Abracadabra y otros microrrelatos
Old people
Te digo que te amo. Y que quiero que nos casemos y tengamos hijos y todas esas boludeces de gente grande y aburrida. Y te reís pero no tanto, porque sabés que todas esas cosas que nos parecen tan lejos están tan cerca como vos y como yo. Y nos decimos que no somos eso y que nunca vamos a hacer eso… Pero hablamos de política en la mesa. Y un día odiás tu trabajo. Y yo te digo que siempre quise ser actriz. Ahora cogemos una vez por semana. Y decís que no le tenés miedo a nada ni a nadie pero dormís con la luz prendida. Y ya no hablás tanto de la muerte. Te dejás crecer el bigote. Yo también. Y compras el diario todas las mañanas. Aprendo a tejer. Te rascás la cabeza viendo la tele. Hago un curso de cerámica. Y le peleás el precio al carnicero. Y yo hablo con las vecinas de lo mal que está el país. Te descalzás las pantuflas y tenemos 80 años. Y te pregunto qué pasó con esa vez que éramos invencibles.
Abracadabra
Y es ahí cuando se te cae todo.
La galera.
El conejo.
Las palomas.
Las cartas repetidas.
Los pañuelos sin fin.
Este es tu último acto de escapismo y elegís quedarte.
Lunes
Los lunes no conviene suicidarse, lo digo por experiencia.
Brandon Flowers me dedica “Mr Brightside”, y canto el estribillo aunque no quiera. Pedacitos de nosotros caen del cielo y el show cierra sin aplausos ni bises.
Es lunes. Frío, nublado. Casi tan frío y nublado como cuando dijiste que te arrepentías de todo, hasta de buscarme.
Hay una cosa que nunca te dije de todas las cosas que nunca te dije: que somos lo que buscamos, y todo eso sonó mejor en mi cabeza.
Perdón por no haberte decepcionado antes.
Es lunes y tengo los días contados, todos los que estuvimos juntos. Mi calendario se queda sin Mayos, Julios ni Octubres. El tuyo se llena de promesas sin cumplir.
Es lunes y no voy a esperarte toda la vida, voy a esperarte toda la muerte.
Es lunes y me quedo con tu espalda americana poblada de lunares. Y tus ojos de no-pido-perdón pidiéndome que me vaya.
Fire fire
Que llame a los bomberos, dice. Que acá todo se prende fuego, otra vez. Que el tiempo se agota, y que nos tiremos al vacío. Que la madera prende rápido. Y pronto las carnes arderán. Lo miro con los ojos entrecerrados y aspiro todo el humo. Que yo ya sabía, le digo. Que la alarma sonó hace rato. Y que ya no me quemo. Porque abrasar no es lo mismo que abrazar. Y la verdad tampoco importa. London’s burning.
Fire walk with me
Prendés tu cigarrillo en la oscuridad y todo es caos durante un segundo. Sos como la llama de una vela en una noche de verano sin luz (que parece que se va a apagar pero nunca se apaga). Y seguís siendo el mismo fuego que me atrajo desde el principio. Vení, abra(s)ame y quemá mi soledad. ¿Te acordás cuando ayer provocamos un incendio?
Light
Es a la mitad de tu cigarrillo mentolado cuando te das cuenta de que sos todos los inceptions de todas las canciones cursis que dicen “todas las canciones me hacen acordar a vos”.
He
Te mira y su cara es una caja de Pandora llena de cosas que están bien. Te besa y su boca es el cementerio de los dioses. Te toca y su piel es un eterno Hallelujah en la versión de Jeff Buckley. Te habla y su voz es como la de Tyler Durden y te obliga a hacer cosas que no sabías que siempre quisiste hacer.
Send in the clowns
Se sostiene apenas con tres dedos de la mano derecha. El resto de su cuerpo se encuentra suspendido en el aire. Tiene la cabeza inclinada hacia atrás, mirando al otro acróbata. Un sudor frío le recorre la frente porque todavía no le dijo a nadie que no ve bien de lejos. No le dijo a nadie, porque ningún acróbata usa anteojos. No le dijo a nadie y el presentador está hablando. No le dijo a nadie y el tipo dice que bienvenidos al circo. No le dijo a nadie y la gente aplaude. No le dijo a nadie y empieza a sonar un redoble de tambores. No le dijo a nadie y las luces se encienden. No le dijo a nadie y entonces salta. No le dijo a nadie y ahora está cayendo. No le dijo a nadie y el público grita. No le dijo a nadie y su cráneo se quiebra. No le dijo a nadie y se le rompen todas las vértebras. No le dijo a nadie y el suelo se llena de sangre oscura. No le dijo a nadie y las luces se apagan. Send in the clowns.
Autora: Camila Alonso
Nazco el día más aburrido del año (domingo) y le corto el desayuno a mi papá. Como soy del ’97 todos en el curso siempre son más grandes que yo. A los cinco años mi mamá me enseña a leer. Y a partir de ahí pido libros para mis cumpleaños. Empiezo natación. Lo dejo. Empiezo básquet. Lo dejo. Crezco y a los once me creo capaz de escribir novelas de ficción románticas y cuentos de terror. A los doce me doy cuenta de que no puedo. Empiezo gimnasia artística. Lo dejo. Empiezo teatro. Lo dejo. A los catorce me ofrecen ir a un taller de literatura y en la segunda clase decido que no quiero dejar de ir nunca más. Pasa un año o dos hasta que encuentro mi estilo y me inclino a escribir cuentos o textos cortos haciendo críticas sociales. También me gusta matar a mis personajes. Termino el secundario y empiezo la facultad. A los 18 participo con un cuento sobre un suicida en un concurso. No gano pero igual mi familia me lleva a comer a Mc Donalds. Sigo escribiendo. Cumplo diecinueve y no tengo ni idea de lo que estoy haciendo, pero sé que quiero seguir haciéndolo.
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