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“Esta tierra es una herida que se abre todos los días”

Hace ya varios días que sufro incidentes en los que o me pincho el dedo o me corto la mano, y poniendo atención en estos sucesos que me acontecen con desoladora frecuencia recordé que hay una antigua creencia por estas zonas que advierte que si te cortas muy seguido es porque has dejado alguna promesa sin cumplir. Más allá de que me considero escéptico en este tipo de creencias porque no resisten el mínimo análisis (pues si ponemos por ejemplo a los políticos, los de estas zonas no tendrían piel que no haya sufrido una incisión y sin embargo … parece importarles poco el paraíso, el prójimo, el Karma, etc.) en la cadena de relaciones que estableció mi mente este hecho me llevó a recordar que he acumulado muchas promesas sin cumplir. Ya es necesario que formalice alguna para recuperar credibilidad o para tener un poquito de margen para volver a prometer. Una de las promesas que hice es escribir (me prometí a mí mismo alguna vez). Entonces heme aquí escribiendo para no defraudar a un amigo al que le prometí que escribiría su historia y a una conocida que prometí que le contaría una historia. Cumpliría tres promesas al mismo tiempo. No mataré varios pájaros de un tiro, sino que les abriré las jaulas a unos cuantos que hace tiempo sufren el cautiverio en mi mente . Estaba en mi casa tomando unos mates, eran las 8 de la mañana aproximadamente y ya se podría conjeturar que sería otro día gris y estéril, de esos días que la gente prefiere quedarse en la casa patas arribas tomando una cerveza y mirando películas, días para ser espectador. En las historias que nos cuentan los buenos son los buenos y los malos son los malos, los personajes están bien definidos, todo se resuelve felizmente, pero quienes conocemos la realidad en todos sus pliegues sabemos con triste certeza que la verdad no es así. Que hay muchas historias que no se cuentan y muchas historias que no se oyen , y pasa algo parecido a esos países donde si un hombre acusa a una mujer de infidelidad , la mujer debe probar su inocencia o tendrá una muerte por lapidación; y si la mujer acusa al hombre ella debe probar la culpabilidad de su marido, lo mismo que acá y en muchas partes ocurre con los ricos y pobres o con quienes detentan el poder y quienes lo padecen. Acá si algún poderoso te acusa de algo vos debes demostrar tu inocencia, y si vos acusas a algún poderoso debes demostrar su culpabilidad, tal es la justicia. Por eso muchos prefieren quedarse encerrados en la historias que nos cuentan las pantallas, ser espectadores y no contar la suya. Mientras pensaba que eso es lo que prefiere el puto sistema, que seamos espectadores pasivos, que no alteremos el orden, alguien golpeó mi puerta. Pensé unos segundos en no abrir, pues he acumulado acreedores como promesas incumplidas, pero la curiosidad ganó la pulseada. Abrí la puerta y tuve la grata sorpresa de encontrar a un amigo que no veía hace tiempo. Hola juanse ¡tanto tiempo loco! - le dije -Él dijo -Hola gato - (hace tanto no me llamaban así) Pasa Amigo, ¿Qué se te dio por venir a visitarme y a esta hora? -Estaba terminando la gira por Posadas y decidí ver a un viejo amigo. Sentate - le dije mientras le señalaba un sillón. Pareces agitado, ¿qué pasó? -Preparate un mate y te cuento , aunque no vas a querer creerme porque es una historia muy loca. A un escritor le venís con ficciones -le dije¡ ja ja ja - No es ficción loco, es lo que me pasó y también lo que sigue pasando. Bueno espera que renuevo el mate, porque ya tenía uno preparado, pero le cambio la yerba, caliento un poquito de agua y me contás tu historia . Soy de los que piensan, perdón, de los que pensaba: que si uno quiere escribir algo tiene que salir a buscar la historia, que la historia no vendrá a golpearnos la puerta. Allí estaba otra vez el destino refutando mis teorías, diciéndome que las historias están en cualquier lado, que solo hace falta tener las antenas de los sentidos bien conectadas para poder percibirlas. Hacer lupa en los detalles, atar cabos y quebrar el hipnotismo de las cosas. Volví con el mate , me senté frente a él y largué – bueno contá tu historia. Su cara fue cambiando, pareció ponerse más serio, carraspeó la garganta y empezó a narrar: -Yo había venido a Posadas a festejar mi cumpleaños, como sabes hace años trabajo en un casino del interior de la provincia, como siempre digo la paga no es buena pero es lo que hay. Ese día vine a festejar a la casa de mis padres con un buen asado en familia y después de la cena saldría un rato con un viejo amigo que se acercó a saludar. -Por cierto, vos ni siquiera mandaste mensaje. (Siempre fui malo para las fechas, no sé por qué nunca las retuve, me pasa lo mismo con los nombres de las calles.) -Bueno como te venía contando, pasé el cumpleaños con mi familia y después Uti , vos le conoces , me dijo para dar unas vueltas por el centro. Dijo en voz alta, por lo que oyó mi señora quien rápidamente asintió con la cara, como diciendo, bueno andá. Ella sabe que conozco de memoria Posadas, pero cuando salgo de noche me pierdo. (A veces es necesario perderse para volver a encontrarse). Ni bien salimos y nos subimos a su camioneta me dijo- y si vamos al casino?- yo me reí porque sabía desde un principio que haríamos eso. _ que raro, no cambian más ustedes dos- Una vez en el casino, encontramos a Jorge, un amigo de él , ahora también mío. Ese no era mi día de la suerte por lo que rápidamente me quedé mirando como jugaba Uti. A Jorge también le fue mal porque se sumó al grupo de los observadores. Mirar como un amigo juega no es tarea fácil, sobre todo si este de vez en vez te pregunta cuál es tu pálpito. Yo, desencantado como estaba y con los años de experiencia como crupier le diría que juegue al 6 o el 34 por que seguro cuando apostás mucho a una bola cae un número de mierda para definir tu suerte. Más allá que la mayoría de las veces esto suele ser cierto, esta vez no era el caso, su suerte era distinta; si apostaba a la primera docena caía el 5 y si apostaba la tercera el 32. La suerte estaba de su lado, el hada de la fortuna le sonreía como si el hada hubiera fumado hachís y todos los números que jugaba fueran graciosos; el problema sería ayudarlo a que se retire a tiempo. Mucho se dice de la suerte que no es para el que quiere sino para el que la tiene, pero yo creo que el que la tiene también la quiere salvo excepciones; y tengo la certeza de que la suerte favorece a los preparados , es decir, una vez que te toca tienes que saber aprovecharla. Después de varias insistencias mías y con intervención de Jorge, logramos convencerlo de salir. Una vez afuera propuso dar unas vueltas en la camioneta para festejar que había ganado. Uti manejaba mientras Jorge buscaba una emisora radial que pase algún buen rock; yo, desde uno de los asientos traseros de la camioneta, observaba la máscara que usa la ciudad por las noches. Cuando Jorge encontró en la radio una buena emisora se podía oír : “la fiebre de un sábado azul y un domingo sin tristeza”, lo que nos llevó a cantar a los tres la letra por unos segundos hasta que Uti me preguntó- Juanse querés que te lleve ya, no es muy tarde- le contesté – no, no hay problema, está todo bien. – no estés tan tranquilo che, desengáñate, nadie es impermeable- bromeó y los tres reímos. Luego hubo un momento en que ninguno habló, tal vez pensando en aquello de: “vos te reís pero es cierto”, hasta que se oyó a Jorge diciendo – Nooo, mira eso, mira como ese hijo de puta le pega a la mina – en ese momento íbamos por la calle Córdoba frente a un pub- Uti clavó los frenos, bajó la ventanilla y les gritó a tres tipos que le pegaban a una mina para meterla en un auto, -Animales que hacen! Hijos de puta! . Yo pensé lo mismo en ese momento que estos tipos eran unos hijos de puta, pero en frío pienso que nada tienen que ver las putas con la crueldad de los hombres pues siempre que uno tenga la capacidad para discernir entre el bien y el mal y la libertad para elegir sus actos , uno es responsable de lo que es. Dicho esto por Uti, los tipos reaccionaron violentamente: dos de ellos patearon la camioneta, mientras un tercero metía a la mina ya nockeada al auto. El acompañante del conductor chifló e hizo un gesto a los dos para que subieran al auto, estos corrieron al auto , subieron, cerraron la puerta , el conductor aceleró y se perdieron hacia adelante. Uti miró a Jorge y dijo: vamos a seguirlos, Jorge respondió – de una loco- Yo, desde atrás, les dije- Pueden ser de la Brigada porque era un corsa blanco sin patente- a lo que Uti respondió –me cago en la brigada si hacen eso son una porquería – Jorge dijo: y si no es la brigada y es un secuestro . Uti desobedeciendo el sentido común (a veces es necesario cuestionar el sentido común porque suele estar errado y es solo un cuentito dulce para dormirnos tranquilos) siguió al corsa a toda velocidad, hicimos como 6 cuadras derecho, luego el corsa dobló a la derecha y nosotros también, apenas mitad de cuadra de haber girado se detuvo en el medio de la calle tapándonos el paso. Uti frenó la camioneta para evitar colisionar y rápidamente los tipos bajaron del auto y se pusieron a patear la camioneta . Uti grito ¡¿qué pasa loco, cúal es el problema?! – ellos respondieron en una especie de coro impreciso ¡Somos de la brigada¡ Ustedes nos siguieron dijo uno de ellos – Jorge les dice : vimos cómo le pegaban a la mina y la metían en el auto- el mismo que había hablado responde: son asunto nuestro, qué le importa - . En ese momento comprobamos que eran 5 tipos los que había en el auto, más la mina que habían metido a la fuerza y seguramente desmayada por los golpes. Mientras dos pateaban la camioneta de adelante, tres de ellos se pusieron a probar todas las puertas . Como dije no era mi día de suerte, había olvidado la mía sin trabar, es por eso que uno de ellos la abrió violentamente y una vez abierta dos de ellos comenzaron a largar puñetazos, que solo podía bloquear pero no esquivar, pues en el asiento de al lado estaba plegado el cochecito de la hija de Uti. Rápidamente Jorge se bajó del auto y comenzó a golpear a quienes me pegaron, se enredó a puñetazos con uno y se cruzó la calle hasta la plaza del medio que divide los dos tramos de la avenida. Uti también ya había bajado a unírsele a Jorge que era atacado por tres, mientras uno parado enfrente de mí decía que no baje mientras apretaba mi pierna de un portazo. Una vez leí que la palabra estupidez proviene de la palabra estupefacto que quiere decir quedarse paralizado, por lo tanto podríamos decir que yo quede ahí parado como un estúpido en flor. Ahora trataré de contarte de modo lineal lo que pasó en simultáneo. Yo parado ahí, analizando las mejores opciones en el ajedrez de los razonamientos cuando simplemente debía patear el tablero. Jorge a las piñas con dos, Uti a las piñas con dos. Yo parado frente a uno que me amenaza y mis amigos moliéndose a palos contra 4, los veía a Jorge y Uti devolviendo golpe por golpe y recordé aquella frase que solía decirme su hermano “confía en ti aún frente a la muerte”, -claro es fácil decirlo le solía acotar. En un momento para un auto en la mano del otro lado de la plaza y baja un policía uniformado que según manifestó después se estaba yendo a trabajar. El policía baja y pregunta que estaba pasando y yo que no sé cómo había llegado al otro lado de la plaza , tal vez impulsado por el torbellino de la acción, trato de explicarle que habíamos visto como los tipos del corsa blanco presuntos brigadas le pegaban a una mina y los seguimos para saber que pasaba, porque bien podría tratarse de un secuestro. Uti y Jorge seguían a las piñas, ahora con los 5, ellos eran el torbellino de la acción. El policía me mira y me dice: ustedes se la buscan, lo más normal es no involucrarse en una situación como ésta. Uti, que en ese momento tenía a uno de los tipos reducido en el piso, hace un stop en la golpiza que le estaba propinando para decirle: -lo normal es ayudar a la mina, después son hipócritas y desfilan con carteles de ni una menos. Dos de los tipos alertados por la situación suben al corsa blanco y desaparecen. Otros dos, después de ser golpeados huyen corriendo. El supuesto brigada que estaba en el piso dice: colega no deje que me peguen, me están patoteando. Jorge -que había ligado y pegado le grita al reciente llegado policía- : vos viste que eran 5 contra nosotros 3, (pensé que eran solo 2 pues yo solo pensaba) – Uti dice dirigiéndose al policía: -ellos le pegaban a una mina que metieron en el auto - A lo que el que estaba en el piso contesta- ¡es una prostituta¡ le sacamos la plata y nos enfiestamos con ella-, mientras en su expresión facial podía leerse una mezcla rara de estupidez y morbosidad, semejante al rostro del que defeca y queda unos segundos contemplando su cagada con cierto regocijo. -Colega no deje que me sigan pegando!. – El policía tomando distancia del desgraciado dijo: No me llames colega, tipos como vos ensucian el uniforme! Y en cuanto a ustedes amigos no podemos hacer nada, es un sistema ( en ese momento recordé que alguien me dijo que la corrupción no respeta pliegues, está en todos los estratos de la sociedad). El policía, que dijo pertenecer a la policía motorizada llevaba un pin identificatorio donde se leía : M. Gonzales. (aunque ya no recuerdo si se escribía con s o con z el apellido). Nos recomendó que abandonemos el lugar lo antes posible pues llevábamos la de perder y como explicándose añadió: así funciona el sistema. Uti que ya había soltado al que le pegaba comenzó a decirle al policía : Ni que sistema, ni sistema, las pelotas, nos quedamos acá hasta que venga la policía, si tenemos que caer presos caemos presos, pero vamos a declarar y saldremos libres y estos bestias que pierdan el trabajo. Mientras Jorge asentaba con la cabeza. Yo pensé: este tipo está loco de en serio, pero allá él con su locura, yo no puedo caer preso, puede ser causal de perder mi trabajo también y no puedo darme el lujo, mi hijo necesita quien lleve la comida a la casa. Lo miré a Uti y le dije vamos loco, vamos no puedo caer preso, en unas horas tengo que trabajar. El policía seguía insistiendo que lo mejor era que abandonemos el lugar antes de que llegue la policía y que tengamos cuidado de ahora en adelante porque los Brigadas son muy rencorosos. Así es que les pedí por favor a Jorge y Uti que suban a la camioneta y abandonemos cuanto antes el lugar. Por suerte, logré convencerlos,(a veces la suerte cambia de parecer como una hoja en el viento) y nos fuimos rápidamente, caso contrario no sé qué pudo haber pasado. Eso es todo lo que retuve de la historia , me gustaría aportar más , pero todavía trato de entender este sistema que no me cierra , tal vez no haya reglas ni límites para la estupidez. Mis amigos terminaron un poco golpeados con heridas leves, pero lo que más le dolía era la bronca de saber la triste historia de estas minas desamparadas, como una herida que no cierra, tal vez por indiferencia. (Era una o eran varias? El tipo dijo un sistema o sea que le pasa a muchas todo el tiempo). A duras penas conseguí convencer a Uti que me trajeran acá al barrio, a la casa de mis padres desde donde antes de entrar vi que tu luz estaba prendida y me acerqué a tu casa con la esperanza de que contaras esta historia, para que todo no termine así. Después de oír la historia pensé unos minutos y le dije: no querrás mejor que cambie la historia y te haga más valiente. Me miro con una de esas miradas que empiezan con seriedad y van mutando en sonrisa y finalmente dijo -No, de nada ya sirve colgarme medallas que no gané, si cambias el relato sería doblemente cobarde, déjame al menos la valentía de contar la verdad.

Tal vez la mayoría de quienes leyeron la historia hubieran preferido una favorable resolución del conflicto, saber que pasó con las pobres mujeres víctimas de estos vejámenes, que los culpables fueron encarcelados, pero aquí no hay final feliz (es un plato atípico la perdiz), todo sigue tal cual lo cuenta la historia que se repite con desoladora frecuencia; porque esta historia es una herida que aún no cierra…

 

Autor: Juan Marcelo Vivanco

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