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Adelanto del Libro Puta y Feminista: Capítulo 5- "NO en nuestro Territorio"


Chicas trabajando

Tu silencio no te va a proteger.

Audre Lorde

El día no se prestaba para mucho más. Alguien pregunto qué hora es. Ya casi no circulaban autos. Estarán de vacaciones todos, reflexionamos, como buscando una respuesta a la clientela flaca con la que la jornada cerraba. Enero, suele ocurrir ... Charlábamos afables de nuestras vidas, comentamos algún desamor, algún buen polvo que nos echamos con algún que otro cliente y también hubo tiempo para compartir de nuestros proyectos personales y cómo estaban nuestros hijos. Un día flojo de trabajo no nos quita la sonrisa. Ni nos dimos cuenta, tan concentradas estábamos en nuestro compañerismo y nuestro diálogo de amigas de barrio. En un abrir y cerrar de ojos lo vimos ahí, dentro del Peugeot 206 color ocre. Nos miraba fijamente, deseando nuestros cuerpos, lascivamente, sin abonar, claro está, por el servicio no consensuado, sacándose la calentura acumulada vaya una a saber desde cuándo solitario en el asiento de su vehículo. Nos clavó la mirada como quien marca un animal, esa misma mirada penetrante de quien se cree que el cuerpo de la mujer está a su disposición de manera gratuita. Lo enganchamos in fraganti, con los pantalones bajos, y aun así continuó en la suya, cual patrón de estancia, desafiante. Nos subestimó, indefensas mujeres sin poder, que nada podíamos hacer contra un agresor. A eso estaba acostumbrado. Por un minuto contemplamos la posibilidad de mudarnos a otra esquina calladitas la boca, con el rabo entre las piernas. Pero no, somos gatas fuertes. ¿Por qué regalarle a él, el macho, nuestro espacio público? ¿Por qué retirarnos nosotras de nuestra esquina, la que cuidamos y donde gastamos nuestros tacos usualmente haciéndola un lugar más seguro no solo para nosotras, sino para cualquier otra mujer que por allí quiera caminar, por nuestra zona de trabajo? ¿Por qué permitir la insolencia de que usurpe nuestro territorio, el que nosotras sí sabemos construir y compartir? Con estrépito, el temor se convirtió en carcajada brujeril que le perforó los tímpanos. Nos reímos de él, “el poca cosa”. Sin embargo, avalado por un mundo que les hace creer que lo pueden todo, siguió ahí, caliente como un perro alzado, masturbándose delante de nuestra cara, de forma gratuita, como si nada. Más se tocaba, más fuerte nos reímos, humillándolo con nuestra alegría, con nuestra burla, para que ponga en marcha el auto y se retire inmediatamente de ahí. Pero no, el fulano persistía ahí mismo frotándose su inseguro miembro en nuestras caras. No dejemos que acabe se le ocurrió a una. La otra sumó “Gratis, no; si quiere placer que pague", la última agregó “está mal aprendido, piensa que se puede llevar lo que quiere sin abonar lo que corresponde”. Ahí le hicimos saber quiénes éramos, de qué estábamos hechas, le dimos a conocer que la calle es de quien la ocupa, de quien la patea, nuestros tacos hacen que ese espacio público sea realmente nuestro. Nadie que desafía a una Puta y a su Manada se la lleva de arriba. Y de esas supuestas mujercitas complacientes que el patriarcado nos enseña ser nos volvimos jauría. Tres contra uno, juntas infinitas. No le iba a ser nada fácil, recibiría su lección, su escarmiento, ya que quiere jugar a la fantasía sexual, jueguemos a quién tiene el poder, no? Que se retirara sintiéndose inferior, que el miedo cambiara de bando porque nosotras no le tememos, enemigos más grandes combatimos todos los días: estigma, exclusión, calumnias, injurias, persecución, marginalidad y marginación. La calle es para quienes la trabajamos, el espacio público para quienes lo ocupamos, y el poder se cede, nosotras no pensábamos cederle nada. Sin darle más vueltas al asunto, una se le paró delante del auto, otra le golpeó amablemente la ventanilla tic tic tic con uno de sus anillos y la tercera hizo uso de la palabra: “Con nosotras No, meamor. Gratis, no. Paganos a las tres por la terrible paja que te estás clavando al mirarnos, voyeur. Y no te vas de acá sin abonar el servicio que te estamos prestando. Y si te hacés el guapo, y te pensás que vas a zafar, vamos a gritar tan fuerte que vas a pasar terrible vergüenza delante de los vecinos. Y si te envalentonás quién sabe si no hacemos algo más… Así que, cariño, poniendo estaba la gansa”. El hombre en cuestión quedó paralizado, desesperadamente revoleaba los ojos para todos lados, no se esperaba una reacción así por parte nuestra. Puso en marcha el motor e hizo el intento de escapar cobardemente, pero las tres, ligeras, nos pusimos delante de su auto con las manos en el capot. Una de nosotras tomó una piedra porque si no nos defendemos entre nosotras, nadie lo va a hacer por nosotras. Tres Putas en busca de justicia y un pajero temeroso queriendo huir. En su desesperación, manoteó la billetera, sacó 300 pesos e implorando misericordia nos dijo: No tengo más que esto, no cobré. Y a coro le respondimos: NOSOTRAS TAMPOCO. Una tomo rápida el dinero y comenzamos a retroceder, feroces, sin quitarle los ojos de encima, observándolo fijamente, para que no se olvide de nunca de nuestras caras, que tres trabajadoras sexuales, tres putas, empoderadas, nos defendimos juntas. Se lo notaba nervioso, las gotas de sudor le recorrían las sienes. Lo habíamos logrado. Así le permitimos que se fuera, liberado de nuestras garras. Cuando ya se sintió fuera de peligro, cobardemente nos gritó: Locas de mierda.

Nos reímos, nos abrazamos y contestamos “Locas y Putas”. Acto seguido, con los haberes percibidos en buena ley, que obtuvimos por tan semejante hazaña, nos fuimos a comer una deliciosa pizza y tomar una cerveza juntas. Brindamos porque disfrutamos la situación, nuestra victoria, La Victoria de las Putas y de las de todas las mujeres que no tenemos por qué soportar silentes el acoso callejero. Cada vez que una de nosotras demuestra su Poderío y Valentía frente a un macho patriarcal ganamos TODAS.

Claro que decidir ejercer el trabajo sexual trae aparejada muchas cuestiones relacionadas con sentirse segura en un ambiente que nos brinde protección y donde nosotras podamos desarrollarnos con plenitud. Huelga decir que en muchos países de América Latina nuestro trabajo carece de un marco legal y por eso mismo, ante la ausencia del estado somos nosotras mismas, las Trabajadoras Sexuales, quienes buscamos estrategias para trabajar de manera segura. Nos protegemos las unas a las otras mediante el uso de las herramientas que la tecnología brinda, siempre vamos de a dos o tres compañeras a la misma esquina, nunca solas, nos avisamos por mensaje de texto o whassap cuando vamos hacer un “pase”, nombre técnico con el que denominamos nuestra actividad con un cliente, o le decimos a la compañera cuánto estimamos durará el servicio, a qué hotel nos dirigimos para concretarlo y cuándo estamos de regreso en la esquina damos aviso para saber que todo está bien.

Entre las Putas hay Solidaridad de Clase y Sororidad Puta, se sabe, y como prueba de ello este relato completamente verídico que esperamos sirva inspiración a muchas, la mejor forma de demostrar que cuando las mujeres nos empoderamos ya nada es lo mismo, cuando hacemos de la calle nuestro territorio vencemos todas.

 

Obra: La obra publicada aquí es parte del libro Puta y Feminista que está en proceso de producción.

Autora: Georgina Orellano

Puta y Feminista. Secretaria General en Sindicato de Mujeres Meretrices de la Argentina - AMMAR CTA y Trabajadora Sexual. Militante por los derechos Humanos y Laborales de l@s Trabajador@s Sexuales.

Twitter: @GeorOrellano

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