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Paréntesis


Cuando la ventana anticipa al cielo,

de un salto se apropia del amanecer

y forma un marco amarillo

que lustra los días, suaves y puros,

sin angustias que alrededor empañen,

y cuelgan como aretes,

infinitos y aun cuadrados,

listos para correr por sus esquinas

como un juguete que repasa su origen,

su dorada época.

Habrá de colmarse el espacio de lo que tú imagines:

del azul regalo del acróbata,

del trapecio que abarca los asombros,

del cuerpo al dudar entre dos límites

o del desplome de tu aliento sobre la pista.

Habrá de agotarse luego el espacio;

las salidas al fin habrán de retirarse,

se alejarán los contornos en negra espiral,

para dejar sólo un páramo de voces,

cuyo llamado nos aturdirá

como campana sin vuelo,

úvula que oscila fúnebre

y dará vueltas sobre su blanda punta

hasta borrar al hombre del próximo tañido.

Luego será el caos el sillón mullido donde aguardes.

Así que deja la asfixia por un momento

y ensancha los brazos hasta abarcar la vida,

porque se aproxima la tormenta de espadas rutilantes,

y han de brotar, enmarañados, tus jardines

para robar las encías de la tierra.

Habrás entonces de colmarte de un musgo

más pesado que cualquier lápida,

mortaja húmeda a ras del mundo.

 

Autor: Edgar A. Loredo

(Ciudad de México, 1988), autor del poemario Cardinal (2015) y del volumen de cuentos Jaramagos (de próxima publicación). Corrector de estilo ocasional en algunas editoriales mexicanas.

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Imagen de Vassily Kandinsky

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