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Los años del viento


Imagen de Alejandra Mena

Felicidad

Venció su timidez cuando planteó aquella pregunta.

¿Qué es la felicidad? Tan pronto como la ráfaga del viento que infiltró en la espesura de aquel lugar, él quien se encontraba más próximo a una duda inoportuna respondió sin vacilar: ¿Es acaso la felicidad una prisión? Perpleja, ella prisionera negó con la cabeza, miró a su alrededor y presenció un paisaje majestuoso, cálido y agradable donde las aves (libres) revoloteaban sobre sus cabezas y bajo un cielo más hermoso que infinito.

¿Qué es la felicidad? Esta vez se preguntó para sus adentros, comprendió entonces que todo lo que creía conocer sobre el tema había quedado disuelto en algún lugar del olvido, en cambio la palabra “prisión” invadió su mente, la condujo entre la brecha del cascarón de un polluelo y la infinidad del universo, se cuestionó pero no hubo respuesta. Fue entonces cuando temerosamente hombro a hombro sus miradas se deslizaron por el camino recto y sus cadenas se aflojaron, sus corazones en rubro se encendieron y el viento hizo su obra.

Olvidaron miedos y los años huraños del que caminaba a su lado y la cuesta que ahora iba de bajada hizo que todos los esfuerzos por esclarecer sus dudas se desvanecieran con aquel atardecer que presagiaba la fría y oscura noche y sin saberlo la más hermosa de las lunas.

Somos

Me doblego ante esta infame a la que denominan vida. Todos sus siervos se guían por falsa línea del sendero que los conduce a su cielo, nos llaman perversos en la sincronía de nuestros aleteos. Son ellos farsantes, quienes nos quieren atraer a su desdicha, (estamos en la orilla no ser su mira) pero es porque no somos mentirosos, porque somos los inadaptados, los drogadictos y aunque somos un montón de polvo que viaja sin paradero, al juntarnos somos montañas, somos unión y el arduo trabajo por sobrevivir. Somos el viento, los fracasados, somos la nada en este espacio nulo, somos los sobrantes… las víctimas de este cruel mundo y aún después de todas nuestras desgracias seguimos siendo vulnerables a la lluvia torrencial, pero ¡lo juro! Aún queda una chispa.

Es verdad: estamos muertos, desgarrados y engañados, pero aún somos. Somos versos y pequeños fragmentos, somos nosotros los humanos.

Decepción

Murió al descubrir que resulta mucho más sano que vivir, lloró en silenciosos suspiros por el dolor grotesco hecho de nudos que se derramaba por sus ojos ojerosos que ya no miraban claramente. Vaciló sin apresurar el paso a falta de un destino perdido en los añicos de este pobre inquilino. Le indignó la vida injusta que le sometía, que ataba sus manos y las hacía sangrar aún sin derramar gota alguna. Que pintó de rojo intenso a este cuarto deshecho y detrás de esta polvorienta ventana miró como muchos otros un lugar que no es y una fatídica realidad que no cuadra. En la habitación solo queda: las pastillas que dan tranquilidad y una navaja horizontal, los guías de su libertad.

Crecer

El sueño se bifurca, el manto estrellado cae con la mañana entrante, hay susurros y los latidos de las nubes que se esfuman, que se esparcen en el patio, ahora ciego, sordo, melancólico, como adulto que duerme profundo soñando con el niño que deseaba crecer.

 

Autora: Zamara León Urbano

Mi nombre es Zamara León.

Hace un par de años comenzó mi pasión por la lectura y al mismo tiempo por la escritura, en esta última he encontrado la fluidez de mis palabras que no logro articular en voz alta; Inmersa en los más íntimos secretos de la belleza humana, esperando no fracasar.

Facebook: Zamara León

Pintura de Alejandra Mena

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