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Por la ventana entra el ruido de ruedas y asfalto de la ruta. Todos van a algún lugar y yo acá encerrada, muerta. Me abraso a los caños de la reja… estoy tan cerca... y no puedo moverme de estas cuatro paredes.

Miro a Dita; todavía duerme. No sé cómo hace, siempre en ese rincón. Nunca se asoma a tomar aire, yo dormiría acá colgada de la ventana solo para poder sentir aire frío.

Menos durante la hora de comer, me quedo acá en la ventana, miro el parque y más allá está el bosque que nos separa del mundo. Por la noche algunas luces andantes aparecen a través de las ramas de los árboles y adivino: de camión, auto, familia de vacaciones, azules es la policía, rojas ambulancia; esas cada tanto salen de acá. Y así paso mi vigilia nocturna, especulando sobre lo que puede estar pasando afuera, donde todos pueden ser libres en sus costumbres.

-Ya estás despierta -dice Dita en un murmullo tapado por sus rulos y de muy mal humor.

-¡Sí, va a llover! ¡Asomate, mira! los caminitos de hormigas están llenos, se llevan las larvas.

-…Otra vez no, Paula. Salí de la ventana, es lunes recién.

-¡vení¡ fijate, la tierra está negra, húmeda. Se siente el olor a lluvia, me revolcaría en el barro si pudiera…y vos ¡cómo podes estar ahí todo el día? vas a desaparecer en esa cama.

Angustia y una marea de ansiedad suben y bajan en mi garganta, hasta las tripas, acá solo siento olor a desinfectante y ya estoy cansada.

-Son las seis de la mañana Paula, no me atormentes tan temprano.

- no hice ningún ruido, te despertaste sola. Va a llover…quiero salir ¡ayudame! Por favor…

-Basta, dejá de molestar, no veo la hora que te pasen a otra habitación

-Dale, Dita…ayudame.

Se levanta con tremendo cuidado, cada uno de sus huesos parece romperse al despegarse de las sábanas y camina despacio al baño.

Seis y veinte de la mañana. Tengo cuarenta minutos y un plan que no va fallar. Salto de la ventana a su cama, que huele a Dita. En la cama está el perfume real de cada persona. En la almohada, para ser más precisa.

-¡Ya salís de mi cama!- me dice tambaleante y enojada, sacándome los brazos de abajo de su almohada, su voz es graciosamente aguda cuando quiere gritar y no puede.

-Tenés la mía, acostate ahí -Digo y sonrió maliciosamente- en un rato vas a estar ahí, por más que ahora gires los ojitos, las dos sabemos que te gusta…

La manejo a mi antojo aún en uno de sus enojos mañaneros.

- Otra vez no…¡¡Salí!!¿Siempre repetirte las cosas a vos? Levántate de mi cama ¡en un jardín de esquizofrénicos te tienen que meter, no acá!

-Dita…hoy dame tus pastillas, podés decirme lo que quieras, yo sé cómo convencerte.

-No, ¡esta vez no, dije! Acordate la cagada que ya te mandaste.

-Qué raro, acordándote solo lo negativo. Dita Dita…Nos acostamos juntas, sé que te gustó coger…no digas que fue todo un problema.

-Cuando vengan mis hermanos a visitarme les voy contar todo ¡ellos te van hacer sacar de acá! ¡Si te cruzan van a matarte! Voy a contar todo.

-Tu familia nunca viene, solo me tenés a mí Dititaa...Necesito tus pastillas prometo que vamos a dormir siempre juntas. Cuando traen el desayuno, disimulá que las tomas y después me las das, no se van a dar cuenta.

Se altera que da un poco de miedo, la agarro del camisón con dos dedos y la arrastro a la cama, besarla y espiar el reloj es vital. Seis y cuarenta y cuatro, quedan dieciséis minutos. La piel de sus labios es áspera y esta cortajeada. Todos acá tenemos la boca así, dura. Pero su lengua parece un animalito vivo que trato de acariciar con mis propios labios cortados.

Me aparta contra la pared, se resiste pero es parte del juego.

-Vos me hacés esto solo para que te de mis pastillas…me das asco ¡¿cómo vas a salir si te da una sobredosis?! Te crees inteligente, pero estas por volver a hacer una estupidez, si hicieras caso ya estarías afuera y te mojarías con cualquier lluvia pelotuda que te encuentres.

Sale de la cama, se apoya donde pega de lleno la luz gris de la tormenta que amenaza la quietud de todo fuera y dentro. Nunca veo su cara a la luz, tiene surcos oscuros debajo de los ojos marrones que con la luz plateada parecen rojos. Me acerco y digo despacio apoyada en su pelo:

-shh, Dita...Las necesito, te necesito.

La beso y se relaja, puedo hacerle lo que quiera, después no se hablara del tema. Es un pacto de silencio que nunca firmamos. Cuando sus brazos dejan de estar tensos y pasan a acariciarme, escuchamos el ruido de platos tras la puerta, llego el desayuno. Siete en punto. Le doy instrucciones con el dedo en la boca de que no diga palabra.

-¡Buen día, señoritas! desayuno y medicación, se la toman toda, y ojo Paula que es lunes queremos una semana tranquilita, yo tengo mis quilombos en casa, si esta semana das trabajo cobrás sin asco he…que te tratemos bien es de buena voluntad no más, piensan que están en un hotel ustedes. No entiendo que hicieron mal sus madres…pero a mí no me joden el día.

Esa es Carmen, enfermera de la mañana. Es inteligente, por una mancha miserable de barro en los cordones descubrió que salí de noche; me dio seis días en aislamiento, sin un puto cigarrillo. Sentí como cada hueso y pedazo de carne se me retorcía de ansiedad…Pero esta vez no puedo fallar. Dita me suma sus seis pastillas, para las tres de la tarde estoy en enfermería, aguanto hasta las nueve que cambian el turno, ya aprendí como sacarme el catéter sin sangrar y voy a estar a cinco pasos largos de la puerta de emergencia. Ese es mi plan perfecto, ¡impecable!

La enfermera se va, nuevamente molesto a Dita, antes que se siente a desayunar le toco el culo, chupo sus tetas por arriba de la ropa, pero esta inmóvil ,respira igual que si durmiera, Me aparta y pone sus pastillas en mi plato de tostadas, se sienta a desayunar y me ignora.

-¡Gracias Dita! ¡Plan en marcha! - digo complaciente- No entiendo por qué no me dejan salir- acomodo las pastillas en el centro del plato chiquito y las aplasto con la cuchara, así es mas fácil.

-te portás mal, es por eso. Creés que todo va a funcionar según tu lógica estúpida.

-vos tenés permiso para salir y te quedás en cama todo el tiempo…entre eso y estar muerta existe un paso.

-¡Mira!-dice con una tostada en la boca a medio masticar, y mostrándome sus cicatrices en ambas muñecas -¡A mí tampoco me dejan salir! querés sentir lluvia... mojarte como una idiota, a mí no me dejan morir y tengo que aguantarme encerrada, te angustia la lluvia…sos idiota ¿ya te lo dije?

-Es que no sos buena planificando, mírame a mi, todo en marcha como un reloj. Para matarte cortabas más profundo, saltabas más alto, tomabas más veneno o apuntabas bien adentro de la garganta… ¡lo que te encanta es lo que viene después no? La culpa de los demás…papito y mamita cumpliendo con vos…sos una forra que es peor que ser idiota.

Mastico unas pastillas y tomo el café con leche que tiene otras disueltas, cuatro cápsulas más, un trago largo y relajado.

Imagen de Luis Otero

Dita deja su cama y viene encima de mí, me da una cachetada, mirándome con odio, me empuja, aprieta fuerte mi pecho haciéndome doler, tiene en la boca el sabor a la mermelada de durazno y migas de tostadas, todo mezclado con el amargor a hueso podrido y triturado de las pastillas en mi boca. Quiero apartarla pero es fuerte, me aprieta contra ella, insistiendo, lleva mi mano a su entrepierna que esta húmeda mientras su otra mano temblorosa entra bajo mi remera. Ahora que tengo las pastillas, varias en el cuerpo y pocas en la mesita, ella nada me importa, solo quiero cruzar el parque, correr, ir hasta la ruta, ver las luces, irme, respirar y sentir frío…elegir. Pero los besos siempre confunden y nunca aprendí a manejarlos.

Un golpe seco en la puerta y llaves ¡Es la ronda del doctor! ¿¡Cómo no mire la hora!?

- ¿¡Que hacen!?¡¡Carmen!! Rápido, habitación catorce.

Son policías hablando por Handy. ¡Otro plan frustrado! ¡Por culpa de Dita! Una ola de asco baila en mis tripas con las pastillas, el desayuno y el olor al sexo de Dita que grita.

-¡Es culpa de Paula!¡Me robó las pastillas!

Apartándose violentamente, choca la mesa del desayuno y tira todo, el café, las pastillas que trato de reubicar con la mirada desencajada.

-¡Dita no! -suplico, tratando de abrazarla y que no me delate.

-¡¡Sáquenla, no quiero verla más!!Me obliga a hacer cosas horribles ¡¡sáquenla!!

Se toca la cara, el pelo, odiándome, acusándome con ambas manos, golpeando todo y haciendo sangrar su cuello con las uñas .Carmen la abraza conteniéndola maternalmente al momento que el doctor se viene encima de mí. Soy un gato en la mesada el día de navidad, estoy entregada al castigo.

-Paula abrí la boca ¡abrí la boca carajo!

Trato de sellar los labios como una tumba pero Carmen con sus brazos gordos siempre me ganan…otro intento fallido, la manguera en la garganta y el vómito llega con la lluvia. Me sacan cargada en los hombros como a un saco de pocos huesos, y veo como una cortina espesa de agua tapa el pedacito de campo que apenas veo por la ventana.

 

Autora: Liliana González

Liliana vive en Villa Elisa, una pequeña localidad de las afueras de la ciudad de La Plata, ultimo domicilio luego de una larga historia de mudanzas desde su infancia. Se desempeña como diseñadora independiente, docente de diseño y Molderia en centros culturales de su ciudad y como madre de su hija Matilda.

Imagen de Luis Otero

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