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Un viaje de cuatro horas me trasladó de París a El Cairo. Egipto siempre fue un enigma (como todo Oriente) para mí. Por casualidad, y gracias a la providencia, estaba a minutos de una de las siete maravillas del mundo.

Las Pirámides con su historia de 5000 años y la Esfinge con su misterio y su sabiduría, estaban esperándome. Claro que, también, existía un festival experimental de Teatro en El Cairo y no podía olvidar que gracias a ese acontecimiento yo estaba allí.

Llegué de madrugada y allí mismo el caos estallo en mis ojos. Ya en la aduana mis imágenes se comenzaron a mover de manera enloquecida. Esa primera noche pernocté un poco inquieto. Fui instalado en el Sheraton Cairo.

De la adormilada ciudad subían ruidos alocados, el polvo era caliente y brillaba el sol; era mi primer día en El Cairo.

Credenciales, pases, tickets para comer y los primeros contactos con un mundo desconocido, apasionante y lleno de misterios que, seguramente, no logré descifrar.

El pulso de la ciudad no me era ajeno. Ese caos en las calles, esa aparente falta de leyes, ordenadoras del tráfico y esa desorganización en el festival me resultaban familiares. Después de todo, no es tanta la distancia que separa Buenos Aires de El Cairo.

Por primera vez estaba en Egipto y el enigmático Oriente se desplegaba en vivo y en directo, frente a mis ojos fascinados por la novedad. Por vez primera estaba participando en un festival experimental.

¿Qué quiere decir experimental en Teatro? Supuse que al ir viendo las obras que concursaban iría develando este intríngulis. Digo concursaban pues el festival era competitivo y darían premios. ¿Premios? ¿Qué se puede premiar en un experimento? Algo en la concepción del evento no me quedaba claro. Afirmo que nada de esto me fue develado. No pude entender cómo se competía entre obras experimentales, y menos aun los parámetros utilizados para “premiar” a unos y no a otros... Tampoco pude entender cómo se decidía qué obra invitar y por qué.

Pero, bueno, como dicen allí : In Shala ! Algo así como "Si Dios quiere......” Y se ve que Dios no quiso que yo entendiera... In Shala!!!

Cada obra que veía menos entendía, entonces me dije: "Es que hay algo que entender? ¿No será que quizás estoy tratando de utilizar un órgano equivocado? ¿Y si en lugar de mi cabeza dejo asumir el comando al corazón?"

No es fácil; uno está acostumbrado a escribir con la izquierda y de pronto hacerlo con la derecha... Pero lo intenté, por lo menos lo intenté. Traté de descubrir toda la sutileza de Oriente. Claro que jamás hubiera podido urdir con mi mente de Occidental lo que Oriente supo encontrar en el inagotable arsenal de las prescripciones de su fe.

Me dejé llevar. Fui a las Pirámides y las caminé por dentro. Miré a la Esfinge sin saber cuál era la pregunta y sin darme cuenta si la respuesta era la correcta. Aparentemente no fui aniquilado, quizás esto pueda ser tomado como una aprobación, quizás no. Y un día decidí ir a ver los Derviches Giradores. Eso fue una conmoción. Salí de allí con la satisfacción de haber visto el mejor Teatro/danza/canto que jamás imaginé podría existir. Sé que no se puede explicar lo inexplicable, pero igual lo intentaré.

Los Derviches Giradores ponen sobre la escena la alegría de la felicidad.

La sensación era la de que esos hombres sabían por qué y para qué hacían lo que hacían, y entonces me dije: "¿No será que el teatro occidental olvidó el para qué y el por qué de su existencia? ¿No será que ya nadie sabe para qué busca ni qué es lo que busca? ¿No hay origen? ¿No hay destino?"

Al ver a los Derviches Giradores, brotaron en mí imágenes del teatro que conozco y tuve la misma impresión que me dio cuando hurgaba en las entrañas de las Pirámides. La sensación era de muerte. Faraónicos intentos de quedar en la historia de la humanidad, vencer a la muerte, la inmortalidad, el ego, las apetencias de poder. La búsqueda enloquecida para tener hermosos sarcófagos ("libros" que solo serán entendidos por minorías de iniciados), para que dentro de miles de años los vivos/muertos de ese momento recorrieran las sombras de una antigua civilización.

Pero... ¿No era ese el contraste?

Lo sombrío de la muerte confrontando a la alegría de la vida. Las pirámides eran el teatro actual; ruinas que transmitirían un mensaje amorfo y confuso como los jeroglíficos y los Derviches eran la sonrisa del que sabe para qué hace, del que está en una constante relación de amor con su propio corazón... Antinomias.

Me fui de El Cairo con la alegría en mi Centro. Pero también me fui de El Cairo con nubes en mi cabeza. La polución de esa ciudad es devastadora. La polución del teatro (sea este experimental, oficial, comercial o lo que sea -¿Cuál es la diferencia entre las partes de un cadáver?-) está erosionando sus raíces. Pero allí estaba la alegría de los Derviches Giradores, que con sus giros multicolores, llenó de amor mi corazón y dejó encendida una llamita (como una vela en la oscuridad) que me dice que no todo está perdido, que el sueño no terminó y que la batalla continúa mientras exista alguien que se divierta y juegue en la ceremonia, sabiendo que el secreto es estar en el Teatro, pero no pertenecer a él.

 

Obra: Este texto fue publicado en el número 2, en enero del 2000 de "Le mensuel du théâtre" (en francés) es (o era pues yo no la vi mas por aquí) una revista de teatro (obvio).

Autor: Enrique Morales

Me presento un poco mas, soy ítalo/argentino y vivo en París desde 1999; en mis inicios escribí teatro y poco a poco me fui animando al cine, la TV, comedia musical y ahora hace ya un tiempo que escribo novelas.

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