles académicos, retribuciones laborales, amores de enmarque, sonrisas comerciales, prosperidad, seguridad, días iguales.

Desde el banco de piedra donde vine a descansar mi desengaño y mi desconsuelo ante mi sometimiento a la vulgaridad y la mediocridad que suponen mi común vida, puedo ver el bosque que se extiende más allá de los cipreses, salvaje, anárquico, sin reglas ni caminos, como fui yo en mi niñez, tan libre, tan feliz, tan lejana.

La oficina de la que he salido huyendo hace unos minutos ejerce su poder sobre mí, reclamando, a través del esclavizante móvil, mi presencia y mi esfuerzo diario. Pero ya no quiero volver, no quiero más horarios establecidos, ni horas extra, ni pluses, ni incentivos. No quiero volver a un trabajo cuya única motivación radica en saberme formada para desempeñarlo y vivir en la esperanza de una jubilación holgada y tranquila dentro de treinta años.

No. No quiero más paseos dominicales de la mano de un hombre como yo, convencido y vencido, fingiendo un amor que ya no nos pertenece, que tal vez nunca fue nuestro.

No quiero. No quiero sentirme convencional, vulgar, intercambiable, marrón.

Quiero una vida distinta. No sé si aún estaré a tiempo de cambiar, pero quiero ilusión, ingenio, emoción, genialidad; quiero encontrar una motivación, escribir un poema, dibujar, bailar, reír, llorar, gritar.

Quiero entrar en ese bosque que hay más allá de los cipreses y gritar. Gritar por el tiempo perdido, por la inocencia olvidada, por la rebeldía sometida. Gritar por el amor fingido, perdido, desconocido. Gritar por la evidencia de una vida desaprovechada. Gritar por el futuro, por el pasado y por el presente.

Gritar, gritar. Gritar por la sumisión que ha acabado siendo mi castigo. Gritar...

 

Autor: Antonio López Vallejo

Mi nombre es Antonio López Vallejo. Desde que recuerdo, siempre he estado escribiendo, es mi manera de comunicarme con el mundo de fuera y con mi interior.

Nací y me crié en Vicálvaro, un barrio obrero de las afueras de Madrid, donde aprendí a vivir y trabé las amistades más duraderas, pues se han mantenido en el tiempo hasta hoy.

Durante mi infancia, en las tardes en que no tenía nada que hacer, me gustaba pasar horas pegado a los escaparates de las librerías de mi barrio, dejando volar mi imaginación mientras fantaseaba con las historias que guardarían los libros que tenía ante mí.

Luego, ya en mi adolescencia, llenaba libretas de poesías dedicadas a las chicas que me gustaban del instituto y que, debido a mi carácter introvertido, nunca llegaban a sus destinatarias y acababan guardadas en un cajón.

Me mudé a El Fargue, Granada, en plena juventud y aquí, en esta tierra que guarda una parte importante de mis raíces y que ha resultado ser el caldo de cultivo perfecto para la creatividad, es donde mi afición por la escritura ha encontrado el tiempo y la inspiración para conformar mis más pretenciosos escritos.

La culpa de que me decidiera por fin a escribir de manera profesional la tienen en Toledo, en la localidad de Camuñas, pues allí tuvieron a bien, en 2013, de galardonarme con el primer premio del XIII Certamen Literario Corpus Christie, gracias a mi relato “Compañera de Viaje”, que es el primero que publiqué en este blog.

Este premio supuso un punto de inflexión en mi vida. Antes de Camuñas yo era una persona que caminaba sin rumbo fijo, y sin más motivación que el trabajo como medio de ganar dinero para gastar en pavadas prescindibles. Después de Camuñas empecé a creer en mí mismo y me comprometí con el camino de escritor, oficio en el que es difícil darse a conocer y alcanzar el éxito, pero ¿qué es un hombre sin un sueño? Galdós lo deja claro en un pasaje de sus Episodios Nacionales: “¿Qué es un hombre sin un sueño? Nada, absolutamente nada: cosa viva entregada a las eventualidades, que se arrastra por oscuros fondajes buscando un pedazo de pan que comer, sin más objeto ni aspiración que darle a la bestia de su persona el forraje que diariamente necesita.”

Mi primera novela, “Viaje de Ida y Vuelta”, vería la luz en el año 2015 de la mano de la editorial Tandaia, y cuenta la historia de un viaje en busca de un antiguo amor, desde España hasta Brasil, donde el protagonista se encontrará con personajes sacados de las realidades sociales de distintas nacionalidades, cada uno con sus propios sueños y motivaciones.

Más adelante, en diciembre de 2016, se publicó, gracias a Esdrújula Ediciones, “Cuentos de la Luna del Sur”, un libro de relatos que quiere ser un tributo a la Andalucía mágica y rural del siglo pasado, cuando cada pueblo era un universo en sí mismo y cada casa o cortijo guardaba maravillosas historias, dignas de ser contadas.

Mi última novela, “Barquitos a la Deriva”, se ha publicado en septiembre de 2018, y es una novela que narra el recorrido vital de tres jóvenes brasileñas que llegan a España a enfrentarse con su destino y que serán apenas tres frágiles barquitos a la deriva, con las velas tendidas al viento, en manos de un destino serpenteante que las zarandeará a su antojo. Su mérito estará en saber ajustar las velas para seguir las corrientes, adaptándose así a las circunstancias.

A día de hoy continúo a la zaga de las musas que, caprichosas y coquetas, se acercan a mí de vez en cuando susurrándome al oído las historias que yo, convertido en un intermediario, paso al papel para tratar de proporcionar disfrute a los lectores. De manera que no salgo a la calle sin mi libreta, pues no concibo un paseo sin la posibilidad de iniciar o continuar un relato, escribir un verso o anotar un pensamiento.

El enlace a mi blog literario:

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