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La ruptura con Pablo parecía un hecho inevitable. Apenas compartíamos la cena, ya ni nos tocábamos, los silencios de los fines de semana eran insoportables, se le daba por caminatas solitarias, cada pregunta lo enojaba, seguramente había otra.

Dudé en llamar a la tía. Evité el contacto por un largo tiempo para resguardar el secreto. Había dejado de practicar nuestro oficio cuando él se mudó conmigo. Pablo se burlaba de todo lo referente al ocultismo y la magia, así que nunca le conté que vivía con una bruja. La tía decía que mucho amor a un hombre no era un buen oráculo para nosotras, tenía razón.

Ella, una anciana diminuta, con mirada oscura, pelo largo canoso, siempre parecía sucio. Morena, su hija, era hermosa tenía unos grandes pechos en punta, que me incrustaba en cada saludo, parecía desconocer su belleza. La última vez que la vi, vestía un vestido floreado, parecía una muñeca.

Recibían clientes desesperados, ahora estaba por convertirme en uno de ellos. Ninguna maniobra esotérica conocida evitaba el distanciamiento con él. Mis runas advertían una transformación, el tarot una partida.

Fui a la casa de la tía en colectivo, reconociendo el camino, pensando en la manera de explicar el tiempo de ausencia y en cómo suplicar por sus encantamientos más efectivos de unión de parejas.

Toqué el timbre respirando hondo, apretando fuerte el paquete de galletitas preferidas de la tía. Sentí frío al verla de nuevo, me recibió con el cuerpo encorvado, de su espalda salía una joroba que toqué con asco al abrazarla, decenas de arrugas nuevas le cubrían la cara, el pelo seguía igual. Morena, no. Poco quedaba de la tierna joven, se había convertido en una mujer exuberante, vestida vulgar, en ropas que permitían ver todos los contornos del cuerpo. Su pelo bordó parecía moverse al ritmo de sus caderas. No podía dejar de mirarla.

Prepararon unos mates, oyeron sin demasiadas preguntas, bajé la mirada cuando la tía levantó un dedo acusador, dando sermones sobre la importancia de la unión familiar; luego no dudaron triunfantes en ayudarme.

Morena acercó su silla, con una mano apretó mi cintura, con la otra recogió las lágrimas caídas, las bebió y prometió que dejaría de sufrir si seguía al pie de la letra las instrucciones.

Ellas eran fuertes. Algunos decían que las habían oído hablar con voz de hombre, otros que en las noches de tormenta relinchaban enloquecidas.

Así fue que juntas comenzamos una serie de amarres que incluían velas para la fidelidad, preparaciones para incrementar el deseo, fotos anudadas, fluidos varios para beber, ropa de Pablo ahumada en todo tipo de fuegos. Al cabo de un par de semanas, él sólo había mostrado aislados momentos de interés, los cuales atribuí también a la miel de campo con la que untaba mis labios cada mañana para besarlo.

Empecé a desear más los encuentros con las brujas, que la compañía de Pablo. Ansiaba las potentes comilonas entre rituales y alguna que otra danza en el jardín mientras reíamos.

Así llegó la noche del cierre; Morena me dijo que se trataba de un encuentro determinante, que la Luna era propicia, que mi sensualidad tomaría una fuerza irresistible.

Apenas llegué tomó mi mano; fuimos directo a su habitación en donde ya sobre la mesa se encontraba la foto de Pablo junto a una vela roja prendida en forma de calavera, también otras más pequeñas formaban un círculo en el suelo, se sentía el calor. Mi tía nos trajo una botella de vino dulce y un recipiente con pétalos de rosas. Cerró la puerta con una sonrisa, diciendo que era una práctica de energías jóvenes, que allí terminaría mi penar por ese hombre tan flojo.

Tendida en el piso, a Morena le bastaron pocos minutos para deshacerse de cualquier obstáculo entre nosotras, me bañó con la bebida, froto los pétalos intensamente, un aceite tibio se expandió entre rincones íntimos, cubrió mi boca para suavizar los gemidos, con los ojos entreabiertos, pude ver que el fuego había empezado a quemar la imagen de Pablo.

 

Autora: Eugenia Casuso (Buenos Aires, 1978)

Docente. Su desempeño artístico involucra al teatro, la danza, la escritura y la fotografía. Su formación actoral estuvo a cargo de Graciela Dufau, Helena Tritek, Hugo Urquijo, Néstor Sabatinni , Juan Carlos Trichilo, Escuela de Alicia Zanca, Pablo Ini y diversos talleres en el Centro Cultural San Martín desde el año 1999, entre otros. Participó del seminario “Teatro danza, el ser danzado y la performance” a cargo de Veka Ayanz Peluffo. Danza jazz, nivel intermedio. CCGSM. a cargo de María Eugenia Giudice. Comedia Musical y Teatro Fusión, a cargo de Juan Carlos Pereyra. Técnica vocal, a cargo de Valeria Lynch. Esc. comedia musical V.L. Cursos de fotografías Nikon School Argentina.

Formó parte de la compañía teatral Lamalgama. Con esta compañía realizó los espectáculos “13 minas bravas hablan de amor” (2010) “Bellas y bestias” (2012) y “Lorquianas” (2013). Realizó su primera muestra fotográfica “PROYECTO MÙSICA” en espacio arte taller G.B.F. San Fernando. En el año 2015 participó del espectáculo de teatro danza " Hotel Eleanor "en la Sala Muiño del CCGSM.

Actualmente participa del taller de escritura de Fernanda García Lao y en el Taller intensivo de poesía a cargo de Pamela Terlizzi Prina en La Coop

Ha publicado cuentos y poesía en la Revista Extrañas noches. Publicará en el próximo número de la Revista 27.

Se encuentra trabajando en su libro de poesías surgido de las estadías en la ciudad de París, Francia, donde realiza desde el año 2016, diversas actividades de formación.

Email : eugeniacasuso@hotmail.com

Facebook : Eugenia Casuso

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