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Imagen de Violeta Galloso Cordova

–Soy la del acordeón, la del vestido rojo, el pelo está cambiado. Si quería ser la del acordeón, que fuera, me daba lo mismo si tocaba el acordeón o la flauta mientras me dejara tocarla a ella.

–La que canta es Meredith.

Por la apertura de la boca, más que cantar parecía estar ladrando o dando esos alaridos propios de heavy metal. No sea hace heavy metal de vestido largo, tacos y con una acordeón.

–La de la Flauta es Angie y la del piano es Lily.

Dos presentaciones y ya abusaban de los nombres artísticos, ¿se pensarían que alguien las confundiría con inglesas o americanas por esos nombres? Algo tenía que decirle si no quería enfriar la situación.

–¿Cuánto tiene esta foto?, ¿dos meses?

–Ojalá, cinco años pasaron de ese show, el único que hicimos.

–Tanto ensayar, ¿no me constaste que estuvieron como un año y medio antes de debutar?

Me había dado la cifra exacta pero no la recordaba, Elena –o Whitney– se estaba distrayendo con la foto, ¿cómo volvía a llevarla a la sintonía adecuada? ¿Por qué tendremos la costumbre de llegar a una casa extraña y manotear una foto que no molesta a nadie en el lugar en que está? Sabía que si le seguía preguntando por la banda el tema se dilataría y no son buenos los preámbulos extensos para una noche de sexo. No son buenos porque se crea una intimidad innecesaria cuando estamos de acuerdo en pasar un buen rato sin pretensiones de más; esa breve intimidad basta para que aparezcan expectativas que entorpezcan el goce. O peor, a veces rompen el hechizo que nos llevó a estar juntos.

–Es la que no se ve. Ella no quiso ponerse un nombre en inglés –había perdido la mitad de la frase con mis cavilaciones– Fue siempre muy personal pero nunca imaginamos algo así.

Me había perdido lo mejor del asunto, ¿quién pone lo mejor del asunto al principio de un párrafo? ¿Qué sería ese “algo así”? Me odié pero ya me había intrigado; busqué la forma de que repitiera los hechos sin que notara mi distracción.

–¿Por eso se separaron?

La extrañeza con la que me miró me dijo que ese “algo así” debió ser muy trascendente.

–Julián, ¿cómo podíamos seguir después de eso? La idea era hacer giras, teníamos casi los locales confirmados, ¿quién iba a querer compartir una habitación con ella?

La que no se veía en la foto era la baterista y deduje que habían descubierto que era lesbiana, por la reacción. Y si a Whitney le parecía eso una causa para terminar con una banda, flor de estúpida era ella. Tuve que mirarle otra vez las tetas para no huir.

–Se puso como loca, si la hubieras visto esa noche no preguntarías pavadas. ¡Para colmo lo bien que nos fue! La gente enloquecida, bailó, hizo palmas… Pobre Angie, no entendía nada cuando se le arrojó encima y la sacó de los pelos de la cama. “Vos sos mía, vos sos mía”, le gritaba como una poseída. ¡Y el flaco! Lloraba. Era un chico, pobre. Había estado a cargo de las luces del teatro.

Bueno, sí, la piba se había pasado un poco, la otra se asustó, había violencia en el medio. Yo tampoco dormiría con una loca que se te mete en una habitación y te arma ese escándalo. Pero tampoco era para quedarse con la foto en alto, con los ojos mirando al pasado, cuando al lado suyo había un hombre que le había gustado lo suficiente para pasar la noche. Porque la idea era pasarlo de otro modo, si hubiera querido pasar la noche hablando, me quedaba en el bar con mis amigos.

–¿A vos te pasó algo así?

En el bar le di treinta y tantos pero me daba cuenta que tenía muchos menos.

–Digo, ¿algún amigo se enamoró de vos?

Me estaba impacientando, ¿qué pretendía?, ¿intercambiar experiencias? ¿Debía recordarle que la idea era intercambiar otras cosas?

–No, nunca. Siempre di claras señales de que me gustaban las mujeres.

–¿Te parece que Angie le dio señales equivocadas? Nunca lo dije, pero a mí me pareció que algo de eso había, ¿por qué si no se la agarró con ella y no con ninguna de nosotras?

Tonta, estaba enamorada de la otra, ¿por ser lesbiana tiene que estar enamorada de todas las mujeres que existen? Me comenzó a preocupar que la desilusión intelectual se contagiara a mi parte física pero no sabía cómo salir del amorío entre la baterista y la flautista. Del fallido amorío, como sea.

–No lo sé– le quité la foto y la volví a dejar sobre la repisa– Pero no creo que se nos aparezca esta noche, ¿o sí?

–No, ja, ja, no estaba enamorada de mí, quedate tranquilo. ¿Un poco de música?

Aposté que ponía Phill Collins. Tenía la computadora en el living, conectada a unos parlantes y sí, puso Phill Collins. Quizá tuviera treinta y tantos al fin y al cabo. En la foto no se advertía bien su rostro por lo que no puedo decir que el pelo corto le sentaba mejor, pero sí que la hacía más baja, más adecuada a mi estatura. Se me acercó y la tomé de la cintura.

–Qué loco es todo, si Angie no se hubiera levantado al flaco esa noche, hoy tal vez seríamos una banda de éxito.

¿Qué pretendía?, ¿qué le pidiera una demostración de su habilidad con el acordeón? Tenía dos piernas para tocar esa noche.

–Y vos y yo no nos hubiéramos conocido.

–¿Por qué? algún día vendrías de visita, ¿o no soy un tipo adecuado a una integrante de una banda exitosa?

–Mm, no sé, en esos ambientes hay otra opciones.

¿Era pelotuda o conmigo estaba dando la tesis? No bromeaba, lo dijo tras pensar unos segundos, seria. La acerqué más a mi cuerpo para que el contacto de las tetas me sujetara a ese departamento antes que me echara a volar.

–Si vos fueras un cantante famoso, ¿estarías conmigo?

Las cosas han cambiado, diez años atrás te costaba quizá semanas meter a una chica en un departamento o meterte en el de ella, pero una vez adentro se terminaba el trabajo y se pasaba a la recompensa. En cambio ahora el trabajo recién comienza cuando se cierra la ´puerta y te toma desprevenido. En la puta vida canté, desafino hasta cuando toco el timbre, ¿de dónde iba a ser yo un cantante famoso? Perdón si se nota que estaba con un único objetivo y que mi objetivo no era sentimental; lamento si ofende su sentido del deber ser pero no soy kantiano ni tampoco políticamente correcto. Soy sincero.

–¿Por qué no?

¿Qué quería que le dijera?

–No te creo, me lo decís porque querés meterme en la cama.

–Pensé que eso ya estaba decidido.

Se ofendió. No lo podía creer, se soltó, apagó la música y se metió en el baño. Atónito, me costó reaccionar. ¿Debía alcanzarle un vaso con agua? En el baño hay agua, que tomara de la camilla si la necesitaba. También hay toallas para las lágrimas y un espejo por si necesita recomponerse. Lo admito, pensé todo eso porque pensé que estaba llorando. Decidí esperarla, recordé las indicaciones dadas apenas entramos y me fui hasta la cocina a buscar bebida en la heladera. Había una botella de cerveza que destapé con el borde del mármol de la mesada. Me serví en un vaso de chopp y me apoyé contra la puerta. Analicé si había sido demasiado brusco, la cerveza aflojaba mi enojo. Oí que se abría la puerta del baño.

Caminaba como si tuviera herida una pierna o como si su dignidad ofendida la hiciera renguear. Quizá en su cabeza ese andar fuera solemne –las patas se le habían doblado hacia adentro, como en la dichosa foto. Con un gesto de melodrama me señaló la puerta. Reí. Sí, me reí, era muy graciosa con todo ese patetismo de tragedia griega. Irguió entonces el rostro, barbilla hacia adelante, mordiéndose por no llorar y me echó.

–Andate.

Esperaba algo más original tras esa puesta en escena pero no hubo más. Levanté el chopp para indicarle que lo dejaba en la cocina pero no me lo permitió.

–No, dejalo ahí, yo me encargo de lavarlo.

Toda una mártir. Esta vez me contuve eludiendo su mirada y con cuatro pasos gané la puerta y el hall y el ascensor. Estaba contrariado pero no muy alterado, había tenido noches peores. Si me apuraba todavía estarían los chicos en el bar. Y por una vez, era yo el que tenía una historia. Apuré el paso, refrescaba.

 

Autor: Juan Pablo Goñi Capurro

Publicó ““La puerta de Sierras Bayas”, Pukiyari Editores, USA. “Mercancía sin retorno”, La Verónica Cartonera (España).“Alejandra” y “Amores, utopías y turbulencias" Ed. dunken, Argentina.

Obtuvo premios y formó parte de antologías y revistas en Argentina, España, Ecuador, México, Perú y Estados Unidos.

Finalista 2015: Mad Terror Fest (cuentos Madrid); ¡BAN! Extremo Negro (Argentina).

Ganador premio Novela Corta 2015 La Verónica Cartonera (España)

Ganador EDI II (corredor Latinoamericano de Teatro)

Ganador Teatro mínimo Guerrero (2015 y 2016)

Primer Premio I concurso poesía “Una flor para ti” – Tu Concurso Literario

Como dramaturgo, ha estrenado:

–Bajo la sotana, (México);Por la patria mi general–Paseo La Plaza (CABA) ; “Vengo por el aviso”, Ciclo Humor entre dúos y solos – Argentores; “El cañón de la colina”: Taetro (España);“Caza de Plagas” –– Santiago de Chile.

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