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Pozo de estrellas azules


Caí en un pozo de estrellas azules

en donde el barro se transforma en nieve

y la argamasa crece en las paredes.

Hay 4 soles, pero solo 2 funcionan bien.

Uno parpadea intermitente.

Al otro, se le quemó la lamparita.

Un viejo de barba y túnica negra

los alimenta con polen carbonizado,

desde el año mil ochocientos cuarenta y tantos.

Comen como guanacos, los soles,

y hay un aire como de astillas de cobre.

Javier y Pedra se esconden en el umbral,

temerosos de las criaturas que allí habitan.

Yo me sumerjo todo lo que puedo,

atravesando la densitud de la materia sólida y blanda,

parecida al agua,

pero más fría y destemplada

(El agua de los dioses, tal vez).

Las conozco desde hace años:

son tan inofensivas

como granitos de arena negra mal hilvanados.

El pozo se cierra detrás de mí

(ellos quedan afuera,

eternamente del otro lado).

navegar.

Cruzo mi

un en

portal

Algo con rayos celestes

y tintes azulados

(tal vez el corazón de una estrella;

con un poco de suerte,

aquella en la que estoy pensando).

Del otro lado, un agujero negro.

La ¡Basta! Oscuridad del universo

y miles de gélidos conejos.

 

Imagen de Alex Stoddard tomada de

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