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La luz entra forzada a través del vidrio lleno de polvo. El piso de madera oscura está lleno de contrastes: papeles tirados, fotos desparramadas, pilas viejas, cajas.

Una gota de agua cae reencarnando constantemente y es el único indicio de actividad en un imperio de silencio.

Sobre el sofá, descansa pesado el cuerpo de un hombre, o quizá… sea un pájaro a quien le robaron sus alas. Esconde su cara entre las sábanas, que cubren torpemente parte de su espalda desnuda.

Afuera está la vida, los ruidos, las plazas, todo bajo un cielo despejado.

Intenta pararse, girando lenta y dolorosamente cada articulación, lo consigue, falta todavía el mayor desafío que es abandonar esa enferma calma.

Camina torpe por el pasillo desbastado, levantando sobre la mesa tazas de café frío y viejos cigarrillos. Frente el espejo limpia sus ojos, y en él ve a su padre, a quien esconde tapando su reflejo con la mano, intenta esconderse todo él en sí mismo, una tóxica euforia lo recorre, lo atraviesa y empuja.

Abriendo las hojas de la ventana un bloque de viento frío invade todo el sexto piso empujándolo dos pasos. Ata el cordón que cuelga en la cintura de sus pijamas y salta.

 

Autora: Liliana González

Liliana vive en Villa Elisa, una pequeña localidad de la afueras de la ciudad de La Plata, último domicilio luego de una larga historia de mudanzas desde su infancia. Se desempeña como diseñadora de indumentaria, docente de diseño y moldería en centros culturales de su ciudad, y como madre de su hijita Matilda.

Reparte su tiempo entre sus pasiones: el diseño y la narrativa.

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