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Aquel zapallo no tenía muy buena pinta, le resultó medio extraño su color verde-anaranjado, pero era la primera vez que la invitaba a cenar así que poniendo cara de circunstancias le dio el primer mordisco. El sabor no era malo, quizá un toque picante pero lo achacó a las especias y siguió comiendo. Ramón la miraba sonriente al otro lado de la mesa. La cena discurría plácidamente, la charla fluía y la sonrisa de Ramón mientras la miraba no se borró en ningún momento.

-Bueno, y entonces ¿qué estamos celebrando? -preguntó María con curiosidad.

Ramón la miró fijamente y sonrío todavía más, un brillo especial en su mirada que ella no supo interpretar. Sostuvo el silencio unos segundos hasta que ella dio el último bocado al zapallo.

-Celebramos el primer día del resto de tu vida.

Bueno, medio frase hecha -pensó ella-, pero tampoco nos vamos a poner con tantas exigencias en la primera cita o a lo mejor es imbécil el pobre. Lindo, pero imbécil ¿qué le vamos a hacer?

Sonrió tratando de que no se le notase lo que estaba pensando y el resto de la cena transcurrió tranquila hasta que finalmente se despidieron. Un beso en la mejilla.

-Encima mojigato-concluyó para sus adentros.

Salió a la noche y caminó por la calle oscura, estaba un poco frío para esa época, el vapor del aire la sorprendió y la hizo toser.

-¡Joder! ¡Está fresco!

Cuando terminó de agarrarse el pecho y volvió a enfocar la calle se sorprendió. ¿Qué pasa?-pensó. Percibía claramente 7 cuadras netas y nítidas al frente con aquella luz y sentía el cuerpo muy ligero. La parecía raro pero siguió. Pensó en tomar el colectivo pero a pesar del fresco la noche estaba buena y casi sin darse cuenta caminó las 25 cuadras que la separaban de su casa. No llegó agitada ni nada que se le pareciese, de hecho se sentía con las baterías totalmente cargadas. Decidió subir por la escalera, vio sus pies adelante y ya no le pareció tan insólito subir los escalones de 3 en 3, cuando alargó el brazo y agarró el pasamanos del tercero cuando todavía estaba en el piso 1 lo contempló más que horrorizada encantada. Su brazo era como una goma y a medida que llegaba al piso 3 iba viendo como se encogía y volvía a su tamaño normal.

-¡Joder! La birra de la cena me está haciendo mal o el imbécil éste le habrá puesto algo al zapallo y estoy flipando.

Tampoco se preocupó mucho, lo cierto es que aquello era divertido. Entró al departamento y dio un paso que la llevó directa a la habitación atravesando todo el living de una. A medida que buscaba ropa en el armario con un brazo que llegaba a todos y cada uno de los rincones aunque éstos estuviesen a 2 metros de su cabeza alargó el otro brazo y lo mandó a la cocina a darle de comer al perro. Abrió la alacena con su superbrazo, agarró la comida y para chequear si Fifí estaba bien o se había asustado ante aquel tentáculo mandó su cabeza arriba de su cuello de varios metros que en una patada se plantó en la cocina y echó un vistazo girando su cabeza 360º sin el más mínimo problema. Aquello ya era fascinante y más que suficiente pero recordando las ganas de mear que traía y que, con todo aquel espectáculo, se le habían olvidado decidió probar.

-Capaz que si tiro un poco el culo para atrás llego al baño –pensó- y bueno, vamos, mientras con la cabeza sigo vigilando a Fifí.

Y así lo hizo, se estiró y su columna vertebral comenzó a elongar.

-¡Guau!¡Guau!¡Guau! Esto es increíble.

Sacó un momento la cabeza de la cocina y vio como su culo con vida propia entraba al baño. Era un pulpo contorsionista adentro de su casa. Fifí no entendía mucho y corría de un lado a otro con cara de susto, Cuando terminó de mear le pareció, no sabía por qué, que era adecuado recoger sus miembros y uno detrás de otro volvieron a su lugar, como una goma rebotando fruto de sus propiedades elásticas.

-¡Guau!¡Guau! -se repitió- ¡Está claro que estoy flipando!

Su mente racional comenzaba a actuar y obviamente aquello no tenía ni pies ni cabeza. A pesar de que le había parecido completamente real y que todavía tenía las sensaciones en el cuerpo decidió que Ramón la había drogado y que claramente se había pasado.

-¡Joder! ¡Qué flipe! ¿Dónde la habrá conseguido? ¡Esto es la hostia! Pero demasiado para una sola noche.

Arrancó hacia la cama buscando la sanación de una noche de sueño y rezando para que la resaca no fuese muy fuerte. Durmió a pierna suelta y despertó con los primeros rayos de sol que se colaban por la persiana de su habitación. Cuando tomó consciencia del día y de sí misma sonrió pensando en la noche anterior.

-¡Joder! ¡Qué mambo que tenía ayer en la cabeza! Menos mal que no hay nada que una noche de sueño no cure.

Se relajó y el teléfono sonó. Lo descolgó y contestó, Ramón al otro lado le preguntaba cómo se sentía. Ella contestó que bien, gracias a Dios, pero que se le había ido la mano, que le podría haber sentado mal y bla, bla, bla. Está bien, decía Ramón, tranquila, ya volveremos a hablar. Satisfecha colgó el teléfono en el living y recogió tranquila su brazo observándolo volver a la habitación mientras se fumaba un cigarro y sonreía.

 

Autora: Verónica María Cores Gómez

Nací en una pequeña ciudad de la costa gallega (España) en marzo de 1976. Allí crecí y permanecí hasta los 30 años cuando siguiendo la vida llegué a Buenos Aires y aquí me quedé. Mi interés por la literatura viene desde el momento en el que pude juntar unas letras con otras y entender su significado pero no fue hasta mi traslado a Buenos Aires que empecé a desarrollar la escritura, dedicándome inicialmente a la poesía siendo publicado mi poema “Podría” en la antología colectiva “Iluminados del amor” de la editorial Dunken en 2015 y posteriormente dedicándome a la escritura de cuentos estando seleccionado actualmente mi cuento “La puerta” para ser publicado este año por la misma editorial. He asistido a varios talleres literarios y actualmente asisto al taller literario del centro cultural Alfonsina Storni en Buenos Aires para seguir desarrollando esta, para mí, necesaria pasión.

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