top of page

Donde los muros eran de niebla


Imagen de Pablo Santin

La calle, la noche. El viento frío en la cara. La camperita que te deja colar ese viento por la espalda.

Levantás los brazos. La camperita se sube, la remera también. Te miro la curva de la espalda, la de la cintura.

Estirás el cuello, lo girás en círculos.

Te pasan la birra. Le das un beso hondo y se la pasás a tu colega de la derecha.

Los autos rozan la oscuridad, las luces que emiten no logran penetrarla. La neblina es densa, espesa y parece una pared que separara mundos.

Recién llegamos. Venimos de gira desde San Fernando en tren. Bajamos en Retiro y contemplamos el tótem fálico, hablamos alguna boludez al respecto.

Andamos con una gente que pintó por ahí pero yo sólo te miro a vos. Te miro el culo enfundado en el jean y la camperita que se te levanta. Te veo la cara que ponés cuando te pega el viento. Miro a los otros pibes y cómo te miran dándole el beso a la Quilmes.

Después es madrugada, ese horario indefinido que no existe en los relojes habituales.

Pasa un gato negro y escuálido, nos mira como si nos conociera de toda la vida.

Saludamos y nos vamos. Subimos por plaza San Martín hacia Santa Fe. Vos empezás a hablar, como de costumbre, de cualquier cosa. Yo te sigo la cabeza. No sé dónde dormiremos hoy, ni siquiera sé si dormiremos.

Me gusta escucharte pelear con las palabras. Hoy le toca al amor, al amor libre.

-Qué mierda quiere decir amor libre????!!! – Así empieza el monólogo que vas a largarte.

-Cómo va a existir un amor NO-LIBRE????!!! –seguís-. Toda esa estupidez new age burguesa de querer contornar con palabras y con conceptos los recovecos del alma.

Ahí me besás. Yo me dejo, tranqui.

-No ves que soy libre. Que puedo estar con quien quiera y hacer lo que quiera y que si un día elijo estar sólo con un hombre o con una chica no soy menos libre ni el amor es menos libre. –Yo sólo asiento con la cabeza y me quedo callado. No por no estar de acuerdo pero te conozco y sé que te gustan los largos monólogos.

Mientras te escuchaba igualmente el pensamiento predominante era dónde carajo íbamos a dormir, o más bien, a coger. Porque me gusta como hablás pero eso no me distrae ni un segundo de mi cometido principal que es clavarte apenas pueda.

Me da risa pensar que sigo pensando y te sigo nombrando en presente, a vos y a esa noche. No sé porqué particularmente esa noche, no fue más memorable que tantas otras… Sigo hablando en presente pero la realidad es que ya pasó banda, siglos.

Yo sigo acá, en mi celda idiota de una prisión idiota por cometer un delito idiota, y miro los rayos del sol o de la luna que a veces se cuelan por algún lugar y sigo pensando en vos como si fueras tan presente como antes y como siempre.

Porque cuando uno está preso piensa en cosas. Cosas insignificantes como tu camperita de jean y tu culo en el pantalón también de jean bien ajustado.

A veces te dedico ciertas pajas pero mucho más pienso en cosas simples, como tu boca contra esa botella de Quilmes y tu cara contra el mundo hablando del amor libre y la niebla de Retiro y los jardines de las casas de San Fernando.

Y a quién le puede importar que vos seas el no-amor de mi vida? Seguro que ni a vos ni a mí.

Cuando salga, que ya no falta tanto, te voy a ir a visitar. Eso lo sé. Sé también que tu alegría va a ser inmensa y que te va a importar un carajo las cagadas que me vivo mandando, ni las que posiblemente me mandaré.

Sos la única que nunca me preguntó nada sobre lo que pasó y lo agradezco tanto…

Como si supieras todo siempre y no te importara nada.

Mientras yo mastico años, historias de amor, y esta historia particular tuya de un no-amor tan fuerte, vos seguís por ahí, danzando entre monstruos y gigantes, cagada de risa.

O por lo menos yo te veo así. Siempre sufriendo por el mundo pero lejos de todo, danzando entre despojos, cazando gigantes.

Sé que no te gusta la playa en verano. Nunca fuimos a la playa pero lo sé. Sé que te gustan las tormentas y el viento fuerte y que odiás a los tipos con perfume y zapatos brillantes y…

Soy un cursi del orto.

Pero igual a quien le importa, nadie va a leer esto.

No lo escribo para nadie, lo escribo para vos que igual estás en mi cabeza.

En este tiempo conquisté el mejor de los lugares del mundo para vivir: mi cabeza.

No tiene fin ni espacio/tiempo.

También eso me recuerda la película de mierda esa que vimos en el cine ese de Corrientes, de Cecilia Roth y Lupi en la que la mina se la pasaba tomando merca y nunca estaba dura, nunca mandibuleaba, nunca se le caía un moco, nunca nada…

Bueno, en esa película de mierda hay una reflexión que no es tan de mierda, que hace el personaje del español y que habla sobre el amor, el sexo y sobre poseer la mente del objeto de deseo.

Sabés qué diálogo te digo? Creo que sí, hablamos bastante de eso después.

El chabón dice que le gustan los cuerpos pero que lo que más le gusta de verdad son las mentes. Que lo que le agrada o satisface, son las mentes, conquistar las mentes, poseer las mentes.

Ahí me viene a veces otra vez el tema de mierda de la propiedad privada y se me mezcla con esta, mi realidad encerrada por no respetarla.

Porque no me importa un carajo la propiedad pero qué fácil es que hablemos de poseer, como si poseer algo fuera posible.

Yo acá, en este mundo diminuto y oscuro, tan lleno de nada, tengo como posesión –si es que tal cosa pudiera existir- mi alma sola, mi mente que divaga y este lápiz y papel que conseguí por ahí.

Pero creo que ninguna de las cosas que acabo de enumerar me pertenece de verdad, ni siquiera mi alma sola.

Porque todo eso fue creado sin mi intervención y puede seguir estando sin mí. Y lo que sí creé, una vez creado, toma entidad propia. Como este escrito, una vez que está en el papel ya no me pertenece. Pertenece al que lo lee mientras se entrega al acto de leer, después sigue su viaje, tanto lo escrito como el lector.

Por eso es que el diálogo del rubio español de la película me llamó tanto la atención, porque los cuerpos no pueden poseerse.

Aun en el canibalismo el caníbal posee a su presa sólo por un tiempo limitado, mientras dura el paso por el tracto digestivo. Después se pierde para siempre en el inmenso vacío.

Uno podría preguntarse por qué necesitamos tanto poseer. No lo sé. No sé nada pero en general esa necesidad me toca la puerta.

Y cuando me viene esa angustia pienso en vos otra vez. Porque sé que tengo una parcela reservada en tu memoria que no comparto con nadie. Y que ese cacho de historia nuestra está ahí guardado, en el mejor de los cielos posibles.

Y no sólo eso. Ahí está guardado el mejor yo posible. Porque aunque yo siempre saqué lo peor de vos, vos viste mi mejor versión, la que posiblemente no sea nunca. Pero garpa que éste yo inconcluso esté completo en alguna parte, y tu mente es el mejor lugar que se me ocurre.

Entonces pienso quién es en nuestro caso que posee a quién. Vos me tenés guardado en tu mente y yo tengo un cuartito iluminado en ese sitio y me consuelo otra vez porque sé, o quiero creer que sé, que nos poseemos en el único lugar donde eso no tiene nada que ver con la propiedad privada sino con tener un hueco, un nido, en un no-lugar fuera de todo espacio-tiempo y de futuros inciertos.

Yo en tu mente, el mejor lugar para vivir.

Es verdad que a veces me acuerdo de tu cuerpo y pienso que el mejor lugar para vivir es entre tus piernas, y debe ser cierto. Bienaventurado el que ahí se encuentre en este momento y te de orgasmos interminables y una vida feliz por siempre o mientras dure, críe los hijos que tengan y baile esos rockanrolles que te gustan con pasos cortitos y te haga cagar de risa cada vez que pueda.

Me hace feliz que seas feliz, que hayas pasado por mí y hayas edificado mi recuerdo en tu memoria. Sin competencia, sólo un acuerdo blando donde cada uno ocupa el lugar que le toca.

Dicen que capaz salgo para las fiestas. Espero poder aguantar afuera y no ser tan pelotudo de caer de vuelta. Estoy, como todo el mundo sabe, en el infierno, en uno de los tantos infiernos que existen en este mundo de los vivos.

También me enteré que ahora cantás blues y tenés una banda. Y cada vez que pienso en eso escucho tu voz en mi cabeza, un poco ronca y profunda para tu contextura física y te recuerdo fumando tabaco sin filtro, armando con tus manos de dedos huesudos. Después pienso en esos dedos pasando por mi barba mal afeitada en alguna de esas caricias que se anticipaban a cuando me cazabas la cara entera y me dabas esos besos que no terminaban nunca.

Capaz si salgo para navidad me meto de queruza en uno de tus toques y capaz después también me voy así, de queruza, para que no me veas. O no, y voy y te estampo un beso como ese que le diste a la Quilmes.

Aunque parezca que estoy medio mal, a veces siento tus labios, siento de verdad tu boca sobre mí. Sin cuentos, la siento posta.

En esos momentos pienso que me pensás tan fuerte que estás acá en serio.

Che flaca, esa es otra cosa que quiero agradecerte, que pienses en mí tan fuerte que puedo sentirlo a través de todos estos muros que hay entre nosotros.

Esa noche ahí por Retiro donde los muros eran de niebla y vos y yo estábamos juntos, dentro de la misma nube, supe, a ciencia cierta, que éramos indivisibles. No que nos íbamos a amar para siempre ni nada de eso sino que formamos parte de la misma realidad. Que aunque el mundo se volviera un lugar oscuro y tenebroso, vos estarías en el mismo no-espacio-sin-tiempo que yo. Indefinidamente.

También me alegra que te hayas ido de mi vida antes que todo se jodiera como se jodió. Me alegra que no hayas estado ahí.

Esos días fueron una mierda. Todo una mierda.

Un poco después que vos te fuiste todo se saló y no encontré la forma de recomponer el vínculo con el afuera de mí mismo.

Nosotros no siempre fuimos buenos, yo no siempre fui bueno con vos ni conmigo, pero éramos nosotros dos bajo el efecto embriagador de todas las sensualidades posibles.

Y cuando te fuiste… nada…

La nada misma. No porque te fuiste pero sí porque cuando estabas, como dije, yo era mi mejor versión.

 

Autora: Marina Klein

Soy autora de De Fauces al Subsuelo y de Danzando entre la Nada y la Furia, ambos editados por Ediciones Frenéticos Danzantes. También dirijo esta revista y la editorial recién mencionada.

Nací en Buenos Aires en el 74, viví en esta ciudad hasta más o menos los 20 años y desde ahí hasta el 2012 anduve por el mundo viajando y quedándome largos períodos en distintos lugares de América Latina. En ese tiempo realicé un tour por distintos oficios, escribí para varios medios crónicas de viaje, limpié casas, hice gorritos de hilo y hasta llegué a tener una pequeña fábrica de joyería artesanal. Desde que volví, además de colaborar con varias publicaciones de habla hispana, hacer libros y revistas, coordino algunos selectos talleres de escritura y estudio para los últimos finales que me quedan para obtener la licenciatura en sociología.

Facebook: Marina Klein

Twitter: @Marina_Kle

Imagen de Pablo Santin

bottom of page