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Estoy buscando la forma de limpiar cualquier tipo de maquillaje que tenga lo que escribo. Uno, que está acá al lado, lo ha llegado a llamar “la cocina”. El ingenio de las palabras, el juego de los roles impuestos por un abecedario para callados que miran. Yo prefiero a veces jugar a decorar la habitación con guirnaldas, poses, marcas de ropa, una televisión encendida, el perro y el gato. Pero generalmente luego de que la fiesta no haya funcionado y haya dejado vasos sucios de desconocidos, mi mal humor crece porque no dejé de oler en todo mi propio perfume, una mersada medio dulce que pretende ser llamativa. Entonces paro y digo: “me falta un montón.”

Estoy en una etapa en donde pido autenticidad a lo externo porque internamente llama algo la atención: y es que no está. Entonces ya a la primera pose que veo revoleo los ojos, me doy vuelta, y me voy. pero ahí empieza otro juego, que debe ser tanto mío como externo es.. camino, y hay espejos a mis costados, de esos espejos que tienen retinas y córneas armadas de una manera muy inteligente, completando así la máquina perfecta de mirar.

Los tacos me pesan, el vestido me incomoda y miro para todos lados pensando

muchas cosas

a la vez

a veces también un miedo terrible.

Cuando me doy cuenta de que crecí, algo, me acuerdo de cuando era chica y en las telenovelas esos adultos mayores y adolescentes de 20 proclamaban, todos con exactamente las mismas expresiones, palabras tales como soledad – frustración – amistad – tiempo – vida – amor. Algo que suponía sentirse irremediablemente único y personal se transformaba en una masa procesada que parecían pasarse unos a otros en ronda. todas entidades fantasma a las que alguien les habría arrancado algo de autonomía, o algo de personalidad, o esta autenticidad que te digo.

La misma sonrisa de costado y una mirada que juega a la profundidad y a la superficie para cuando sea la primera vez que te digan “te amo”. también a veces puede estar acompañado de una expresión de sorpresa.

El mismo tono de voz reventado para cuando te enteres de una infidelidad y llamadas por teléfono entrecortadas y encendidas

la mama el papa el hijo

relaciones homosexuales solo existe entre mujeres

vidriera de diversidades preseleccionada

uno veía pasar todas esas escenas, que encima siempre parecieran estar montadas arriba de una calesita imparable…. y veía uno entonces cómo imponían así un ritmo caprichoso al espectador que se quiere dejar embobar. Y el espectador siempre se morfa los colores.

Yo para entonces mamaba esa idea de que frente al dolor, alguien quien no es yo haría la misma seguidilla de muecas ridículas que me salen antes de llorar; o frente a la llegada de una buena noticia, todos saltarían conmigo a la vez.

ponía toda mi atención a esto que me parecía tan extraño, y algo (dicen el tiempo) se detenía cuando llegaba el momento donde el actor ponía en juego alguno de estos términos generales, que después supe, entraman dentro diversidad y entraman dentro individualidad; y entonces cada actor en su papel recitaba sentimientos a veces tan difíciles de explicar que solo restaba dejar una primer pista etimológica simple: “Che, estoy triste.”

Y nada más. El actor paraba ahí porque en realidad tampoco tenía mucha idea de cómo seguir, y ahí la parte humana que se esperaba del otro lado llegaba como esa tal gota de luz que no necesita muchas explicaciones para lo que es el intento del retrato de un sentimiento, y comprende que ese “triste”, sí, generaba ese ritmo repulsivo y bailantero de sensaciones en el cuerpo, y que sí, producía siempre la misma cara.

Pero luego de un par de capítulos, me di cuenta de un detalle: Fabiana cuando decía estarlo dejaba apoyar su cara sobre la palma de su mano, y cabizbaja probaba con buscar respuestas en el reflejo de sus dedos sobre una tacita que algo contenía. y Fabián, en vez de apoyar su cara sobre la palma de la mano, elegía mejor el ademán incómodo que nadie entendía bien de tirarse para atrás sobre el respaldo y dejarse caer hasta el infinito. Bueno, por supuesto para él no era incómodo tirarse y como desaparecer, pero yo lo veía y me generaba tantas dudas

Entonces me acerqué a Fabiana. sí, me acerqué, con ella me animaba un poco más porque no sé, sentía que quizás la que estaba triste en serio era ella.y si hay una persona un poco mas triste que otra, uno entiende que es mejor quizás atender ese caso mas urgente y después ir y consolar al otro. Y fui nomás, a dejarle mis inquietudes expresas, y un buen día cuando le tocó decir el guión, le pregunté:

-¿y si quizás los dedos en esa posición son el problema? A ver intentá metiendo los dedos como adentro del puño. –ella sin moverse un centímetro volteó los ojos hacia a mí y yo le acomodé los dedos.- ¿Ahí está mejor? ¿o te sentís más triste?

-El café está frío, me parece que lo voy a calentar. –Tomó la taza ignorándome completamente, se paró y se volvió al microondas.

Yo no entendía muy bien.

-¿calentás el café en el microondas?

-Mirá, Fabián, me parece que esto ya lo hablamos. No creo que debas volver. Yo lo estuve pensando y… lo estuve pensandoy… -y se largó a llorar.

-No, Fabiana, escuchame, estoy intentando ver si a vos te hace mejor quizás cambiar la pose para cuando decís que estás triste,porque yo no entiendo como en estas novelas siempre son diferentes giles lo q dicen estar tristes pero lo expresan todos igual. Te juro q no me entra en la cabeza.

Tuve que parar un momento por la bronca que me generó.

El microondas sonó y ella sacó su taza:

-Te juro que me es muy difícil seguir con esto… 8 años… Y siento como mi rutina se repite y se repite en un pozo sin fin.

-pozo sin fondo*

-Y todavía te quiero, vos sabés que es así. Pero... pero lo estuve pensando y… lo estuve pensandoy… -y se largó a llorar.

Evidentemente Fabiana tenía otros temas que solucionar un poco más delicados que la posición de sus dedos cada vez que sentada en esa mesa nos decía “Che, estoy triste.”, por lo que procedí a probar el experimento con Fabián.

Pasé un par de noches durmiendo más o menos porque la presencia de ese tipo siempre me resultaba un poco perturbadora, como para encima ir y pretender corregirle su posición de tristeza. Pero tenía que hacerlo.

Fabián siempre a las 3 de la tarde tenía una remera naranja medio sucia y los bordes rojos. Mientras fabiana ocupaba su silla algo encorvada a las 3 y 5, atenta a su café él llegaba y se sentaba sobre el borde del sillón. Eran esos sillones muy cómodos pero viejos y medio “anti estéticos”, marrones obviamente:

-Vine para hablar, fa… yo te amo. No te puedo dejar. Es cierto que se terminó creando una relación dependiente y algo enfermiza. Y a mí tampoco me hace bien esto, te lo juro…

-El café está frío, me parece que lo voy a calentar. –Fabiana tomó la taza, se paró y se volvió al microondas.

Se rindió fabián. Bastante rápido. Y con ayuda de un suspiro medio rezongón, se dejó caer espalda al sillón.

Sin pretender distraerlo mucho, puse mis manos sobre sus hombros para intentar enderezarlo de nuevo, pero no hubo caso. Se caía de nuevo sobre el respaldo.

Enderecé sus piernas y sus pies, e intenté tirarlo de la mano para empujarlo un poquito hacia delante. Así quizás…. y después de seis intentos, me di cuenta de que no había caso. Fabián en su posición estaba cómodo.

-Es mucho tiempo. 8 años.

-Te juro que me es muy difícil seguir con esto… 8 años… Y siento como mi rutina se repite y se repite en un pozo sin fin.

- fabián, escuchame. Capaz es mejor si en vez de tirarte en el sillón te enderezas un poco, al menos así el cuerpo siente que tenés ganas de ir para adelante, afrontar tus problemas, dejar el pasado atrás, las tristezas. –el me oía atentamente mientras Fabiana hablaba e intentó acomodarse a 90 grados sobre el respaldo, sin mucho éxito.

-¿podés? ¿no te sentís mejor? Yo sabés que estuve pensando que capaz el problema de la tristeza es la pose. No es que me quiera meter en tu vida pero si no puedo venir un par de veces por semana y enderezarte, o mañana temprano vengo y pongo una tabla o algo recto atrás de la funda del almohadón así te ayuda.

El, casi imperceptiblemente, asintió.

-¿sí a qué? ¿lo de venir todos los días o lo del almohadón?

-Y todavía te quiero, vos sabés que es así. Pero.. pero lo estuve pensando y… lo estuve pensandoy… -mientras hablaba Fabiana….

-Por favor, no llores…..eso me parte el corazón…..y algo de corazón tengo....

-contestame por favor haceme una seña o algo ¿1 ó 2?

De pronto Fabiana se abalanzó hacia las rodillas dejadas de Fabián, y se sentó sobre el piso:

Empezó a recitarle cosas un poco gomas de cuando se habían conocido, y eran tan gomas que no las quiero transcribir por acá, y yo ya me estaba volviendo loca. Solo quería saber qué le convenía mejor a Fabián e irme. Pero después de las tristezas venían otras fases y yo todavía seguía obsesionada con las poses que requieren confirmar que uno está triste.

-eu, decime qué te viene mejor así yo ya me voy y lo preparo. Tengo una plancha de metal medio vieja pero eso te puede llegar a lastimar así que creo que no. ¿cartón? Ah no se doblaría q boluda….bueno voy a buscar algo en casa quedamos así?

-somos DOS. En esto. –dijo fabián, me miró fijo al decir el número, e inmediatamente después volvió a insertarse en su papel con Fabiana.- pero vos te fuiste con él…

Listo. Dijo la palabra santa. Mi trabajo aquí ha terminado.

Voy a ir a buscar algo consistente para que se apoye pero que no se doble

no sé que puede ser…. una plancha de telgopor

Madera

cartón y madera

o madera y un poco de algodón pegado así no se rompe la espalda pobre tipo

 

Autora: Eugenia Christiani

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