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La diversidad de la frecuencia


I

Aunque nada se puede ir, creer que la base “ella misma” es inexacta, será cosa de la máquina.

¿Qué es esto?, ¿Hacia donde me dirijo?, ¿Por qué razón innecesaria esta vez?, ¿A quién no fastidia el bajo aglutinado de toda la espesura de esta salsa?, sin ruidos alrededor el limbo crudo discrepa, un pasito para aquí, un pasito para allá, brilla, se recrudece y enmudece, se enreda y afiebra, ¿Quién quiere matarlo?

Me gusta el vino, sabe a deleite parisino con dejo de aristócrata, huelo a vieja cincuentañera, hedienta y el próximo cigarrillo lo pienso apagar con agua dulce, así no se arruga ni se arruina el momento, sobrecogedora y tensionante resistencia de años de peinar canas traslucidas en yemas espesas bajo el peine, la decencia de monumentos a la aparente historia más amarga jamás contada por siempre. Dios me oiga…

II

Una mañana dos caranchos descansaron en la cima de un tanque de agua, secaban sus plumas de la lluvia repentina que los había empapado poco antes del alba. El río rugía panzón hacia la lejanía, pero ¿Quién podía afirmarlo? Se entiende que la cosa fluye siempre en un sentido. A la espera, el carancho comienza a aburrirse de creer que su aleteo preparatorio podría venir a desenmascarar su postura jamás adoptada, inclusive a forzarse a ganar para disfrutar del objeto de sus exigencias, venidas a desconcierto porque el cazador quiere la presa, y atraparla, nada de cazarla gustoso de ver morir.

III

El vino lleva dos hielitos, la basura se saca los jueves, contemplar es quedarse, tomarse cinco minutos ata toda la vida a esos cinco minutos ahora, mañana y siempre. Por fuera de esto, las familias de los bosques al resguardo de pinares versan inteligibles, sin parar. Es gran parte de lo que se entiende por absurdo, de suerte que se lo miente siquiera. Aterrados por la posibilidad de imaginar fuera de los bordes, cosa de las sombras. Por su parte, entre sus copas, el viento comunica el secreto mejor guardado a una avidez desprejuiciada. La desesperanza, la evidente falta de parámetro, visible en el vecino que comparte y lo asiente todo, a la fuerza muda y déspota. Atrincheradas las líneas discontinuas como la confianza en sí mismos depositan en mentiras el funcionamiento, menos por menos es más…Solo que si su conciencia se posicionara allá donde también no, que dolorosa resultaría esa embriaguez, pero la fuerza que la verdad ejerce sobre el film es más fuerte, y cae dormido.

IV

Escucho el viento sacudir las copas de los árboles, me mecen para que no vea la tormenta que quebrará ramas y esparcirá hojas, cubriendo todas las verdades expuestas. Al día siguiente barrer ya semiconsciente, deduciendo por costumbre la causa de tanta basura realista… causa de lo natural; de lo indecible. Así afrontamos nuestro próximo día, tranquilos a sabiendas de haber cumplido con la tarea que se nos ha encomendado, efectuadas tal cual llegaron a nosotros las instrucciones, intocables tan frágiles estructuras, venida la mentira sobre la mentira. Así es como desde las penumbras del bosque amamos al sol, sin entrar en contradicciones sabiendo verdad que el farol es eléctrico.

Quien ame al viento sabe de esto una fábula y poco graciosa, que es a su vez para una gran masa tema muy serio, cosa indiscutible y asimismo tácita. Por fuera de lo dado por hecho, lo inconcebible es una pequeña frecuentada posibilidad más en un campo a la espera. Años en aquella galaxia aguardando a algún aventurero, pero la esperable normalidad funcional que nos hemos forjado, y por nuestro aparente bien, nos contraría a la hora de encaminarnos a este tipo de finalidades. Las ideas fuera del manual se vuelven inútiles, forzosamente peligrosas. El humano, en un espacio cada vez más pequeño, que le queda sino aceptarlo. La lucha te desprestigia Quijote, volar el mundo en la fuerza del círculo, andar y dejarse sumergir no te llevará a ningún paraíso. Lo dictado acaba por afirmarse tan a su entendimiento, que siempre se verá sorprendido por atonalidades y claroscuros que sobrevienen sin percibir posibilidad alguna de que pudiera ser diferente, solo se distinguirá gradualmente de anteriores caminatas por diferencias terminológicas que no traspasará, una lástima tanta vida venida a muerte, como el día y la noche, solo que en ninguna, siempre el entre, el medio que acoge y brinda todos los motivos necesarios para no haberse propuesto ningún fin más que el de permanecer, seguir respirando.

V

Cada sensación respecto a la vida yéndose, a lo acabado, a flores plásticas, empalidece el corazón, y las banderines tiemblan, por miedo a la luna en la tierra. Aun inaccesible y costumbrista, se marea en las alturas. Si importa eso de buscando lo absurdo. ¿Hasta dónde es sincero consigo?, hasta donde consigo, no implica el daño que pueda ejercer en quien venga flotando por la orilla frontal, nunca se arremanga “desde la desvío a la distancia”. Invariable carácter funcional a todo menos a si, “ojala fuera cierto”- piensa, -“lo que aún no ha sido cantado”-. Una sexagésima bocanada aspira al recuerdo de la número doscientos, lo condena la indiferencia de tantas manos que no destruyen ni modelan, le resulta tan exasperante, y el tren una y otra vez pasa y se va, lejos cada vez más, solo le observa irse, se embadurna con la leyenda nostálgica, ser feliz frente a tantas cosas, el tiempo todo lo une y la distancia todo lo abandona apocando lo indivisible, es tan triste.

Se tiñe todo violeta…grisáceo. La venus camina en la bruma, tararear rarear rarear… ambos dos cuentistas ejecutaban una tercera opinión, es tan triste. Brillando el sol de fondo, la magia pertenece a las simpatías. El susurro desde un banco contiguo, a metros dodecafónicos, donde ni en cuenta de ajustarse unos pobres diablos, planeaban saberse tan llanos, la mitad mas dos es multitud.

VI

Quiero ser dueño del cielo de abril, quiero volar con todas las formas en la noche, cerca del interior, ni aun en fríos sueños a la redonda, menos que excesiva sombra para pasear en paz. Con los pies en el suelo las melodías dicen palabras, y las palabras melodías en escalas temporales.

Voy a intentarlo otra vez…tantas vueltas, y el mundo anhelado sin desaliento, caminando se pronuncia en el satélite inscripto a toda entelequia de la máquina. Canción de sangre para alguien en especial, la suerte no sorprenderá, la eventualidad nos atesorará otro día. Mas, sin conformidad a aquella profunda diferencia, diré que no es la almohada, sino el viento quien te desnuda. El gemido, inexplicable. Por su parte el mundo siempre ahí, flechado, sinvergüenza.

 

Autor: Emilio Medina

Imagen de Jackson Pollock

 

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